lunes, 16 de marzo de 2015

"Nido de víboras".- François Mauriac (1885-1970)

Resultado de imagen de françois mauriac 

"¿Ves, Isa, cuán desgraciado he sido? Cuando leas esto, será demasiado tarde para tu piedad. Pero es agradable esperar que acaso sientas por mí un poco de lástima. yo no creo en tu infierno eterno, pero sé lo que es un ser condenado en la tierra, un réprobo, un hombre que a donde quiera que vaya anda siempre por una ruta equivocada; un hombre cuyo camino ha sido siempre falso; alguien que está falto en absoluto del sentido del mundo. Sufro, Isa. El viento del sur quema la atmósfera. Tengo sed y sólo dispongo del agua tibia del lavabo. Daría millones, pero por un vaso de agua fresca.
 Si soporto la presencia terrorífica para mí, de Phili, es acaso porque recuerdo a otro jovenzuelo que no habrá cumplido aún los treinta años, el pequeño Lucas, nuestro sobrino. No he negado nunca tu virtud. Ese niño te dio la ocasión de ejercerla. Tú no le querías; el hijo de Marinette, aquel muchacho de ojos de color de azabache, de cabellos peinados hacia abajo y vueltos sobre las sienes, como "tufos", según decía Huberto, no tenía nada de los Fondaudège. Estudiaba poco en el colegio de Bayona donde estaba interno. pero, según tú decías, esto te tenía sin cuidado. Ya hacías demasiado cuidándote de él durante la vacaciones. No, no eran los libros lo que le interesaba. [...]
 Aquel muchacho era el único ser en el mundo para quien yo no era un espantajo. Algunas veces le acompañaba hasta el río para verle pescar con caña. La criatura, siempre correteadora y saltarina, podía permanecer inmóvil y atenta durante horas enteras, convertida en un sauce, y su brazo tenía movimientos tan lentos y silenciosos como los de una rama. Genoveva tenía razón al decir que no sería ningún "literato". Jamás le había preocupado el claro de luna sobre la terraza. Carecía del sentimiento de la naturaleza porque era la naturaleza misma, estaba confundido con ella y constituía una de las fuerzas, una fuente viva entre las fuentes.
 Reflexioné sobre todos los elementos dramáticos de aquella joven vida: la madre muerta, el padre, de quien no se podía hablar en nuestra casa, el internado, el abandono. Con menos hubiera yo rebosado de odio y amargura. Pero la alegría resplandecía en él. Todos le querían. A mí, a quien odiaba todo el mundo, esto me parecía muy extraño. Todos le amaban, incluso yo. Sonreía a todo el mundo y también a mí; pero no más que a los demás.
 Lo que más me asombraba, a medida que crecía aquel ser todo instinto, era su pureza, su ignorancia del mal, su indiferencia. Nuestros hijos fueron buenos, ya lo sé. Huberto tuvo una juventud modelo, como tú dices. Por esta parte, reconozco que tu educación ha producido sus frutos. Si Lucas hubiese tenido tiempo de convertirse en hombre, ¿hubiera sido reposado? La pureza, en él, no parecía adquirida ni consciente: era la limpidez del agua entre las piedras. Brillaba sobre él como el rocío sobre la hierba. Si me detengo en ella es porque repercutió en mí de una manera profunda. La ostentación de tus principios, tus alusiones, tus actitudes de disgusto, tus labios fruncidos, no hubiesen podido darme el sentido del mal que me dio, sin saberlo, aquel niño. Me di cuenta mucho después. Si la humanidad tiene una herida original en el costado, como tú supones, ninguna pupila humana la hubiese visto en Lucas. Había salido de manos del alfarero puramente intacto, poseído de una perfecta gracia. Y yo, yo sentía a su lado mi deformidad". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: