Parte primera
"Andrés: Estamos (Con un escalofrío.) a cinco kilómetros de nuestra vanguardia, solos en este bosque. No creo que sea para tomarlo a broma. A mí me parece un castigo terrible. No tenemos otra misión que hacer estallar un campo de minas y morir, para que los buenos chicos de la primera línea se enteren y se dispongan a la defensa. Pero a nosotros, ¿qué nos importará ya esa defensa? Nosotros ya estaremos muertos.
Pedro: Ya está bien, ¿no? Pareces un pájaro de mal agüero.
Andrés: Si es la verdad, Pedro... Es la verdad... ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me ponga a cantar? Es imposible cerrar los ojos. Yo... yo tengo miedo... Ten en cuenta que... yo no he entrado en fuego aún... Va a ser la primera vez... y la última. No me puedo figurar lo que es un combate. Y... ¡es horrible!
Pedro: Un combate no es nada. Lo peor ya lo has pasado.
Andrés: ¿Qué es... lo peor?
Pedro: El campamento. La instrucción. Seis, siete horas marchando bajo el sol, cuando el sargento no tiene compasión de ti, ¡un! ¡dos!, ¡un! ¡dos!, y tú sólo pides tumbarte boca arriba como una bestia reventada. Pero no hay piedad. Izquierda, derecha, desplegarse, ¡un! ¡dos! Paso ligero, ¡un! ¡dos!, ¡un! ¡dos Lo peor es eso. Largas marchas sin sentido. Caminos que no van a ninguna parte.
Andrés: (Lentamente.) Para mí lo peor es esta larga espera.
Pedro: Cuatro días no es una larga espera, y ya no puedes soportarlo... Figúrate si esto dura días y días... A mí me parece que hay que reservarse, tener ánimo... por ahora... Ya veremos...
Andrés: (Nervioso.) ¿No decían que la ofensiva era inminente? Yo ya me había hecho a la idea de morir, y no me importaba. "Nos liquidan y se acabó". Pero aquí parece que no hay guerra... El silencio... Sabemos que enfrente, detrás de los árboles, hay miles de soldados armados hasta los dientes y dispuestos a saltar sobre nosotros. ¿Quién sabe si ya nos han localizado y nos están perdonando la vida? Nos tienen bien seguros y se ríen de nosotros. Eso es lo que pasa, ¡cazados en la ratonera! Y queremos escuchar algo... y sólo hay el silencio... Es posible que meses y meses. ¿Quién podrá resistirlo?
Javier: (Con voz grave.) Dicen que son feroces y crueles... pero no sabemos hasta qué punto... se nos escapa... Y eso que se nos escapa es lo que da más miedo. Sabemos que su mente está dispuesta de otra forma... y eso nos inquieta, porque no podemos medirlos, reducirlos a objetos, dominarlos en nuestra imaginación... sabemos que creen fanáticamente en su fuerza y en su verdad... Sabemos que nos creen corrompidos, enfermos, incapaces del más pequeño movimiento de fe y de esperanza. Vienen a extirparnos, a quemar nuestras raíces... Son capaces de todo. Pero, ¿de qué son capaces? ¿De qué? Si lo supiéramos puede que tuviéramos miedo... pero es que yo no tengo miedo... es como angustia. No es lo peor morir en el combate... Lo que me aterra ahora es sobrevivir... caer prisionero... porque no puedo imaginarme cómo me matarían...
Andrés: Sí, es verdad. Comprendo lo que quieres decir. Si tuviéramos enfrente soldados franceses... o alemanes... todo sería muy distinto. Los conocemos. Hemos visto sus películas. Hemos leído sus libros. Sabemos un poco de su idioma. Es distinto.
Javier: Es terrible esta gente... este país... Estamos muy lejos...
Pedro: Lejos, ¿de qué?
Javier: No sé... lejos...
(Un silencio. Pedro, que ha mirado su reloj, se está poniendo el capote y el correaje. Coge el fusil.)
Pedro: Hasta luego".
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