lunes, 3 de noviembre de 2014

"¿Cómo hay que leer un libro?". Virginia Woolf (1882-1941)


 

"En realidad, el único consejo que una persona puede dar a otra, en lo referente a leer, es que no siga consejo alguno, que sólo siga sus propios instintos, que sólo use su propia razón, que llegue a sus propias conclusiones. [...] No cabe duda de que la batalla de Waterloo se libró cierto día determinado, pero ¿es Hamlet una obra mejor que El rey Lear? Nadie puede decirlo. Cada cual debe decidir por sí mismo. Dar entrada a autoridades, por muy togadas que sean, en nuestras bibliotecas y dejar que nos digan cómo debemos leer, qué debemos leer, qué valores debemos dar a lo que leemos, es destruir el espíritu de libertad que es la vida de estos santuarios. En todas las demás esferas del vivir nos pueden atar mediante leyes y convenciones, pero en ésta, no.
  [...] Parece fácil afirmar que, como sea que los libros se dividen en géneros -novela, biografía, poesía-, lo mejor es separarlos en tales categorías y sacar de cada libro lo que este libro debe darnos. Sin embargo, pocas son las personas que piden a los libros lo que los libros pueden darnos. Por lo general, nos acercamos a los libros con mentalidad confusa y parcial, y pedimos a la novela que sea verdad, a la poesía que sea falsa, a la biografía que sea halagadora, a la historia que fortifique nuestros prejuicios. Si pudiéramos eliminar esos conceptos previos al leer, ello sería, en sí mismo, un admirable principio. No debemos dictar al autor, sino identificarnos con él. Debemos colaborar con el autor, ser su cómplice. Quien se echa atrás, se reserva y critica desde el principio, no hace más que impedirse a sí mismo sacar de la lectura el máximo valor posible. Pero, si se abre lo más posible la mente, los signos y rastros casi imperceptibles, ya desde los giros y ritmos de las primeras frases, pondrán al lector en presencia de un ser humano que a nadie se parece. Basaros en esto, familiarizaros con ello y pronto descubriréis que el autor os da, o intenta daros, algo mucho más concreto. [...] Leer novelas es un arte difícil y complejo. Y no sólo debemos tener muy fina percepción, sino ser también capaces de gran audacia imaginativa, si queremos hacer pleno uso de lo que el autor -el gran novelista- nos da.
  Sin embargo, bastará una ojeada a la heterogénea tropa que llena la estantería para ver que los escritores rara vez son "grandes artistas". Muy a menudo, los libros ni siquiera pretenden ser una obra de arte.
   [...] Si todo lo dicho es verdad, si leer un libro tal como se debe exige tan alto grado de imaginación, comprensión y criterio, probablemente concluiréis que la literatura es un arte muy complejo, y que es muy probable que no lleguemos a ser capaces, después de toda una vida dedicada a la lectura, de hacer aportación alguna, digna de consideración, a la crítica literaria. [...] Si el autor tuviera conciencia de que, detrás de los tiros que a tontas y a locas dispara la prensa, hay otra clase de crítica, consistente en la opinión de las personas que leen por amor a la lectura, despacio y sin profesionalismos, y que emiten juicios, animados por gran comprensión y gran severidad, ¿no mejoraría esto la calidad de sus obras?
   [...] A veces he soñado que, cuando amanezca el día del Juicio Final, y los grandes conquistadores, legisladores y hombres de Estado acudan a recibir sus recompensas -sus coronas, sus laureles, las lápidas con su nombre indeleblemente inciso en imperecedero mármol-, el Todopoderoso se dirigirá a Pedro y le dirá, no sin cierta envidia, cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo los brazos: "Oye, éstos no necesitan recompensa. Aquí nada podemos darles. Son los amantes de la lectura".

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