Sucedidos varios
"Decía Abul-Qumaqim: "La base de la economía es que aquello tuyo que se halle en mi mano no pase a la tuya. Si lo que tengo es mío, es de mi propiedad; y si no es mío, yo lo merezco más que aquél que lo puso en mis manos. Quien suelta algo de su poder y se lo da a otro sin necesidad se lo está entregando. Separarse de algo es como donarlo."
[...]
Se enamoró de una mujer a la que no dejaba de seguir, llorando ante ella hasta que se apiadó de él. Ella era rica y él, pobre. Entonces le pidió una harisa (1) so pretexto de que ella se daba mejor maña para prepararla. Unos días después volvió a importunarla con el capricho de que quería cabezas; de aquí a poco le solicitó haysa (2) y luego una tifsila (3). A todo esto la mujer comentó: "He visto el amor de las gentes localizarse en el corazón, en el hígado y en las entrañas, pero tus amores no pasan del estómago".
Abul-Asbag añade algo: "Abul-Qumaqim al ir a casarse insistía preguntando por los dineros de la mujer y contabilizándolos y volviendo a inquirir por ellos hasta que le dijeron: "Te hemos informado sobre sus bienes, y ¿qué hay de los tuyos?" Y replicó: "¿A qué viene esa pregunta? Con lo suyo nos bastará a los dos".
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Antaño escuchamos la siguiente historia: se cuenta que un hombre había alcanzado el colmo de la avaricia, en la cual era casi adelantado. Cuando le venía un dírham a las manos le sermoneaba, le susurraba secretos, manifestándole su devoción y recriminándole su demora. Entre otras cosas, le decía: "¡Cuántas tierras recorriste, qué de bolsas abandonaste, a cuánto desvalido alzaste y a cuánto magnate oscureciste!" Conmigo no serás "desnudado ni expuesto al sol". A continuación lo echaba en su bolsa y añadía: "¡Habita, gracias a Dios, en un lugar en que no serás escarnecido ni vilipendiado ni incomodado". Y, desde luego, así era: dírham que metía ya no lo sacaba jamás.
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Ibn Hassan dijo: Vivía entre nosotros un hombre rico, que tenía un hermano pobre. Era avaro y vanidoso en extremo. Un día su hermano le dijo:
-¡Mal te las hayas! Soy pobre y con una gran familia que sustentar; en cambio, tú eres rico y tus espaldas están libres de la carga de las preocupaciones. Pero no me ayudas a afrontar los malos tiempos, ni me alivias con un poco de dinero, ni me sacas de ningún apuro. ¡Juro a Dios que no he visto ni oído nunca a nadie más tacaño que tú!
El otro dijo:
-¡Mal te las hayas! No es como piensas, ni mi dinero tan abundante como crees, ni soy tan avaro, ni de vida tan holgada como dices. ¡Juro a Dios que si tuviese un millón de dírhams, te regalaría quinientos mil! ¡So tales! ¿Acaso alguien que regala de golpe quinientos mil dírhams es un hombre avaro?"
(1) Plato de trigo cocido y carne picada.
(2) Plato a base de dátiles, mantequilla, harina y yogur.
(3) Sopa de lentejas.
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