lunes, 13 de octubre de 2014

"El burgués". Werner Sombart (1863-1941)


 "No cabe duda de que -debido sobre todo a los adelantos de la técnica moderna- el interés técnico, o más concretamente, el interés por los problemas técnicos, ha pasado a la vanguardia de todos los intereses. Y ello es comprensible. Las conquistas cada vez más importantes registradas en el ámbito de la técnica han despertado la curiosidad, se han atraído la atención general y han dado gloria a su época. La técnica es el único campo de la cultura donde podemos hacer, sin ningún temor, el balance de nuestros logros, ¿y no habría de atraerse la técnica, encerrando como encierra las únicas conquistas verdaderamente importantes, el interés de la masa, que corre siempre en pos del éxito? Es un hecho indiscutible que para el hombre actual, o al menos para la juventud, la telegrafía sin hilos y la aeronáutica resultan más interesantes que el problema del pecado original o las cuitas del joven Werther.
   A los grandes progresos de la técnica debemos aún otra característica del espíritu de nuestro tiempo: el valor exagerado que se atribuye a los bienes materiales. Nos hemos hecho ricos muy aprisa, nos hemos acostumbrado a la paz, la técnica nos ha proporcionado seguridad ante los horrores de la peste y del cólera: ¿qué tiene, pues, de extraño que los instintos más bajos de la persona, su gusto por el placer desenfrenado, su sentido del confort y del bienestar, hayan sofocado todo sentimiento idealista? El rebaño pasta apaciblemente en las verdes praderas.
  Este incremento de los intereses materiales ha favorecido la actitud materialista del empresario capitalista en la medida en que ha fomentado en él, de manera esencial, el interés por las riquezas, es decir, su afán de lucro. La caza del dólar no es tan ficticia como, desde la atalaya de su fabulosa riqueza, pretenden demostrar los filósofos-empresarios. Se trata, por el contrario, de uno de los móviles más eficaces dentro del complejo de la economía moderna; el afán ilimitado de lucro, que en definitiva es un corolario de los progresos de la técnica, constituye un elemento muy importante de la psique de los sujetos económicos modernos. El hecho de que esta fiebre de ganancias no aparezca empañada por ninguna clase de mácula, de que hoy no se tenga por indigna esa caza del dólar, de que nos codeemos en la sociedad con personas de las que todo el mundo sabe que su único afán en la vida es el dinero, todo ello ha contribuido, como es natural, al desarrollo de esta faceta del espíritu capitalista, y todo ello sólo ha sido posible cuando la mentalidad general de la época se transformó totalmente bajo la influencia de los adelantos técnicos.
  [...] En íntima relación con esto se halla también el entusiasmo por el "progreso", que actúa como fuerza motriz [...]. Pues si la absurda idea de "progreso" tiene algún sentido, éste reside con toda seguridad en el dominio de la capacidad técnica. Desde luego no puede decirse que Kant haya progresado con respecto a Platón, o Bentham, con respecto a Buda, pero sí que la máquina de vapor tipo 1913 supone un progreso con respecto a la de Watt.
  También en relación con esta reestructuración de los valores se halla otro importante fenómeno de la vida espiritual del hombre económico moderno (del hombre en general): los medios han alcanzado la categoría de fines. Cierto es que en esta inversión de valores el dinero desempeña de nuevo un importante papel; pero también la técnica. Sus adelantos han hecho que el hombre se interese cada vez más por el cómo se hace una cosa y cómo funciona, independientemente del para qué sirve. Los "medios" -para el control de la circulación o para la impresión de un periódico, por ejemplo- se han hecho tan complejos que despiertan nuestra admiración y acaparan por completo nuestro interés. Terminamos entonces por olvidar la finalidad a que han de servir. [...]
  Y por último, otra cosa: ya vimos que el espíritu del burgués de nuestros días se caracteriza por su total desinterés por la suerte que corra el hombre. Veíamos que el hombre ha sido desalojado del centro de la valoración económica, que ya sólo interesa el proceso (de producción, de transporte, de fijación de precios, etc.): fiat productio et pereat homo. Pero, ¿no es esta nueva mentalidad del sujeto económico mera consecuencia de la metamorfosis sufrida por el proceso técnico? Sabemos que la tecnología moderna ha desligado el proceso de producción de su órgano productor: el hombre. En lugar de una estructura orgánica basada en la persona viva, los procesos de producción presentan ahora una organización mecánica y utilitaria, orientada exclusivamente hacia el éxito".
   (Capítulo 26: La técnica)

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