viernes, 21 de noviembre de 2014

"El Estado y la revolución". Vladimir Ilich Lenin (1870-1924)


 

"El Estado capitalista desahucia a una familia obrera que, habiendo perdido a la persona que la mantenía, deja de pagar el alquiler. Aparece el alguacil, un policía o un guardia, o un pelotón entero. En un barrio obrero, para ejecutar un desahucio, tiene que acudir un destacamento de cosacos. ¿Por qué? Porque el alguacil y el guardia se niegan a ir sin el auxilio de una nutrida escolta militar. Saben que el espectáculo del desahucio suele provocar en toda la población de los alrededores, en miles y miles de personas, llevadas casi a la desesperación, una ira tan furiosa, un odio tal contra los capitalistas y contra el Estado capitalista, que el alguacil y todo el pelotón de guardias pueden quedar despedazados en un momento. Hacen falta importantes fuerzas armadas, hay que traer a una ciudad unos cuantos regimientos, precisamente de alguna zona alejada para que los soldados no sepan nada de la vida de los pobres de la ciudad, para que no puedan "contagiarse" de socialismo.
  El Estado proletario recurre a la coerción para instalar en la vivienda de un rico a una familia extremadamente necesitada. Nuestro destacamento de la milicia obrera se compone, supongamos, de 15 personas: dos marinos, dos soldados, dos obreros conscientes (bastará que uno de ellos sea miembro de nuestro Partido o simpatizante), un intelectual y ocho trabajadores pobres y, entre ellos, por lo menos, cinco mujeres, criados, peones, etc. El destacamento se presenta en la casa de la familia rica, la revisa y se encuentra con cinco habitaciones ocupadas por dos hombres y dos mujeres. "Ciudadanos -les dicen-, acomódense ustedes por este invierno en dos habitaciones y dejen otras dos para alojar en ellas a dos familias que viven en el sótano. Temporalmente, mientras con la ayuda de los ingenieros (¿usted es ingeniero, verdad?) no hayamos construido buenas viviendas para todos, forzosamente tendrán ustedes que estrecharse un poco. Su teléfono se pondrá a disposición de diez familias, con lo cual se economizarán unas cien horas de trabajo, caminatas por tiendas, etc. Además, hay en su familia dos semiobreros desocupados que pueden ejecutar un trabajo fácil: una ciudadana de 55 años y un ciudadano de 14. Harán diariamente una guardia de 3 horas para velar por la distribución justa de víveres entre las 10 familias y llevar el correspondiente registro. El ciudadano estudiante que forma parte de nuestro destacamento redactará ahora en dos copias esta orden oficial y ustedes tendrán la bondad de firmarnos una declaración por la que se comprometen a cumplirla exactamente".
  Tal podría ser, a mi juicio, expuesta en ejemplos concretos, la diferencia entre el aparato y la administración estatal vieja, burguesa, y la nueva, socialista.
  [...] A nuestro modo de ver, para mitigar los inauditos sufrimientos y desgracias originados por la guerra, así como para curar las horribles heridas que ésta ha causado al pueblo, se impone una democracia revolucionaria, se imponen medidas revolucionarias, cabalmente del tipo de la que hemos puesto como ejemplo en la distribución de viviendas en beneficio de los pobres. Del mismo modo hay que proceder en la ciudad y en el campo con los víveres, con las prendas de vestir, con el calzado, etc. y en el campo, con la tierra y lo demás. Para administrar el Estado en este sentido podemos disponer en seguida de un aparato estatal de unos diez millones de hombres, si no veinte, un aparato como jamás lo ha conocido ningún Estado capitalista. Sólo nosotros podemos crear ese aparato porque contamos con la adhesión completa, sin reservas, de la inmensa mayoría de la población".
 

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