domingo, 24 de diciembre de 2023

La conexión cósmica.- Carl Sagan (1934-1996)


Carl Sagan - Wikipedia
26.-La conexión cósmica


 «Desde los primeros tiempos, los seres humanos han reflexionado sobre el lugar que ocupan en el Universo. Se han preguntado si están conectados de alguna manera con el asombroso e inmenso Cosmos en el que la Tierra está inmersa.
 Hace muchos miles de años se inventó una seudo-ciencia llamada Astrología. Las posiciones de los planetas, al nacer un niño, se creía que desempeñaban un papel importantísimo en determinar su futuro. Los planetas, puntos de luz de eterno parpadear, eran dioses. En su vanidad, el hombre imaginó un Universo diseñado para su propio beneficio y perfectamente organizado para su uso particular.
 Quizá se supuso que los planetas eran dioses a causa de sus movimientos irregulares. La palabra “planeta” significa, en griego, vagabundo. El imprevisible comportamiento de los dioses en muchas leyendas puede haber correspondido con los, al parecer, también imprevisibles movimientos de los planetas. Se supone que se razonó así: Los dioses no se sujetan a normas; los planetas no se sujetan a normas; los planetas son dioses.
 Cuando la antigua casta sacerdotal astrológica descubrió que el movimiento de los planetas no era irregular, sino previsible, se guardaron la información para sí. No valía la pena preocupar innecesariamente al populacho, socavar sus creencias religiosas y erosionar las bases del poder político. Además, el Sol era la fuente de vida. La Luna, mediante las mareas, dominaba la agricultura, especialmente en las cuencas de ríos como el Indo, el Nilo, el Yangtze, y el Tigris-Éufrates. ¡Cuán razonable era entonces que estas luces menores, los planetas, ejercieran influencia sobre la vida humana, una influencia más sutil, pero no menos eficaz!
 La búsqueda de una conexión, el eslabón entre la gente y el Universo, no ha disminuido desde los albores de la astrología. A pesar de los avances de la ciencia, aún persiste tal necesidad.
 Ahora sabemos que los planetas son, aproximadamente, mundos como el nuestro. Sabemos también que su luz y gravedad no influyen en absoluto en el nacimiento de un niño. Sabemos que hay enormes cantidades de otros objetos —asteroides, cometas, pulsars, quasars, galaxias explosivas, agujeros negros, etcétera—, objetos desconocidos para los antiguos especuladores que inventaron la astrología. El Universo es muchísimo más grande de lo que pudieron haber imaginado.
 La Astrología no ha tratado de mantenerse a la altura de los tiempos. Incluso los cálculos de los movimientos planetarios y posiciones establecidos por la mayor parte de los astrólogos son normalmente inexactos.
 Ningún estudio muestra estadísticamente un índice de éxitos significativos al predecir, mediante sus horóscopos, el futuro o los rasgos de la personalidad de los recién nacidos. No hay ningún campo de radio-astrología, o astrología por rayos X, o astrología por rayos gamma, que tengan en cuenta las nuevas fuentes astronómico-energéticas descubiertas en años recientes.
 Sin embargo, la Astrología sigue siendo sumamente popular en todas partes. Por lo demás, hay diez veces más astrólogos que astrónomos. Un gran número, probablemente la mayor parte, de periódicos en los Estados Unidos publican diariamente sus secciones de horóscopos.
 Mucha gente joven, gente brillante y socialmente bien situada, siente gran interés por la Astrología. Satisface una necesidad interior de sentirse importantes como seres humanos en un Cosmos inmenso y asombroso, creer que de alguna manera nos relacionamos con el Universo, ideal de muchas experiencias religiosas y con drogas, el samadhi de algunas religiones orientales.
 Los grandes conocimientos de la astronomía moderna demuestran que, en algunos aspectos muy diferentes a los imaginados por los antiguos astrólogos, estamos conectados con el Universo.
 Los primeros científicos y filósofos —Aristóteles, por ejemplo— imaginaron que el cielo estaba hecho de un material diferente al de la Tierra, una especie de substancia celeste, pura e inmaculada. Ahora sabemos que éste no es el caso. Trozos del cinturón de asteroides llamados meteoritos, las muestras de la Luna traídas por los astronautas del Apolo y por las sondas soviéticas, el viento solar y los rayos cósmicos, que probablemente se generan por la explosión de estrellas y sus restos, todos ellos muestran la presencia de los mismos átomos que conocemos aquí, en la Tierra. La espectroscopia astronómica puede determinar la composición química de estrellas situadas a miles de millones de años luz de distancia. Todo el Universo está hecho con material familiar. Los mismos átomos y moléculas se hallan presentes a enormes distancias de la Tierra como lo están dentro de nuestro Sistema Solar.
 Estos estudios conducen a una notable conclusión. No solamente el Universo está en todas partes constituido por los mismos átomos, sino que los átomos, hablando en términos generales, están presentes en todas partes y en aproximadamente las mismas proporciones.
