III.- La memoria
«Inventaste la muerte con tu ausencia,
y le diste tu nombre, el de María,
y le fuiste añadiendo, cada día,
espesor, plenitud y consistencia.
Toda te desviviste en la querencia
de dar vida a la muerte. La nutría
tu derramado ser. Te devolvía
la criatura una bruma que silencia.
La muerte es ahora tú, y tú eres ella.
No puedo hablar contigo. Me responde
con tu voz otro ser. Tras de su huella
sigo un camino oscuro y desolado
que conduce al silencio en que se esconde
la respuesta a un oído a ti sellado.
***
Se te rinde la muerte, convencida
de que debe tenerte por modelo.
Los gestos, el hablar, la ropa, el pelo
te usurpa en juventud recién nacida.
Nocturna es la parodia de la vida,
nocturna vives otra en el subsuelo
donde falsa es la luna y falso el cielo,
y tú -la realidad- estás dormida.
Sólo la juventud imitadora,
temiendo que el modelo se despierte,
lo nubla en negación, porque lo adora.
Te impone lo imposible de un espejo
fundar la adolescencia de la muerte;
pero nunca has de verte en el reflejo.
[...]
IV.-Tus vacíos
Todo lo que supiste has olvidado.
No sabes ni quién eres ni quién fuiste.
Careces de motivos de estar triste.
Careces aun de ti. Te has refugiado
en donde no más tú, desdibujado
rectángulo de niebla que no existe.
Ni siquiera descansas: te aboliste.
Sólo descansa un yo si está habitado.
Despojos de memoria te sustento,
facciones, ademanes, forma, acento,
aunque ni en mi retrato puedas verte.
Soy tu fantasma, el yo soy que te puebla
de tristeza la mínima tiniebla.
Es tuya esa tristeza. Soy tu muerte.
***
Te fuiste de la vida tan temprano
que el tiempo no admitió la despedida
y ocupó tu lugar, vivió tu vida,
prolongó primavera y fue verano.
la ficción natural inadvertida;
madurez te aportó, fruta venida
con grávida dulzura hasta la mano.
Y luego, la vejez. El tiempo duda,
tras su sombra camina vacilante,
mientras que sin saberlo se desnuda.
Morías, otra vez, en cada hoja
desprendida de ti, de tu imitante,
que no tiene una mano que lo acoja.
[...]
***
El lápiz de carmín que, inacabado,
matizarte los labios aún espera,
no sabe que te has ido, que estás fuera,
que no puedes usarlo al otro lado.
Inútil vocación de enamorado
espesamente en sueños exagera
su deslizársete, de tal manera,
que pareces pintada demasiado.
Ausente de tus labios, fuiste a un viaje
sin retorno posible, a lejanía
en donde no se usa maquillaje.
Se acabará el carmín, formas extintas
pintando, pues las sueña, en demasía,
e ignorando que tú ya no te pintas.»
[El texto pertenece a la edición en español de Ediciones La Palma, 1993, pp. 42-43, 58-59 y 63. ISBN: 84-87417-34-5.]