Libro V
«Un individuo soñó que estaba unido mediante
una cadena al pedestal de la estatua de Posidón que hay en el Istmo. Se
convirtió en su sacerdote y, en consecuencia, ya no le fue posible alejarse de
los lugares donde ejercía su ministerio.
Un marido soñó que sacrificaba en público a la propia mujer como si se
tratase de una víctima. Tras dividirla en trozos, la vendía y obtenía a cambios
unos pingües beneficios. Y le parecía que disfrutaba con ello y que intentaba
esconder el dinero así ganado a causa de la envidia suscitada entre los que
estaban a su alrededor. Esta persona, por haber prostituido a su esposa, se
enriqueció por medios infames y, en efecto, su comercio le resultaba provechoso
desde el punto de vista del lucro, pero digno de permanecer en secreto.
Un individuo soñó que entraba en el gimnasio de su ciudad natal y que
veía su propia efigie, la cual en la realidad se alzaba en aquel lugar. A
continuación le parecía que todo el revestimiento exterior del monumento se
derrumbaba. A una persona que le interrogaba sobre el accidente que le había
sucedido a la escultura le respondió en medio del sueño: “Mi estatua ha
permanecido indemne, pero el edículo se ha arruinado”. Se quedó cojo de ambos
pies, como era lógico. Pues el gimnasio simbolizaba el bienestar de todo el
organismo, su figura se correspondía con el rostro y la construcción externa
con el resto de su cuerpo.
Un hombre soñó que se frotaba el trasero con polvos de incienso. Fue
condenado por impiedad, dado que había profanado una sustancia con la que
honramos a los dioses. El perfume indicaba que no conseguiría pasar
inadvertido.
Un individuo soñó que bebía mostaza triturada en estado líquido. Más
tarde, fue procesado y acusado de homicidio. Tras ser declarado culpable, fue
decapitado. En realidad, se trataba de una disolución que ni se usa ni resulta
bebible en absoluto. Además la mostaza ingerida había sido previamente pasada
por un objeto llamado criba y, en consecuencia, fue condenado a la pena capital
por una persona con un nombre relacionado etimológicamente con dicho objeto,
esto es, un juez.
Un hombre soñó que era el río Janto que
discurre por la Tróade. Durante diez años sufrió hemorragias, mas no llegó a
morirse, lo cual era lógico, ya que el río es inmortal.
Un individuo soñó que participaba en Nemea en las competiciones de
pugilato en la categoría de adultos, y que vencía y era coronado. Se encontraba
en un pleito por causa de un campo en el que había un enorme pantano. Y ganó el
proceso debido a la vinculación del sueño con la naturaleza húmeda del terreno,
puesto que los vencedores de Nemea son coronados con apio.
Un hombre soñó que tenía en su colchón granos de trigo en lugar de
vellones de lana. Éste tenía una mujer que nunca había concebido. En ese año
quedó embarazada y dio a luz un varón. De hecho, el colchón significaba la
mujer y los granos el semen del marido.
Un individuo hizo un voto a Asclepio de que le sacrificaría un gallo si
permanecía libre de enfermedad durante todo el año. Al día siguiente le ofreció
inmolarle otro ejemplar en el caso de que no tuviera ninguna dolencia en la
vista. Durante la noche soñó que esta divinidad le decía: “Me basta con un solo
gallo”. En efecto, se conservó en buen estado de salud, pero contrajo una grave
afección ocular, pues el dios, tras haber aceptado la primera víctima, rechazó
la segunda.
Un hombre acusado de malversación de fondos públicos soñó que había
perdido los documentos que demostraban su inocencia. Al día siguiente, una vez
que fue celebrada la causa, resultó absuelto. Esto era lo que precisamente le
anunció el sueño: que ya no tendría necesidad de testimonios escritos eximentes
por haber quedado libre de culpa.
Un individuo soñó que encendía su lámpara con la luna. Y se quedó ciego.
Ciertamente, prendió la llama en donde era imposible obtenerla. Aparte de que
se suele afirmar que este astro carece de luz propia.
Una mujer soñó que veía en la luna tres imágenes de sí misma. Dio a luz
tres niñas gemelas y todas murieron en el mismo mes. Las imágenes
representaban, en realidad, a las recién nacidas y figuraban en el interior de
un único círculo. En consecuencia, las hijas eran contenidas en una misma
membrana, según afirman algunos médicos, y no vivieron más tiempo por causa de
la luna.
