martes, 10 de febrero de 2015

"Un cautivo enamorado".- Jean Genet (1910-1986)

  

"Así es como se componía mi vida de gestos sin trascendencia, sutilmente hinchados para parecer gestos audaces. Ahora bien, cuando comprendí lo siguiente, que mi vida era como un molde vacío, el vacío se volvió tan terrible como un abismo. El trabajo que se llama damasquinado consiste en utilizar un ácido para socavar una placa de acero con dibujos en hueco donde hay que incrustar hilos de oro. En mí faltaban los hilos de oro. Mi abandono en la Inclusa fue un nacimiento ciertamente diferente de los demás nacimientos pero no más temible que ellos; la infancia entre campesinos, cuyas vacas cuidaba, no se diferenciaba gran cosa de cualquier infancia; mi juventud de robo y prostitución se parecía a las demás juventudes que roban, se prostituyen, en acto o en sueños; mi vida visible no fue más que fingimientos bien enmascarados. Las cárceles fueron más bien maternales conmigo, más que las calles calurosas de Ámsterdam, de París, de Berlín, de Barcelona. No corría el riesgo de que mataran ni de morir de hambre, sus corredores eran el lugar más erótico pero más descansado que haya conocido. Los pocos meses que pasé en los Estados Unidos con los Panteras Negras serán también la prueba de la incorrecta interpretación de mi vida y de mis libros, pues los Panteras me veían como un rebelde, a menos que hubiera entre ellos y yo una complicidad que no sospechaban ellos mismos pues su movimiento, más bien una revuelta poética e interpretada como una obra de teatro que una voluntad de cambio radical, era un sueño que flotaba sobre la actividad de los blancos.
 Una vez admitidos tales pensamientos, los siguientes se derivaban de aquéllos: si toda mi vida estuvo en hueco pero se la vio en relieve, si el Movimiento negro fue ante todo simulacro para América y para mí, si acudí a él con naturalidad, con el candor que he dicho, si se me aceptó enseguida, fue porque habían reconocido en mí al simulador espontáneo; si los palestinos me pedían que aceptara una estancia en Palestina, es decir en el seno de una ficción, ¿habían reconocido acaso con mayor o menor claridad al simulador espontáneo? ¿Y son sus movimientos simulacros en los que no corro más riesgo que el de verme destruido? ¿Pero acaso no lo estoy ya por una no vida en hueco? Pensaba estas cosas, seguro de que a América e Israel no les hacía correr ningún riesgo este simulacro, derrotas presentadas como victorias, retrocesos presentados como otros tantos avances, en resumen un sueño que flotaba sobre el mundo árabe capaz de matar a los pasajeros de un avión, o sea nada que no sea un poco torpe. Al aceptar irme con los Panteras y, luego, con los palestinos, trayendo mi función de soñador al seno del sueño, ¿no era yo un elemento, uno más, que iba a privar de realidad a los Movimientos?"

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