jueves, 22 de febrero de 2018

La sabiduría de los cuentos.- Alejandro Jodorowsky (1929)


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Las historias de Mulla Nasrudin
 Los pimientos rojos
 
«En el curso de un viaje, Mulla Nasrudin llega a un pueblo. En el mercado, se queda pasmado delante de un tenderete de frutas exóticas, desconocidas, que encuentra de lo más apetitosas. Le dice al vendedor:
 -Estas frutas me parecen excelentes. ¡Póngame un kilo!
 Se va la mar de contento con su compra. Un poco más lejos, le hinca el diente a una de estas frutas rojas, pero al instante siente que la boca le echa fuego. Se pone rojo. Sus ojos lloran y, sin embargo, continúa comiendo. Un transeúnte, que le está mirando desde hace un momento, le aborda:
 -Pero, ¿qué hace usted?
 -Creía que estas frutas eran muy buenas. Pensando que no iba a tener bastante con una sola, he comprado un kilo.
 -Comprendo, pero ¿por qué se empeña usted en comérselas? Son pimientos rojos y son terriblemente fuertes.
 -No son los pimientos lo que yo me como ahora -profiere Mulla-, sino mi dinero.
 
 Uno ha hecho grandes esfuerzos para conseguir una situación o para formar una pareja u otra cosa y sin embargo se ha equivocado, pero insiste: uno se obstina en comerse los pimientos. En esta historia, los pimientos representan el esfuerzo que se ha realizado. No somos lo bastante humildes para reconocer que hemos cometido un error. Continuamos invirtiendo todo lo que poseemos en los pimientos.
 Si uno quiere cambiar, en un momento dado, hay que ser lo bastante humilde para decirse: "Me he equivocado. He comprado un kilo de pimientos que no puedo comerme, pues me hacen daño. Los dejo y empiezo otra cosa".
 "He pasado treinta años con esta mujer" o "he pasado veinticinco años llevando esta estúpida vida".
 "Tienes dos soluciones: volver a empezar tu vida o no poner fin a esta relación pero reorganizarla".
 Cuando se han pasado muchos años con alguien, es preciso reajustar la pareja. No continuar con una vieja organización que no se corresponde ya con la realidad presente. Uno mismo se dice:
 "Me había propuesto en mi juventud un ideal para mi familia, pero han pasado los años y los intereses han cambiado. No puedo seguir viviendo de este modo: voy a reorganizarlo todo".

 
 ¿Dónde está tu oreja, Mulla?
 Cuando le preguntaron a Mulla:
 -¿Dónde está tu oreja izquierda? -él se pasó el brazo derecho por encima de la cabeza y, tocándose la oreja, dijo:
 -¡Aquí está!
 -Pero, ¿por qué haces eso? ¿No sería más sencillo tocarte con tu mano izquierda la oreja que está del mismo lado?
 -Efectivamente, sería más sencillo -replicó él-, peor si lo hiciera como todo el mundo, entonces no sería ya Mulla Nasrudin.
 
 O dicho de otro modo, para ser yo mismo (o sentirme yo mismo), tengo que tocarme la oreja de esta forma excéntrica.
 Le pregunté a mi hijo, adolescente, qué pensaba de ello. Él me respondió:
 -Estamos todos condicionados a tocarnos nuestra oreja de la misma manera, estereotipada. Y sin embargo yo, que soy artista, ¿no puedo tocármela acaso de la manera que me dé la gana, como lo sienta?
 Es un punto de vista interesante.
 Se puede ver en la manera de actuar de Mulla Nasrudin el deseo de singularizarse mediante actos extravagantes, que llamen la atención. En este caso, en vez de identificarme con mi ser esencial, me identifico con algo teatral. No lo hago para "ser" sino, más bien, para "ser diferente" y creo que al serlo soy yo mismo.
 Pienso que éste no es el camino. Ser, es ser diferente de forma natural. Por consiguiente, ¿para qué tratar de hacer más con el fin de distinguirse?»

 [El extracto pertenece a la edición en español de Editorial Salvat, 2005, en traducción de Laura Robecchi. ISBN: 84-471-0234-3.]

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