jueves, 16 de abril de 2015

"Ulises".- James Joyce (1882-1941)

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 "La ciencia, nunca se repetirá suficientemente, trata de fenómenos tangibles. El hombre de ciencia, como el hombre de la calle, tiene que enfrentarse con fenómenos palpables ante los que no cabe cerrar los ojos para explicarlos lo mejor que le es dable. Puede haber, es cierto, algunas preguntas a que la ciencia no sea capaz de responder -por ahora- tales como el primer problema presentado por el señor L. Bloom (Ag. Publ.) en cuanto a la futura determinación del sexo. ¿Debemos aceptar la opinión de Empédocles de Trinacria de que el ovario derecho (el período postmenstrual, opinan otros) es responsable del nacimiento de los varones, o son los tanto tiempo despreciados espermatozoos o nemaspermos los factores diferenciadores, o bien, como se inclinan a opinar la mayor parte de los embriologistas, tales como Culpepper, Spallanzani, Blumenbach, Lusk, Hertwig, Leopold y Valenti, se trata de una mezcla de ambas cosas? Eso equivaldría a una cooperación (uno de los recursos favoritos de la naturaleza) entre el nisus formativus del nemaspermo, por un lado, y por el otro, una posición felizmente elegida, succubitus felix, del elemento pasivo. El otro problema planteado por el mismo investigador no es apenas menos vital: la mortalidad infantil. y es interesante porque, como él observa pertinentemente, todos hemos nacido del mismo modo pero todos morimos de diferentes modos. El señor M. Mulligan (Dr. Hig. y Eug.) culpa a las condiciones sanitarias en que nuestros ciudadanos de ennegrecidos pulmones contraen dolencias adenoidales y pulmonares, etc., inhalando las bacterias que acechan en el polvo. Esos factores -alega, y los repugnantes espectáculos ofrecidos por nuestras calles, los feos carteles de publicidad, los ministros religiosos de todas las denominaciones, los soldados y marineros mutilados, los cocheros exhibiendo su escorbuto, las suspendidas carcasas de animales muertos, los solteros paranoicos y las dueñas sin fecundar- ésos, dijo, son responsables de todas y cada una de las menguas en el calibre de la raza. La calipedia, profetizó, pronto se adoptaría universalmente y todas las gracias de la vida, la música verdaderamente buena, la literatura agradable, la filosofía ligera, las imágenes instructivas, las reproducciones en escayola de estatuas clásicas tales como Venus y Apolo, las fotografías artísticas coloreadas de niñitos premiados, todas esas pequeñas atenciones permitirían a las señoras que estuvieran en una determinada condición pasar los meses del intervalo del modo más placentero. El señor J. Crotthers (Disc. Bach.) atribuye algunos de estos fallecimientos a trauma anormal en el caso de trabajadoras sujetas a pesadas fatigas en el taller y a la disciplina marital en el hogar, pero la más amplia mayoría, con mucho, al descuido, privado u oficial, que culmina en el abandono de infantes recién nacidos, en la práctica del aborto delictivo o en el atroz crimen del infanticidio. Aunque el primero (nos referimos al descuido) es indudablemente más que cierto, el caso que cita de enfermeras que olvidan contar las esponjas en la cavidad peritoneal es demasiado raro para ser normativo. De hecho, si uno va a mirarlo bien, el milagro es que salgan bien tantos embarazos y partos como salen, considerándolo todo, y a pesar de nuestras insuficiencias humanas que a menudo tienden a frustrar la naturaleza en sus intenciones. Una ingeniosa sugerencia es la lanzada por el señor V. Lynch (Bach. Arith.): que tanto la natalidad como la mortalidad, así como todos los demás fenómenos de evolución, movimientos de la marea, fases lunares, temperatura de la sangre, enfermedades en general, todo, en una palabra, cuanto hay en el vasto taller de la naturaleza, desde la extinción de algún remoto sol al florecimiento de una de las incontables flores que hermosean nuestros parques públicos, está sujeto a una ley de numeración no averiguada todavía. Sin embargo la sencilla cuestión directa de por qué un hijo de padres normalmente sanos, al parecer niño saludable y bien cuidado, sucumbe inexplicablemente en la temprana niñez (mientras que otros del mismo matrimonio no), debe ciertamente, en las palabras del poeta, forzarnos a una pausa de meditación".    

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