Jornada primera. Escena II
«Pedrisco: Como si fuera borrico / vengo de yerba cargado,
de quien el monte está rico; / si esto como, ¡desdichado!,
triste fin me pronostico. / ¡Que he de comer yerba yo,
manjar que el cielo crio / para brutos animales!
Deme el cielo en tantos males / paciencia. Cuando me echó
mi madre al mundo decía: / "Mis ojos santo te vean,
Pedrisco del alma mía." / Si esto las madres desean,
una suegra y una tía / ¿qué desearán? Que aunque el ser
santo un hombre es gran ventura, / es desdicha el no comer.
Perdonad esta locura / y este loco proceder,
mi Dios; y pues conocida / ya mi condición tenéis,
no os enojéis porque os pida / que la hambre me quitéis,
o no sea santo en mi vida. / Y si puede ser, Señor,
pues que vuestro inmenso amor / todo lo imposible doma,
que sea santo y que coma, / mi Dios, mejor que mejor.
De mi tierra me sacó / Paulo, diez años habrá,
y a aqueste monte aportó; / él en una cueva está,
y en otra cueva estoy yo. / Aquí penitencia hacemos
y sólo yerbas comemos, / y a veces nos acordamos
de lo mucho que dejamos / por lo poco que tenemos.
Aquí, al sonoro raudal / de un despeñado cristal,
digo a estos olmos sombríos: / "¿Dónde estáis, jamones míos,
que no os doléis de mi mal?" / Cuando yo solía cursar
la ciudad, y no las peñas / (¡memorias me hacen llorar!),
de las hambres más pequeñas / gran pesar solíais tomar.
Erais, jamones, leales: / bien os puedo así llamar,
pues merecéis nombres tales, / aunque ya de las mortales
no tengáis ningún pesar. / Mas ya está todo perdido;
yerbas comeré afligido, / aunque llegue a presumir
que algún mayo he de parir / por las flores que he comido.
Mas Paulo sale de la cueva oscura; / entrar quiero en la mía tenebrosa
y comerlas allí. (Vase y sale Paulo.)
Jornada II. Escena XI
Pastorcillo: ¿Pues no?
Aunque sus ofensas sean / más que átomos del sol
y que estrellas tiene el cielo / y rayos la luna dio
y peces el mar salado / en sus cóncavos guardó,
es tal su misericordia / que con decirle: Señor,
pequé, pequé, muchas veces, / le recibe al pecador
en sus amorosos brazos; / que en fin hace como Dios.
Porque si no fuera aquesto, / cuando a los hombres crio
no los criara sujetos / a su frágil condición.
Porque si Dios, sumo bien, / de nada al hombre formó
para ofrecerle su gloria, / no fuera ningún blasón
en su Majestad divina / dalle aquella imperfección.
Diole Dios libre albedrío / y fragilidad le dio
al cuerpo; y al alma luego / dio potestad con acción
de pedir misericordia, / que a ninguno le negó.
De modo, que si en pecando / el hombre, el justo rigor
procediera contra él, / fuera el número menor
de los que en el sacro alcázar / están contemplando a Dios.
La fragilidad del cuerpo / es grande; que en una acción,
en un mirar solamente / con deshonesta afición,
se ofende a Dios: dese modo, / porque este triste ofensor,
con la imperfección que tuvo, / le ofenda una vez o dos,
¿se había de condenar? / No, Señor, aqueso no;
que es Dios misericordioso, / y estima al más pecador,
porque todos igualmente / le costaron el sudor
que sabéis, y aquella sangre / que liberal derramó,
haciendo un mar a su cuerpo, / que amoroso dividió
en cinco sangrientos ríos; / que su Espíritu formó
nueve meses en el vientre / de aquella que mereció
ser Virgen cuando fue Madre, / y claro oriente del sol,
que como clara vidriera, / sin que la rompiese, entró.
Y si os guiáis por ejemplos, / decid: ¿no fue pecador
Pedro y mereció después / ser de las almas pastor?
Mateo, su coronista, / ¿no fue también su ofensor?
Y luego, ¿no fue su apóstol, / y tan gran cargo le dio?
¿No fue pecador Francisco? / Luego, ¿no le perdonó
y a modo de honrosa empresa / en su cuerpo le imprimió
aquellas llagas divinas / que le dieron tanto honor,
dignándole de tener / tan excelente blasón?
¿La pública pecadora / Palestina no llamó
a Magdalena, y fue santa / por su santa conversión?
Mil ejemplos os dijera, / a estar despacio, señor;
mas mi ganado me aguarda, / y ha mucho que ausente estoy.» -
[El extracto pertenece a la edición en español de editorial Cátedra. ISBN: 84-376-0019-7.]
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