"26 de junio.-¿Por qué, pues, matar es un crimen? Sí, ¿por qué? Es, por el contrario, la ley de la naturaleza. Todo ser tiene por misión matar: mata para vivir y mata para matar. -Matar es condición de nuestra índole; ¡es preciso matar! El animal mata sin cesar, todo el día, a cada instante de su existencia-. El hombre mata sin cesar para alimentarse pero como necesita también matar por voluptuosidad, ¡ha inventado la caza! El niño mata a los insectos que encuentra, a los pajaritos, todas las bestezuelas que caen sus manos. Pero eso no colma la irresistible necesidad de matanza que hay en nosotros. No basta con matar animales; necesitamos también matar hombres. Antaño, se satisfacía esa necesidad con sacrificios humanos. Hoy, la precisión de vivir en sociedad ha convertido el asesinato en un crimen. ¡Al asesino se le condena y se le castiga! Pero como no podemos vivir sin entregarnos a ese instinto natural e imperioso de muerte, nos descargamos, de vez en cuando, con guerras en las que un pueblo entero degüella a otro pueblo. Entonces se produce un derroche de sangre, un derroche en el que pierden la cabeza los ejércitos y con el cual se emborrachan también los burgueses, las mujeres y los niños que leen, por la noche, a la luz de la lámpara, el exaltado relato de las matanzas.
Podría suponerse que se desprecia a aquellos destinados a realizar esas carnicerías humanas. ¡No! ¡Se les colma de honores! Se les viste de oro y paños llamativos; llevan plumas en la cabeza, adornos en el pecho; y se les otorgan cruces, recompensas, títulos de todas clases. Son orgullosos, respetados, adorados por las mujeres, aclamados por la multitud, ¡únicamente porque su misión es derramar sangre humana! Arrastran por las calles sus utensilios de muerte que el transeúnte vestido de negro contempla con envidia. ¡Pues matar es la gran ley de la naturaleza impresa en el corazón del ser! ¡Nada hay más hermoso ni honorable que matar!
30 de junio.- Matar es la ley, porque la naturaleza ama la eterna juventud. Parece gritar con todos sus actos inconscientes: "¡Rápido! ¡Rápido! ¡Rápido!" Cuanto más destruye, más se renueva.
2 de julio.- El ser -¡qué es el ser? Todo y nada. Gracias al pensamiento, es el reflejo de todo. Gracias a la memoria y a la ciencia, es un resumen del mundo, cuya historia porta en sí. Espejo de las cosas y espejo de los hechos, ¡cada ser humano se convierte en un pequeño universo en el universo!
Pero, viajad: contemplad cómo bullen las razas, ¡y el hombre ya no es nada! ¿Ya nada, nada! Subid a una barca, alejaos de la orilla cubierta de muchedumbre y pronto no divisaréis más que la costa. El ser imperceptible desaparece, tan pequeño es, tan insignificante. Cruzad Europa en un tren rápido y mirad por la ventanilla. Hombres, hombres, siempre hombres, innumerables, desconocidos, que hormiguean en los campos, que hormiguean por las calles; campesinos estúpidos que a lo sumo saben destripar la tierra; mujeres repugnantes que a lo sumo saben hacer la comida del macho y parir. Id a la India, id a China y veréis agitarse también miles de millones de seres que nacen, viven y mueren sin dejar más rastros que la hormiga aplastada en un camino. Id a las tierras de los negros, alojados en cabañas de barro; a las tierras de los árabes blancos, cobijados bajo una tela parda que flota al viento y comprenderéis que el ser aislado, determinado, no es nada, nada. ¿La raza lo es todo? ¿Qué es el ser, un ser cualquiera de una tribu errante del desierto? Y a esa gente, que es sabia, no le inquieta la muerte. El hombre no significa nada entre ellos. Matan a sus enemigos: es la guerra. Lo mismo se hacía antes de mansión en mansión, de provincia en provincia.
Sí, cruzad el mundo y mirad cómo hormiguean los humanos, innumerables y desconocidos. ¿Desconocidos? ¡Ah! ¡Esa es la clave del problema! ¡Matar es un crimen porque hemos numerado a los seres! Cuando nacen, se les registra, se les da un nombre, se les bautiza. La ley se apodera de ellos. ¡Eso es! El ser que no está inscrito no cuenta: matadlo en el páramo o en el desierto, matadlo en la montaña o en el llano, ¿qué importa? La naturaleza ama la muerte; ¡ella no castiga, no!
Lo que es sagrado, ¡no faltaba más!, es el registro civil. ¡Eso es! Es él el que defiende al hombre. El ser es sagrado porque está inscrito en el registro civil. Respetad al registro civil, al Dios legal. ¡De rodillas!
El Estado puede matar, por su parte, porque tiene derecho a modificar el registro civil. Cuando ha sacrificado a doscientos mil hombres en una guerra, los borra del registro civil, los suprime a manos de sus escribientes. Se acabó. Pero nosotros, que no podemos cambiar los libros de los ayuntamientos, debemos respetar la vida. ¡Registro civil, gloriosa Divinidad que reinas en los templos de las municipalidades, te saludo! Eres más fuerte que la naturaleza. ¡Ja,ja!".
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