Todos eran mis hijos (1947)
Segundo acto
«La
madre: Chris…
Chris:
¿Cómo te has atrevido a hacerle la maleta?
La
madre: Éste no es su sitio.
Chris:
Pues entonces tampoco es el mío.
La
madre: Es la novia de Larry.
Chris:
Y yo su hermano, pero Larry ha muerto, y yo voy a casarme con su novia.
La
madre: ¡Eso nunca, jamás!
Keller:
¿Te has vuelto loca?
La
madre: ¡Tú no tienes nada que decir!
Keller
(con saña): Pues claro que tengo, y
mucho. Llevas tres años y medio venga a decir disparates…
La
madre (le da una bofetada): Nada.
Tú no tienes nada que decir. Ahora me toca a mí hablar. Larry va a volver, y
todo el mundo va a esperarle.
Chris:
Mamá, mamá…
La
madre: Todo el mundo va a esperarle…
Chris:
¿Hasta cuándo, mamá? ¿Hasta cuándo?
La
madre (sin pensar): ¡Hasta que
vuelva, tarde lo que tarde, hasta que vuelva!
Chris
(a modo de ultimátum): Mamá, pienso
seguir adelante con la boda.
La
madre: Chris, nunca te he negado nada en la vida, ¡pero esto no pienso
consentirlo!
Chris:
Si no lo hago, nunca lo olvidarás.
La
madre: ¡Ni tú ni yo lo olvidaremos nunca!
Chris:
Yo ya lo he olvidado. Hace mucho que…
La
madre (con vehemencia, pero
apartándose de él): Pues entonces ya puedes olvidarte de tu padre.
(Pausa. Chris se queda clavado en el sitio).
Keller:
Se ha vuelto loca.
La
madre: ¡Completamente! (A Chris, pero
sin mirar a ninguno de los dos). Tu hermano está vivo, hijo, porque si está
muerto, es que tu padre lo ha matado. ¿Me entiendes ahora? Mientras tú vivas,
ese hijo mío seguirá vivo. Dios no permite que un padre mate a un hijo. Lo
entiendes ahora, ¿verdad? Ahora lo entiendes. (Fuera de sí, se va precipitadamente y entra en la casa).
Keller
(a Chris, que no se ha movido, con
reticencia, tanteándole): Se ha vuelto loca.
Chris
(en un susurro entrecortado):
Entonces… ¿fuiste tú?
Keller
(con un asomo de súplica en la voz):
Larry nunca pilotó un P-40…
Chris
(horrorizado. Con gravedad): Pero ¿y
los otros…?
Keller
(con insistencia): Se ha vuelto loca.
(Da un paso hacia Chris, con ademán
suplicante).
Chris
(persistente): Papá…, ¿fuiste tú?
Keller:
Tu hermano nunca pilotó un P-40, ¿se puede saber qué te pasa?
Chris
(sin dar crédito por completo, con el
interrogante aún en la voz): Entonces fuiste tú. Tú fuiste el culpable de
que aquellos…
(Sin levantar la voz ninguno
de los dos).
Keller (con miedo, atemorizado por su obcecada insistencia): Pero ¿qué te
pasa? ¿Qué demonios te pasa?
Chris (calladamente, sin dar crédito): ¿Cómo pudiste hacer una cosa así?
¿Cómo?
Keller: Pero ¡¿qué te pasa?!
Chris: Papá… ¡Papá, mataste a
veintiún hombres!
Chris: Sí, los mataste, los
asesinaste.
Keller (como si se
desnudara por completo ante él): ¿Cómo iba a matar yo a nadie?
Chris: ¡Papá! ¡Papá!
Keller (intentando acallarle): ¡Yo no maté a nadie!
Chris: Entonces explícamelo.
Explícame qué hiciste. ¡Explícamelo o te parto la cara ahora mismo!