La conexión cósmica una perspectiva extraterrestre[1973] sagan carl … Casi toda la substancia de las estrellas y la materia interestelar entre estrellas es hidrógeno y helio, los dos átomos más simples. Todos los demás átomos son impurezas, constituyentes vestigiales. Esto también puede aplicarse a los grandes planetas exteriores de nuestro Sistema Solar, como Júpiter. Pero no es así en cuanto se refiere a los trozos comparativamente pequeños de roca y metal en la parte interior del Sistema Solar, como nuestro planeta Tierra. Esto ocurre porque los pequeños planetas terrestres tienen gravedades demasiado débiles para retener sus atmósferas originales de hidrógeno y helio, atmósferas que gradualmente han escapado al espacio.
 Los siguientes átomos más abundantes en el Universo son el oxígeno, carbono, nitrógeno y neón. Todo el Mundo ha oído hablar de estos átomos. ¿Por qué los elementos que más abundan en el plano cósmico son los más razonablemente corrientes en la Tierra, y no, por ejemplo, el Ytrio o el praseodimio?
 La teoría de la evolución de las estrellas está lo suficientemente avanzada para que los astrónomos puedan comprender sus diferentes clases y sus relaciones: cómo una estrella nace del gas y polvo interestelares, cómo brilla y se desarrolla mediante reacciones termonucleares en su ardiente interior, y cómo muere. Estas reacciones termonucleares son de la misma clase que las reacciones que fundamentan las armas nucleares (bombas de hidrógeno): la conversión de, cuatro átomos de hidrógeno en uno de helio.
 Pero en las posteriores etapas de la evolución estelar en el interior de las estrellas se alcanzan elevadas temperaturas, y los elementos más pesados que el helio se generan por procesos termonucleares. La astrofísica nuclear indica que los átomos más abundantes, producidos en estas gigantescas estrellas ardientes, son precisamente los átomos que más se encuentran en la Tierra y en cualquier otra parte del Universo. Los átomos pesados, generados en los interiores de los gigantes rojos, son arrojados al medio interestelar mediante un lento reflujo desde la atmósfera de la estrella, como nuestro propio viento solar, o por medio de poderosas explosiones estelares, algunas de las cuales pueden hacer que una estrella brille mil millones de veces más que nuestro Sol.
 Un reciente estudio espectroscópico con infrarrojos de estrellas en fusión descubrió que están lanzando al espacio silicatos, polvo de roca arrojado al medio interestelar. Las estrellas de carbono probablemente lanzan partículas de grafito al espacio cósmico que las rodea. Otras estrellas desprenden hielo.
 En sus primeras etapas históricas, probablemente algunas estrellas como el Sol lanzaron fuera de sí grandes cantidades de compuestos orgánicos al espacio interestelar; de hecho y mediante el empleo de métodos radioastronómicos, se encuentran moléculas orgánicas simples que parecen rellenar el espacio entre las estrellas. La nebulosa planetaria más brillante que se conoce (una nebulosa planetaria es una nube en expansión, por lo general rodeada por una estrella explosiva llamada nova) parece contener partículas de carbonato de magnesio.
 Estos átomos pesados —carbono, nitrógeno, oxígeno, silicio, y demás— flotan en el medio interestelar hasta que en algún momento posterior se da una condensación gravitacional local y se forman un nuevo sol y nuevos planetas. Este sistema solar de segunda generación está enriquecido por elementos pesados.
 El destino de los seres humanos puede no estar conectado de una manera profunda con el resto del Universo, pero la materia de que estamos hechos se halla íntimamente ligada a procesos que ocurrieron durante inmensos intervalos de tiempo y enormes distancias en el espacio lejos de nosotros. Nuestro Sol es una estrella de tercera generación. Todo el material rocoso y metálico sobre el cual nos encontramos el hierro de nuestra sangre, el calcio de nuestros dientes, o el carbono de nuestros genes se produjeron hace miles de millones de años en el interior de una gigantesca estrella roja. Estamos hechos de material estelar.
 Nuestra conexión molecular y atómica con el resto del Universo es un circuito cósmico real y nada caprichoso o imaginativo.
 Al explorar el firmamento que nos rodea con el telescopio y con las naves espaciales, es posible que surjan otros circuitos. Pueden ser una red de civilizaciones extraterrestres intercomunicadas a las que probablemente mañana tengamos que unirnos nosotros. La fallida declaración de la astrología —que las estrellas influyen sobre nuestros caracteres individuales— no será confirmada por la astronomía moderna.
 Pero la profunda necesidad humana de buscar y comprender nuestra conexión con el Universo, es un objetivo dentro de nuestro alcance.»

  [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Orbis, 1986, en traducción de Jaime Piñeiro, pp.168-172. ISBN: 978-84-7634-115-5.]

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