miércoles, 17 de diciembre de 2014

"La revolución en la ética". Norbert Bilbeny (1953)


      

"Así, una ética para nuestro tiempo debe asumir los cambios y estar dispuesta al cambio. Adoptar, en particular, un punto de vista cognitivo es lo más consecuente con ello, pues todo lo que no consiguen los hábitos y creencias por sí mismos, por no disponer de tiempo para arraigar, puede ser suplido por el desarrollo cognitivo del individuo. Pero a la vez que este punto de vista la ética debe contar con el apoyo de la sensibilidad y el rescate, en especial, de los sentidos del tacto y la mirada, que hacen de la ética una tarea entre seres vivos y presentes, más que un cálculo estratégico. [...]
En la sociedad pluralista una ética común como la que se busca no puede reposar sobre principios imponderables o que no fueran conjugables con otras formas posibles de conducta. Esto último sería el caso de cualquier ética fundada en normas religiosas, pero también de aquellas que pretenden basarse en principios científicos o en supuestas verdades políticas, igualmente incompatibles con aquellas formas de conducta que no tienen su mismo contenido. En otras palabras, un sustrato ético común para una sociedad pluralista sólo es viable a través de principios ponderables que permitan, a diferencia de los principios cerrados, la compatibilidad de lo que para todos debe ser entendido y aceptado como bueno o correcto y lo que para cada uno sea su propia idea y realización de lo bueno. En el pluralismo una ética común excluye cualquier "ética de máximos", por más incuestionables o atractivos que nos parezcan sus principios. A pesar de ello, permanecerán cerrados a la pluralidad. La alternativa consiste en una ética del mínimo común moral, que es la basada en pautas comunicables y al mismo tiempo compatibles con todas aquellas que no están en abierta contradicción con ellas. No obstante hay éticas que bajo una apariencia de mínimos continúan propugnando una ética de máximos, como aquellas que se reclaman de los "derechos humanos" o del respeto incondicional a la "persona" del otro. Ambas presuponen respectivamente el concepto de Hombre y de Persona, que no son los mismos para todos y nos sitúan más allá del mínimo común exigible. Lo que tampoco quiere decir, en el otro extremo, que una ética del mínimo común moral suponga una especie de reducción al minimalismo ético. [...]
 Lo que importa ahora es el "orden de procedimientos" que ha de servir de base para una ética del mínimo común moral. De modo que hay al menos tres principios que pueden satisfacer la orientación cognitiva de una ética de este signo:
  1. Pensar por uno mismo
  2. Imaginarse en el lugar del otro a la hora de pensar
  3. Pensar de forma consecuente con uno mismo
 No se trata de principios doctrinales ni intuitivos. Recogen el desarrollo del conocimiento y a la vez lo estimulan, sin constituir por ello una ética de expertos o genios. Tal como dijo Kant al formular estos principios de "ilustración" (Aufklärung), pertenecen al común entendimiento humano y constituyen al mismo tiempo la guía de un pensamiento crítico. La revolución cognitiva de nuestra época, lo mismo que aquella época ilustrada que preparó la Revolución Francesa y las posteriores luchas de emancipación, favorece el desarrollo de dicho entendimiento común y de las facultades cognitivas en general de los individuos. [...] Además, los tres principios mínimos propuestos involucran elementos relativos a la imaginación y los sentidos [...]"

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