viernes, 13 de marzo de 2015

"El hombre que lo tenía todo todo todo".- Miguel Ángel Asturias (1899-1974)

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"El Hombre que lo Tenía Todo Todo Todo logró apareársele. Le interesaba mucho hablar con él, explicarle su connivencia con el fuego subterráneo. Pero aquél, placentero el gesto, suave la palabra en sus labios carnosos, le preguntó, sin dejarle hablar:
 -¿Cómo es que eres tan rico, más rico que todos los millonarios, ya que lo posees todo, todo, todo?
 -No es la posesión de la riqueza como se entiende... -explicó aquél.
 El Papa le interrumpió:
 -Me llamo Juan...
 -No soy rico, rico porque poseo, rico en el sentido que se da a esta palabra comúnmente, tampoco propietario, dicho con medida de concepto tribal de ser dueño de propiedades medidas por metros o hectáreas; mi riqueza es otra, mi manera de ser propietario también es otra...
 -¿Cuál...? -frunció el ceño el Papa Juan.
 -Todo hombre, Santidad, es propietario de todo, todo, todo, pero se cohíbe, se contiene y no lo dice. Mi riqueza, mi poseerlo todo, todo, todo, consiste en eso, en salir en las noches estrelladas, alzar los ojos al cielo, y sentirme dueño de cuanto mis ojos abarcan...
 -¿Es una ficción...?
 -Toda riqueza es una ficción...
 -Curiosa y sabia manera de pensar... -acotó el Papa.
 -A nadie, Santidad, le enseño nada si digo que el hombre es dueño de todo lo que le rodea, de todo lo que ve, oye, palpa, siente, huele, saborea...
 -Mientras no haya otro que venga y le diga: "Esto que dices que es tuyo, es mío, porque lo heredé, lo compré, me lo regalaron..."
 -Sí, sí, en ese caso aparece el propietario, el cual, sin embargo, muy propietario será, pero no puede privarme de ver lo que dice que es de él, de gozar la visión de sus campos, de sus palacios o mansiones, si las tiene, ni tampoco puede privarme de sentirme dueño ficticio de todo aquello, de todo lo que entra por mis sentidos, y se integra a mi persona como parte mía, como parte del universo en que estoy...
 -Un concepto de propiedad divina... poseer el mundo como tú lo posees... -dijo el Papa Juan.
 -Verdad, Santidad, que es hermoso poseer así... todos lo tenemos todo, si lo podemos gozar con los sentidos... Quién me quita que ese barco de lujo que ahora parte del puerto, las velas hinchadas de viento, no es mío, si al verlo lo hago mío, lo siento mío, lo proclamo mío...
 -Así nada hay del prójimo -sonrió el Papa Juan-, ni la mujer...
 -Otra ficción. Las mujeres bellas son de todos los que las miran, les hablan, les dan la mano. Solamente las mujeres feas no pertenecen a nadie...
 -Qué crueldad... -rechazó el Pontífice aquella peregrina y falsa conclusión de un mundano cualquiera-. Disolver la propiedad en la de creer todos que todo nos pertenece, y la riqueza privada en el sentirnos dueños de cuanto nos rodea..."
 

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