Un adolescente, que practicaba la lucha y que estaba preocupado por su
propia admisión en un certamen, soñó que Asclepio actuaba de juez y que el dios
lo eliminaba mientras que participaba en el desfile con los otros jóvenes. En
efecto, murió antes de la competición: de hecho, el dios le excluyó no del
certamen, sino de la vida, de la cual es considerado supremo árbitro
Un individuo soñó que veía en la luna su propio rostro. Partió para un
largo viaje y se pasó la mayor parte de su vida peregrinando por países
extranjeros. Ciertamente, la continua rotación del cuerpo celeste le obligaba a
moverse sin cesar.
Un hombre soñó que sus genitales eran de hierro. Le nació un hijo y
éste, andando el tiempo, mató a su progenitor. En verdad, este metal es
destruido por el óxido que el mismo produce.
Un armador soñó que se encontraba en las Islas Afortunadas y que era
allí retenido por los Héroes. Después, vio que Agamenón venía y lo liberaba. Le
aconteció que, habiendo sido designado para realizar un transporte público por
cuenta del Estado, fue obligado a ello por los prefectos del emperador. Luego,
tras haber apelado al soberano, quedó libre de esta requisición.
Un individuo que se encontraba de viaje soñó que había perdido la llave
de su casa. Al regreso, se encontró con el hecho de que su hija había sido
seducida. En realidad, el sueño le anunciaba que, en cierta medida, las cosas
de su hogar no estaban a buen recaudo.
Un hombre soñó que de su cabeza había nacido un olivo. Se entregó con
empeño a la filosofía, cultivándola con asiduidad, tanto en la teoría como en
la práctica. Ciertamente, este árbol es de hoja perenne, resistente y
consagrado a Atenea. Y esta diosa es considerada como la personificación de la
inteligencia.
Un individuo soñó que él nacía al tiempo que el sol y que recorría el
mismo curso que la luna. Se ahorcó y de esta manera, el sol y la luna, al
salir, lo veían mecerse en el aire.
Un hombre soñó que el esclavo, al que estimaba más en comparación con
los restantes, se transformaba en una lámpara. Se quedó ciego y justamente fue
guiado en lo sucesivo gracias a la ayuda de este siervo: de forma que veía la
luz a través de él.
Un individuo soñó que atravesaba un gran mar en el recipiente circular
de un trípode. Después de haber sido acusado de diversos delitos fue condenado
y confinado en una isla: de hecho, el objeto que lo llevaba en su travesía
imaginaria estaba rodeado de agua por todas partes y se asemejaba a una isla.
Un hombre soñó que despellejaba a su propio hijo y lo convertía en un
odre. Al día siguiente, éste cayó en un río y se ahogó: en realidad, estos
pellejos se obtienen de animales muertos y contienen líquido.
Un individuo soñó que caía una estrella del cielo y que de la tierra
subía otra hacia el firmamento. Esta persona era un esclavo de otro hombre. Más
tarde, su amo murió y, cuando él creía que era libre y que no dependía de
nadie, se topó con el hijo de su antiguo dueño y se vio obligado a continuar de
esclavo sin remedio alguno. El astro caído significaba, por tanto, el muerto, y
el que ascendía, el patrón que le vigilaría en lo sucesivo.
Un individuo soñó que hacía sus necesidades en
un cuartillo. Fue sorprendido cuando se unía carnalmente con su propia hermana.
En efecto, el cuartillo es una medida y la medida equivale a la ley. En cierto
modo, pues, transgredía la norma, al obrar en contra de los usos comúnmente
aceptados por los griegos.
Un hombre soñó que veía a su amante recostada en una jarra de barro. Esta
mujer fue degollada por un esclavo público. En realidad, el hecho de
encontrarse en el interior de una vasija de esta materia le pronosticaba con
razón la muerte de esta persona y, además, a manos de alguien del pueblo, ya
que esta clase de jarra es muy popular y sirve a todos.»
[El texto pertenece a la edición
en español de Editorial Gredos, 1989, en traducción de Elisa Ruiz García. ISBN:
978-84-2491-393-9.]
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