"Martes, 4 de abril de 1944
Querida Kitty:
Desde hace mucho tiempo me pregunto para qué trabajo. El final de la guerra parece tan lejano, tan irreal y tan fantástico. Si no termina en septiembre, nunca más volveré a la escuela, pues no podría recuperar los dos años perdidos. Peter ha llenado mis días, mis horas y mis pensamientos. Pero el sábado empecé a sentirme tremendamente desgraciada. Cuando estaba con Peter me costó trabajo retener las lágrimas; poco después, reía con Van Daan alegrada por el ponche de limón, riéndome con una risa nerviosa. Pero una vez sola, estallé en sollozos. Después de ponerme el camisón, me desplomé llorando. Un fuerte sollozo me devolvió la conciencia y lo acallé para que no me oyeran. Después traté de recuperar el valor diciéndome: "Es necesario... es necesario... es necesario..." Completamente entumecida por mi postura desacostumbrada, me acosté; eran casi las once y media. Había terminado.
Y ahora he terminado de veras. Debo estudiar para no ser ignorante, para adelantar, para llegar a ser periodista, que es lo que quiero ser. Sé que puedo escribir. Algunos de mis cuentos son buenos, mis descripciones del Anexo tienen cierta gracia, hay párrafos elocuentes en mi diario, pero aún no sé si tengo verdadero talento.
Mi mejor cuento de hadas es "El sueño de Eva" y lo curioso es que no sé absolutamente en qué me he inspirado. "La vida de Cady" tiene momentos buenos aquí y allá, pero en conjunto no vale gran cosa. Yo soy mi crítico más severo. Distingo perfectamente bien entre lo que está bien o mal escrito. Quienes no escriben, no saben lo maravilloso que es. Antes sentía no poder dibujar pero ahora me entusiasma poder escribir. Si no tengo bastante talento para ser periodista o escritora, siempre lo haré para mí misma.
Yo quiero progresar, hacer algo. No puedo imaginarme como mamá, la señora Van Daan y todas esas mujeres anónimas que cumplen su deber de mujeres y nada más. Quiero formar un hogar, sí, pero necesito algo más.
Quiero que algo de mí perdure después de la muerte. Por eso agradezco a Dios este don que me ha dado la posibilidad de desarrollarme y escribir, es decir, de expresar lo que pasa dentro de mí.
Al escribir me olvido de todo, mis penas desaparecen y mi valor renace; pero, ahí está la cuestión: ¿podré algún día escribir algo perdurable, podré llegar a ser periodista o escritora?
Confío que sí, pues lo deseo ardientemente, ya que al escribir capto nuevamente mis pensamientos, mis ideales, mis fantasías.
Hace siglos que no trabajo en "La vida de Cady", aunque va muy bien, el desarrollo no progresa, no encuentro la forma de avanzar. Quizá nunca llegue a terminarla -tal vez vaya a parar al cesto de la basura o en la estufa... lo que me dolerá infinitamente; pero, pensándolo bien, a los catorce años se tiene demasiada poca experiencia para adentrarse en la filosofía.
Adelante, pues, con renovado ánimo. El éxito llegará puesto que he resuelto escribir.
Tuya, Ana".
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