martes, 16 de diciembre de 2014

"El perdedor radical". Hans M. Enzensberger (1929)


  

"Desde los días del poeta*, la situación de las sociedades árabes no ha mejorado en absoluto. Así lo demuestra uno de los inventarios más exhaustivos que jamás se hayan confeccionado sobre este tema: el a menudo citado y rara vez asumido Arab Human Development Report, elaborado por encargo de las Naciones Unidas entre 2002 y 2004. Hay que remarcar que fueron autores árabes, encabezados por el sociólogo egipcio Nader Fergany, los que redactaron ese texto. No representa por tanto una visión occidental del problema, sino que es un documento de autocrítica valiente, aunque trata con suma prudencia la dimensión religiosa, cosa más que comprensible por otra parte teniendo en cuenta el estado de opinión dominante en el mundo islámico. El análisis abarca a los 22 estados miembros de la Liga Árabe, que totalizan 289 millones de habitantes. Naturalmente, éste no es el lugar para presentar en detalle el voluminoso informe. Su enfoque central es el Índice de Desarrollo Humano, que contempla parámetros tales como la esperanza de vida, la educación escolar, la renta per cápita y el grado de alfabetización. Hay cuatro cuestiones en las que se hace particular hincapié: el nivel de libertad política, la prosperidad económica, la educación y el conocimiento, y la situación de la mujer. En todos estos ámbitos, el informe constata un grave déficit, diagnóstico que viene apuntalado por un cúmulo de datos estadísticos. Por lo que se refiere a la libertad política, los Estados árabes ocupan el último lugar de todas las regiones mundiales, quedando incluso por debajo del África subsahariana. Lo mismo vale para la economía. Aun contabilizando los enormes ingresos que obtienen con el petróleo, los países árabes registraron el segundo peor resultado; sólo África presenta un panorama todavía más oscuro. Los Estados árabes dedican un escaso 0,2% de su producto nacional bruto a investigación y desarrollo, lo que equivale a la séptima parte de la media mundial. La cuota de libros impresos en el mundo árabe es el 0,8% de la producción mundial. El número de traducciones de otras lenguas que allí se publicaron desde los tiempos del califa Al Mamun, o sea a lo largo de mil doscientos años, corresponde a la producción que España alcanza en tan sólo un año. El informe comprueba la existencia de barreras similares en cuanto a la posición de la mujer en la sociedad. También en este campo la distancia con respecto a las demás regiones del mundo es considerable; sólo el África Subsahariana presenta indicadores significativamente peores que los Estados de la Liga Árabe; así, por ejemplo, una de cada dos mujeres árabes no sabe leer ni escribir.

 Hasta aquí el statu quo. Naturalmente, un estudio que se limita a suministrar una instantánea basada en sobrios datos plantea más preguntas de las que puede resolver.
  La pregunta más lacerante es: ¿cómo se produjo el declive de aquella civilización de la que emergió la religión mundial del islam? Sabido es que alcanzó su máximo esplendor en tiempos del califato. En aquel entonces fue muy superior a Europa en el campo militar, económico y cultural. Esa época, que quedó ocho siglos atrás, sigue desempeñando un papel central en la memoria colectiva del mundo árabe. A menudo es transfigurada en idilio y erigida en utopía retrospectiva.
  Desde entonces el poder, el prestigio y el peso cultural y económico de los árabes han disminuido continuamente. Tal descalabro sin parangón constituye un enigma y ha provocado hasta el día de hoy un notable dolor fantasma".

*El autor se refiere al poeta musulmán Husain Hali (1837-1914), natural de la India.

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