martes, 11 de noviembre de 2014

"Discursos y cartas". Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764)


  

"Razón del gusto.
 
  Es axioma recibido de todo el mundo, que contra gusto no hay disputa. Y yo reclamo contra este recibidísimo axioma, pretendiendo que cabe disputa sobre el gusto, y cabe razones que le abonen o le disuadan.
  Considero que al verme el lector constituido en este empeño creerá que me armo contra el axioma con el sentir común de que hay gustos malos que llaman estragados: Fulano tiene mal gusto en esto, se dice a cada paso. De donde parece se infiere que cabe disputa sobre el gusto, pues si hay gustos malos y gustos buenos, como la bondad o malicia de ellos no consta muchas veces con evidencia, antes unos pretenden que tal gusto es bueno y otros que malo, pueden darse razones por una y otra parte, esto es, que prueben la malicia y la bondad.
  Pero estoy tan lejos de aprovecharme de esta vulgaridad que antes siento que hablando filosóficamente nunca se puede decir con verdad que hay gusto malo o que alguno tiene mal gusto, sea en lo que se fuere. Distinguen los filósofos tres géneros de bienes: el honesto, el útil y el delectable. De estos tres bienes sólo el último pertenece al gusto: los otros dos están fuera de su esfera. Su único objeto es bien delectable y nunca puede padecer error en orden a él. Puede la voluntad abrazar como honesto un objeto que no sea honesto, o como útil el que es inútil, por representárselos tales falsamente el entendimiento. Pero es imposible que abrace como delectable objeto que realmente no lo sea. La razón es clara: porque si lo abraza como delectable, gusta de él; si gusta de él, actual y realmente es delectable el objeto. Luego el gusto en razón de gusto siempre es bueno con aquella bondad real que únicamente le pertenece, pues la bondad real que toca el gusto en el objeto, no puede menos de refundirse en el acto.
  Ni se me diga que cuando el gusto se llama malo no es porque carece de bondad delectable, sino de la honesta o de la útil. Hago manifiesto que no es así. Cuando uno en día que le está prohibida toda carne, come una bella perdiz, aquel acto es sin duda inhonesto; con todo, nadie por eso dice que tiene mal gusto en comer la perdiz. Tampoco cuando gusta en regalarse más de lo que alcanzan sus medios y de ese modo va arruinando su hacienda, se dice que tiene mal gusto, aunque ese gusto carece de bondad útil: luego sólo se llama mal gusto el que carece de otra bondad distinta de la honesta y la útil. No hay otra distinta que la delectable y de ésta tengo probado que nunca carece el gusto: luego, contra toda razón se dice que algún gusto, sea el que se fuere es malo.
  Los africanos gustan del canto de los grillos más que de cualquiera otra música. Ateas, rey de los Escitas, quería más oír los relinchos de su caballo que al famoso músico Ismenias. ¿Dirase que aquéllos tienen mal gusto y éste lo tiene peor? No, sino bueno, así éste como aquéllos. Quien percibe deleite en oír esos sonidos, tiene el gusto bueno con la bondad delectable. Muchos pueblos septentrionales comen las carnes del oso, lobo y del zorro; los tártaros, las del caballo; los árabes, las del camello. En partes de la África se comen cocodrilos y serpientes. ¿Tienen todos éstos mal gusto? No, sino bueno. Sábenles bien esas carnes y es imposible saberles bien y que el gusto sea malo, o por mejor decir, ser gusto, y ser malo es implicación manifiesta, porque sería lo mismo que tener bondad delectable y carecer de ella,
  Con todo esto digo que caben disputas sobre el gusto. Para cuya comprobación me es preciso impugnar otro error común que se da la mano con el expresado; esto es, que no se puede dar razón del gusto. Tiénese por pregunta extravagante si uno pregunta a otro por qué gusta de tal cosa y juzga el preguntado que no hay otra respuesta que dar sino gusto porque gusto, o gusto porque es de mi gusto o porque me agrada, etcétera, lo que nace de la común persuasión que hay de que del gusto no se puede dar razón. Yo estoy en la contraria".   
 

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