"Apología o confesión de fe de Pedro Abelardo.
A todos los hijos de la Santa Iglesia, Pedro Abelardo, uno de ellos y en ellos el más pequeño.
Conocido es el proverbio: "Nada hay tan bien dicho que no pueda ser mal interpretado". Y como recuerda San Jerónimo: "Quien escribe muchos libros tiene frente a sí muchos jueces".
Yo tampoco pude evitar ser amonestado a pesar de haber escrito pocas y pequeñas cosas o, en comparación con otros, ninguna. No obstante, no encuentro culpa alguna -bien lo sabe Dios- en todas esas graves acusaciones que se me hacen ni, de haber alguna, la defenderé contumazmente. Quizá escribí alguna cosa inconveniente por error, pero ante mi alma pongo por testigo y juez a Dios de que en todo eso de que se me acusa no lo hice con malicia o soberbia.
He hablado muchas cosas en muchas escuelas, pero nunca mi doctrina se alimentó con aguas furtivas y pan de tapadillo. He hablado abiertamente para edificación de la fe o de las costumbres, lo que me pareció que era saludable. Y todo lo que escribí lo expuse generosamente a todos, considerándolos no como discípulos sino como jueces. Y si en alguna parte me excedí hablando demasiado -según lo escrito: "en el mucho hablar siempre hay pecado"- nunca una defensa cerril me hizo hereje, dispuesto como estaba siempre a borrar o corregir mis afirmaciones mal expresadas. Y en este propósito me mantendré siempre hasta el fin.
Pero, así como es mi intención querer corregir cuanto estuviere mal expresado -si es que hay algo-, de la misma manera estoy dispuesto a rechazar los crímenes que indebidamente se me imputan. Teniendo en cuenta lo que dice San Agustín: " es cruel quien descuida su buen nombre", y aquello de Cicerón: "callar es como confesar", creí justo responder a los cargos que se hacen contra mí. Trato de ejercer aquel tipo de razonamiento que San Gregorio propone a sus fieles contra la lengua de los delatores: "Cierto -dice- que no debemos excitar por nuestra culpa las lenguas de los detractores, para que no perezcan, y de la misma manera debemos tolerar aquellas que por su malicia comenzaron a calumniarnos, a fin de que ello aumente nuestro mérito. Pero a veces debemos frenarlas a fin de que, mientras difunden cosas malas contra nosotros, no se corrompan los corazones de aquellos que podrían oír cosas buenas de nosotros". Reconozca, pues, la caridad fraterna que yo, como un hijo cualquiera de la santa Iglesia, acepto con ella todo lo que ella acepta y rechazo todo lo que ella rechaza. Sepa que yo no he roto la unidad de la fe, aunque la calidad de mis costumbres no permitan compararse a los demás.
[...]
Por lo que se refiere a los cargos contra mí formulados y que llevan a nuestro amigo a concluir, con tal fin, que todas estas proposiciones se encuentran parte en el libro de Teología del maestro Pedro, parte en el libro de las Sentencias del mismo y parte en el libro que lleva por título Conócete a ti mismo, he de confesar que los recibí con la máxima extrañeza y admiración. Pues nunca se probará que un libro titulado de las Sentencias haya sido escrito por mí. Lo mismo que el resto de los cargos, también este se formuló o por malicia o por ignorancia.
Si todavía queda algún consuelo en Cristo, si hay entrañas de misericordia, apelo y suplico a vuestra piedad fraterna, a fin de que nadie, manchándose de una nueva infamia, tropiece en mi inocencia, a la que la verdad libera de toda culpa. Pues es propio de la caridad no aceptar infamia alguna contra el prójimo e incluso las dudosas tomarlas en el mejor sentido. Y tener siempre delante aquella sentencia de la misericordia del Señor: "No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados".
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