Keller (horrorizado por la vehemencia de su ira): No digas eso, Chris, no…
Chris: Quiero saber qué
hiciste, ¿qué hiciste, papá? Tenías ciento veinte culatas defectuosas, así que
dime, ¿qué hiciste con ellas?
Keller: Si lo que pretendes es
colgarme…
Chris: ¡Te estoy escuchando,
maldita sea! ¡Habla de una vez!
(Los
movimientos de ambos amagan un juego de persecución y huida).
Keller (se dirige a Chris desde una distancia prudencial): Eres joven,
¡qué querías que hiciera! Tengo un negocio, uno tiene un negocio; con ciento
veinte piezas defectuosas, adiós negocio; si la cadena de montaje te falla, ya
puedes olvidarte; si la fábrica no produce, si tu mercancía no sirve, te
cierran el negocio y adiós muy buenas, ¿a ellos qué coño les importa? Ya puedes
haberte dejado la piel durante cuarenta años que en cinco minutos estás en la
calle. ¿Qué querías que hiciera? ¿Que dejara que echaran por tierra cuarenta
años de trabajo, toda una vida? (Con la
voz rota). Nunca pensé que fueran a instalar aquellas piezas. Nunca, lo
juro por Dios. Pensé que las retirarían antes de que echaran a volar.
Chris: Entonces, ¿por qué las
enviaste?
Keller: Pensé que habría
reparado el fallo antes de que se dieran cuenta, que les demostraría que me
necesitaban y harían la vista gorda. Pero pasaron las semanas y no llegó
ninguna reclamación, así que iba a avisarles.
Chris:
¿Y por qué no lo hiciste?
Keller:
Porque ya era tarde. El periódico…, vino en primera plana, veintiún aviones se
habían estrellado, era demasiado tarde. Se presentaron en la fábrica con las
esposas en ristre, ¿qué querías que hiciera? (Se sienta en el banco, en el centro del escenario). Chris…, Chris,
lo hice por ti, me arriesgué por ti. Tengo sesenta y un años, ¿cuándo iba a
tener otra oportunidad de hacer algo por ti? A los sesenta y uno, no hay
segundas oportunidades que valgan, ¿no?
Chris:
Sabías perfectamente que aquellos aviones no aguantarían en el aire.
Keller:
Yo no he dicho eso…
Chris:
Pero has dicho que ibas a avisarles del peligro…
Keller:
Pero eso no significa que…
Chris:
Significa que sabías que se estrellarían.
Keller:
No significa eso.
Chris:
Pero sí que al menos lo pensabas.
Keller:
Temía que pudieran…
Chris:
¡Temías que pudieran! Por el amor de Dios, ¿pero qué clase de hombre eres? La
vida de esos muchachos pendía de aquellas culatas. ¡Lo sabías perfectamente!
Keller:
¡Lo hice por ti! ¡Iba a ser tu negocio!
Chris
(rabioso de ira): ¡Por mí! ¿En qué
mundo vives? ¿De dónde has salido? ¡Por mí! ¡Yo allí jugándome la vida a diario
mientras tú matabas a los míos y dices que lo hiciste por mí! ¿Qué demonios
crees que tenía yo en la cabeza? ¿Tu maldito negocio? ¿Eso es lo único que te
interesa, tu negocio? ¿De qué mundo me hablas…, de qué negocio? ¿Qué demonios
significa eso de que lo hiciste por mí? ¿Es que tú no tienes una patria? ¿En
qué mundo vives? ¿Qué demonios eres? Ni un animal eres, ningún animal mataría a
los de su misma especie, ¿qué eres? ¿Qué tengo que hacer contigo? Debería
arrancarte la lengua, ¿qué tengo que hacer contigo? (Descarga el puño sobre el hombro de su padre. Éste da un traspié,
esconde el rostro entre las manos y llora). ¿Qué tengo que hacer, Dios mío,
qué tengo que hacer?
Keller: Chris…, Chris,
hijo mío…
(Telón)»
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