jueves, 9 de abril de 2015

"Las tribulaciones del estudiante Törless".- Robert Musil (1880-1942)

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 “Porque, en efecto, con los pensamientos ocurre algo muy singular. A menudo no son otras cosas que hechos contingentes, casuales, que pasan sin dejar rastro alguno. Los pensamientos tienen además instantes vivos e instantes muertos. Puede uno lograr un genial conocimiento, y que, no obstante, se le marchite lentamente entre las manos como una flor. Queda la forma, pero los colores, el aroma, desaparecen. Es decir, que lo recuerda uno palabra por palabra, y el valor lógico de la frase que uno encontró para expresarlo continúa siendo perfectamente impecable. Sin embargo, ese pensamiento no hace sino recorrer sin tregua la superficie de nuestro ser íntimo y no nos sentimos más ricos a causa de él…, hasta que –tal vez al cabo de años-, de golpe, sobreviene un momento en que comprendemos que en todo ese ínterin no sabíamos absolutamente nada de aquel pensamiento, aunque lo sabíamos todo lógicamente.
   Sí, hay pensamientos vivos y pensamientos muertos. El pensamiento que se mueve en la superficie de nuestro ser y que en cualquier momento puede referirse al hilo de la causalidad, no tiene por qué ser vivo. Un pensamiento que se nos da de esa manera es algo indiferente, impersonal, como un hombre que marcha en una columna de soldados. Un pensamiento… que acaso ya desde mucho tiempo atrás se nos metió en el cerebro, llegará a ser un pensamiento vivo sólo en el momento en que lo anime algo que ya no es pensamiento, algo que ya no es lógico, de manera tal que sentimos su verdad más allá de toda justificación intelectual, como un ancla que desgarra carne viva, sangrante…”
 

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