"Examina asimismo si se conforma a razón el consejo de los que propugnan pronta venganza. Bien conoces que no, porque la razón y la ley exigen que nadie se vengue de nadie, sino que apele al juez competente y vea si tiene derecho a desquite, ya riguroso o temprano, como disponga la ley. Igualmente considera si tu poder y fuerza pueden cumplir tu propósito y el de tus aconsejadores. En verdad puedes decir que no, pues hablando en puridad no se pueden hacer otras cosas que las legalmente ejecutables. Y así, legalmente no te debes tomarte la venganza por tu mano y, por lo tanto, tu poder no te permite cumplir tu proyecto.
Y ahora veamos el tercer punto, que Tulio llama consecuencia. Tú estimas tu venganza como un resultado de lo sucedido pero de ella se dimanarían otras venganzas, peligros, guerras y males innúmeros que, por ahora, no vemos.
El cuarto punto llámalo Tulio engendramiento. El agravio sufrido se ha engendrado en el odio de tus enemigos, y en tu venganza se engendraría otra venganza y muchas turbaciones y empobrecimientos, según dijimos.
Pasando, señor, al punto que Tulio llama causas, has de comprender que el agravio sufrido por ti obedece a causas que denominan los sabios oriens y efficiens, causa longinqua y causa propinqua, esto es, causa lejana y causa próxima. La causa lejana es Dios omnipotente, causa de todas las cosas. La causa próxima fueron tus enemigos. La causa ocasional fue el odio. La material las cinco heridas de tu hija. La formal es el modo de obrar, esto es que tus enemigos vinieron con escalas y franquearon las ventanas. La causa final consistió en querer matar a tu hija, lo que si no sucedió no se debió a falta de voluntad en ellos.
Pero, hablando de la causa remota, y tocando al punto de cuál fue el fin con que vinieron, o a lo que al final de todo esto podrá ocurrirnos, yo no puedo juzgar sino mediante conjeturas y presunciones. Desde luego, paréceme que todo abocará a un mal fin, porque el Libro de los Decretos dice que "rara vez muy difícilmente concluirá bien lo que comenzó mal".
Si me preguntaren, señor, por qué ha consentido Dios que se perpetrase contra ti esa villanía, no sabría qué responder, pues ya dice el Apóstol: "Muy profundos son los juicios y la sabiduría de Dios y ningún hombre puede comprenderlos ni escudriñarlos debidamente". Pero, ateniéndose a determinadas suposiciones, paréceme que Dios, que es justo y recto, debe haber permitido este lance por razonada y equitativa causa.
Tu nombre de Melibeo significa libador de miel. En efecto, has libado tanta dulce miel de riquezas temporales y mundanos honores y delicias que estas como embriagado y has olvidado a Jesucristo, tu Creador, no haciéndole la honra y acatamiento que debías. Tampoco te cuidaste de las palabras de Ovidio, que dice: "Bajo la miel de los bienes corporales se esconde el veneno que mata el alma". Y señala Salomón: "Si hallas miel, come la necesaria, pues si comieres sin tasa la vomitarás y te verás menesteroso y pobre".
Quizá Cristo, en su venganza, haya desviado de ti su faz y oídos misericordiosos, consintiendo que seas castigado de la manera que pecaste. Porque has ofendido a Cristo, nuestro Señor, dejando que los tres enemigos del género humano, mundo, demonio y carne, penetrarán en tu corazón por las ventanas de tu cuerpo y no defendiéndote lo bastante contra sus acometidas y tentaciones. O sea, que los pecados morales han entrado en tu corazón por tus cinco sentidos. Y semejantemente Cristo, nuestro Señor, ha querido y autorizado que tus tres enemigos entraran en tu casa por las ventanas e hirieran a tu hija del modo que sabemos".
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