"-Entonces -dijo Dolly con una profunda inspiración-, yo he estado enamorada toda mi vida -se sumergió en el edredón-. Bueno, no -y su voz se hizo más débil-, supongo que no. Nunca he amado a un -mientras buscaba la palabra, el viento jugó caprichosamente con su velo- caballero. Puede decirse que nunca tuve la oportunidad. Excepto papá -hizo una pausa como si creyera que había hablado demasiado. El resplandor de las estrellas la envolvió más estrechamente que el edredón; algo, los sapos recitadores, el vibrar de voces que llegaban del campo de hierba, la indujo, la persuadió de que debía seguir-: Pero he amado a todo lo demás. Como por ejemplo al color rosa. Cuando era niña tenía un lápiz de color: rosa. Dibujaba gatos de color rosa, árboles rosa... Durante treinta y cuatro años he vivido en un cuarto rosa. Hay una caja que aún conservo, que está en algún lugar de la buhardilla y tengo que pedirle a Verena que haga el favor de dármela; será agradable volver a ver a mis primeros amores: un panal seco, un avispero vacío, otras cosas, un tallo de naranjo con clavos y un huevo de arrendajo... Cuando amaba, ese amor se acumulaba en mi interior de tal modo que me hacía volar de un lado a otro como un pájaro en un campo de girasoles. Pero es mejor no demostrarlo demasiado, pues parece ser una carga para los demás y, no sé por qué, es como si les hiciera desgraciados. Verena se burlaba de mí por lo que ella llamaba mi esconderme en los rincones, pero es que tengo miedo de asustar a la gente si demuestro que me intereso por ellos. Como con la mujer de Paul Jimson. Cuando el marido se puso enfermo, incapaz de seguir repartiendo los periódicos, ¿lo recordáis?, ella se hizo cargo del trabajo. Pobrecita, tan poquita cosa, cargada con aquel saco de periódicos. Una tarde muy fría, apareció en el porche de casa con la nariz mojada y los ojos llenos de lágrimas de frío... Dejó el periódico y yo le dije, espera un poco, tomé el pañuelo para secarle los ojos. Quería decirle que lo sentía mucho, si hubiera podido hacerlo, y que la quería, y mi mano rozó su mejilla. Escapó corriendo, escaleras abajo, con un débil grito. A partir de entonces siempre tira el periódico desde la calle y cuando lo oigo golpear el porche es como si sonara en mis huesos.
-¡La mujer de Paul Jimson...! ¡Preocupándote por una basura como ésa! -exclamó Catherine alzando la boca con el resto del vino-. Yo tengo una pecera con peces de colores, pero que me gusten los peces no hace que quiera a todo el mundo. Amar causa un montón de líos, narices. Puedes decir lo que quieras, pero no harás más que daño sacando a relucir lo que sería mejor olvidar. La gente debería ser más reservada, guardar sus cosas para sí. La parte más profunda de una misma es la mejor de todas. ¿Qué queda de un ser humano que va por el mundo contando sus asuntos privados? El juez ha dicho que todos nosotros estamos aquí debido a que tenemos alguna clase de problema. ¡Tonterías! Estamos aquí por una razón muy simple: una de ellas, que ésta es nuestra casa del árbol, y la otra que ésa y el judío trataron de robarnos algo que nos pertenece a nosotros tres. Ustedes están aquí, cada uno de ustedes, porque quieren estar, porque así se lo pide la parte más profunda de su ser. Esto último no me afecta a mí. Me gusta tener un techo sobre mi cabeza. Dolly, corazón, dale al juez una parte del edredón, está tiritando como si estuviésemos en el Día de los Difuntos".
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