jueves, 22 de enero de 2015

"Cartas de España".- José Blanco White (1775-1841)


  

"Tenía entonces unos diez años y aunque para mi edad era muy aficionado a la lectura, mi relación con los libros no se extendía más allá de una Historia Sagrada, o colección de narraciones sacadas del Antiguo Testamento, un repertorio de vidas de los santos del calendario católico -de entre los que prefería a los mártires porque nunca me fueron simpáticos los santos modernos-, una obrita que contenía un divertido milagro de la Virgen para cada día del año y, lo mejor de todo, una traducción española del Telémaco, de Fenelón, que leí y releí hasta casi sabérmela de memoria. Con gran alegría me enteré de que al aprender latín tendría que leer historias muy parecidas a las de mi favorito el príncipe de Itaca. Sin embargo, me daban muy poco tiempo para los estudios, no fuera que mi afición a los libros me hiciera aborrecer los negocios mercantiles. Pero mi espíritu había tomado una inclinación decisiva: odiaba el escritorio y amaba mis libros. Como la cultura y la Iglesia eran entonces para mí dos ideas inseparables no vacilé en confesarle a mi madre que no quería ser otra cosa que sacerdote. [...]
 Es cierto que en todos los tiempos y en todos los países los acontecimientos decisivos de la vida están estrechamente relacionados con pequeños incidentes de la niñez, pero este hecho, en vez de servir de descargo, entraña por el contrario la acusación más grave contra el bárbaro y astuto sistema que tiende unos lazos en los que la inocencia confiada puede perder todas las posibilidades de su futura paz, de su felicidad y su virtud casi en el mismo umbral de la vida. [...] en mi caso, el tenor y color de mi vida quedaron fijados desde el momento en que expresé mi deseo infantil de ser sacerdote. Sin embargo, el deseo de saber, que fue lo que me traicionó para que entrara por el camino de la infelicidad, no ha abandonado nunca a su víctima. Creo que no hubiera sido feliz de haber vivido sin educación y sin cultura. Por eso aunque los conocimientos de que se alimenta mi espíritu son escasos y sólo han sido asimilados a medias, no los cambiaría por una vida sin placeres intelectuales y puesto que las circunstancias no me permiten otro camino de felicidad espiritual que por el que ando tan dolorosamente, bendigo la hora en que empecé a caminar por él y sólo lamento el destino que determinó mi nacimiento en un país católico".

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