sábado, 13 de febrero de 2016

"Trilogía italiana".- Francisco Nieva (1924)


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Salvator Rosa o El artista
Primera parte

 "Ribera: ¿Qué estáis diciendo? Vamos a echarle otro vistazo al cuadro. Me parece que representa a Lot y a sus hijas haciéndose paso entre la muchedumbre.
(Se aproxima a la tienda y sus secuaces -Spadaro y Falcone- alzan los faroles para iluminarla.)


 Salvator: Caro maestro, sabéis muy bien que ese cuadro lo he pintado yo.
 Ribera: ¿Caballero? Salvator Rosa, me imagino.
 Salvator: El mismo.
 Ribera: Está bien.
 Salvator: ¿El cuadro? Ya lo creo que está bien. Lamento que nadie atine con el asunto, pero por otra parte me divierte. Aunque sea cosa divina, el arte no es nada serio.
 Ribera: Ya, ya. Esa es la estúpida teoría que mantienen los sediciosos. Aguantad que os contemple  un poco. Spadaro, acerca el farol. (Mirándole con insolencia.) Ganas tenía de encontrarme con un caballerito como vos, y me importa mucho advertiros para vuestra seguridad que no debéis confundiros con esos jóvenes que van por ahí levantando escollos contra la Corona de España y diciendo que son modernos para ocultar sus intenciones. No me voy a andar con chiquitas. Aquí, bajo la protección española, no se ha de pintar de ese modo. Se hace realismo. Y, si no, se está demostrando ser enemigo declarado del virrey duque de Arcos y del impuesto sobre la fruta. Seamos realistas, amigo. Y el que no, que tome el portante si no lo quiere lamentar.
 Salvator: (Tomando el farol a Spadaro y aproximándolo a Ribera.) Aguantad que os contemple un poco. Ahora compruebo que, no sólo sois aquel eximio pintor de "San Andrés cortándose las uñas", sino una especie de policía que hace del realismo un impuesto.
 Ribera: (Echa mano a la espada, los otros dos le siguen. Floria lanza un grito.) ¡No paso por esa insolencia! Y, si sois caballero, alejad de la contienda a esa dama y a esa enana que no sé por qué demonios han de estar entorpeciendo aquí.
 Salvator: Pues están entorpeciendo aquí porque son mis clientes.
 Ribera: ¿Y con tan ilustres clientes seguís durmiendo sobre un banco? A mí no me queráis mentir, que yo, como español, lo sé todo.
 Floria: (Para sí.) Esta discusión la corto yo.
 Ribera: ¿Y por qué la vais a cortar vos, señora mía?
 Floria: Porque yo seré una ignorante en pintura, como acaba de opinar el señor Rosa, y... También es culpa mía que piense así, pues creí que estaba durmiendo y por dejarme llevar por esa moda impertinente de meditar en voz alta...
 Ribera: Al grano, señora.
 Salvator: Yo no he dicho que fueseis tan ignorante.
 Ribera: Bien, la señora es una ignorante, como ya es vox populi, pero ahora que diga lo que tenga que decir.
 Floria: Pues debo decir en aparte que sois muy poco galante.
 Ribera: Apartemos los apartes.
 Floria: Y para terminar mi argumento, yo diría que... a pesar de mi ignorancia...
 Spadaro: ¿Hay que dejarla hablar, maestro?
 Ribera: Soy un caballero español y no impediré jamás que una dama haga el ridículo.
 Salvator: ¡Eh, alto ahí! Yo afirmo que la señora Floria es inteligente y gentil y que ni una pizca de ignorancia en algunos puntos puede hacerla más encantadora. (A Floria.) Ahora hablad.
 Floria: Gracias, Salvator, gracias joven maestro. Yo entiendo que es una mayor grosería y un ridículo mayor pretender que todos sean realistas y que tan sólo se pinten santos y cestas de melocotones para que no se piense en otra cosa que en pagar los impuestos".

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