lunes, 12 de enero de 2015

"Lo bello y lo sublime".- Immanuel Kant (1724-1804)

  

"Los caracteres de los pueblos se manifiestan principalmente en sus tendencias morales; por tal razón vamos a examinar desde este punto de vista el diferente sentimiento de los mismos con respecto a lo sublime y lo bello (1).
 El español es serio, callado y veraz. Pocos comerciantes hay en el mundo más honrados que los españoles. Tiene un alma orgullosa y siente más los actos grandes que los bellos. Como su espíritu no encierra benevolencia bondadosa y dulce, resulta a menudo duro y aún cruel. [...] No puede decirse que el español sea más altivo o más enamorado que cualquiera de otro pueblo; pero lo es de una manera extravagante, que resulta rara y fuera de lo habitual. Abandonar el arado y pasearse con una larga espada y una capa por el campo de labor hasta que el extranjero de paso por allí desaparezca, o en una corrida, donde las bellas son por una vez vistas sin velo, declarar con particular saludo cuál es la señora de sus pensamientos y aventurarse en su honor a una peligrosa lucha con una bestia salvaje, son actos desusados y singulares que distan mucho de lo natural.
  En la sensibilidad del italiano parecen mezclarse la de un español y de un francés; es más sensible a lo bello que el primero y más sublime que el segundo. De esta suerte pueden explicarse, a mi entender, todos los demás rasgos de su carácter moral.
  El francés tiene una sensibilidad predominante para lo bello moral. Es amable, cortés y complaciente. Intima muy pronto, es aficionado a la broma y su trato es fácil; [...] Gusta de ser ingenioso y sacrificará sin remordimiento algo de la verdad a una ocurrencia. [...] Es un apacible ciudadano [...] El punto donde se concentran principalmente los méritos y las condiciones nacionales de este pueblo es la mujer (2). [...] El peligro que bordea más de cerca este carácter nacional es lo frívolo o, con expresión más cortés, lo ligero. Cosas importantes son tratadas como bromas y pequeñeces sirven para una ocupación seria. [...]
  El inglés es glacial siempre cuando uno comienza a tratarle, y se muestra indiferente con un extraño. Se inclina poco a menudas complacencias; en cambio, una vez hecho amigo, está dispuesto a prestar grandes servicios. No trata de ser ingenioso en sociedad ni de mostrar una actitud amable; en cambio, es juicioso y grave. Imita mal, no se pregunta por lo que piensan los demás y sigue únicamente el gusto propio. Con respecto a la mujer, no tiene la amabilidad francesa; pero le muestra mucho más respeto y aún lleva éste acaso demasiado lejos pues en el matrimonio le concede comúnmente una consideración sin límites. Es constante, a veces hasta la obstinación, audaz y decidido a menudo hasta lo temerario y obra según principios en muchas ocasiones hasta la terquedad. Se convierte fácilmente en un excéntrico no por vanidad sino por preocuparse poco de los otros y porque no contraría fácilmente su gusto por amabilidad o imitación; de ahí que sea rara vez tan querido como el francés, pero cuando se le conoce es, por lo general, más estimado.
 En el alemán se mezclan la sensibilidad de un inglés y la de un francés, pero parece más cerca del primero; la mayor semejanza con el último es sólo artificiosa e imitada. [...] Muestra más complacencia en el trato que el primero y si no se mueve en sociedad con tanta vivacidad e ingenio como el francés se conduce en ella con más modestia y juicio. Lo mismo que en todos los géneros del gusto, es también en el amor bastante metódico y como une lo bello con lo noble es lo suficientemente frío en el sentimiento de ambos para preocuparse en considerar la conveniencia, el lujo y lo aparente.  Por eso, familia, título y rango son para él cosas de gran importancia, lo mismo en el amor que en las relaciones ciudadanas. [...] Se rinde demasiado a la opinión de los otros, y esto quita toda consistencia a sus cualidades morales, haciéndolas inconstantes y falsamente artificiosas.
  El holandés es un carácter ordenado y diligente, y como solo considera lo útil tiene poca sensibilidad para lo que en un sentido más delicado es bello o sublime. Un grande hombre significa para él lo mismo que un hombre rico; por amigo entiende su corresponsal y le resulta fastidiosa una visita que no le produce nada. Forma contraste tanto con el francés como con el inglés y es , en cierto modo, un alemán más flemático".
  
(1) Apenas es necesario que repita aquí mi precedente disculpa. En todo pueblo, la parte más cultivada pone caracteres honorables de todo género y aunque a alguno pueda tocar esta o la otra censura, si es agudo, sabrá tomar el partido de desentenderse de los demás y exceptuarse a sí mismo.
(2)La mujer en Francia da el tono a todas las reuniones y a todo el trato. Y no se puede negar que las reuniones sin el bello sexo son bastante insípidas y fastidiosas; pero si la mujer da en ellas el tono bello, el hombre deberá dar el noble. De otro modo el trato resulta igualmente fastidioso, pero por otro motivo: porque nada es más repugnante que una dulzura empalagosa. [...]

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