Sin respeto
«”Respeto” significa, literalmente, “mirar
hacia atrás”. Es un mirar de nuevo.
En el contacto respetuoso con los otros nos guardamos del mirar curioso. El
respeto presupone una mirada distanciada, un pathos de la distancia. Hoy esa actitud deja paso a una mirada sin
distancias, que es típica del espectáculo.
El verbo latino spectare, del que
toma su raíz la palabra «espectáculo», es un alargar la vista a la manera de un
mirón, actitud a la que le falta la consideración distanciada, el respeto (respectare). La distancia distingue el respectare del spectare. Una sociedad sin respeto, sin pathos de la distancia, conduce a la sociedad del escándalo.
El respeto constituye la pieza fundamental para lo público. Donde
desaparece el respeto, decae lo público. La decadencia de lo público y la
creciente falta de respeto se condicionan recíprocamente. Lo público presupone,
entre otras cosas, apartar la vista de lo privado bajo la dirección del
respeto. El distanciamiento es constitutivo para el espacio público. Hoy, en
cambio, reina una total falta de distancia, en la que la intimidad es expuesta
públicamente y lo privado se hace público. Sin distancia tampoco es posible
ningún decoro. También el entendimiento presupone una mirada distanciada. La
comunicación digital deshace, en general, las distancias. La destrucción de las
distancias espaciales va de la mano con la erosión de las distancias mentales.
La medialidad de lo digital es
perjudicial para el respeto. Es precisamente la técnica del aislamiento y de la
separación, como en el Ádyton, la que
genera veneración y admiración.
La falta de distancia conduce a que lo público y lo privado se mezclen.
La comunicación digital fomenta esta exposición pornográfica de la intimidad y
de la esfera privada. También las redes sociales se muestran como espacios de
exposición de lo privado. El medio digital, como tal, privatiza la comunicación, por cuanto desplaza de lo público a lo
privado la producción de información. Roland Barthes define la esfera privada
como “esa zona del espacio, del tiempo, en la que no soy una imagen, un
objeto”. Visto así, habríamos de decir que no tenemos hoy ninguna esfera
privada, pues no hay ninguna esfera donde yo
no sea ninguna imagen, donde no haya ninguna cámara. Las Google Glass
transforman el ojo humano en una cámara. El
ojo mismo hace imágenes. Así, ya no es posible ninguna esfera privada. La
dominante coacción icónico-pornográfica la elimina por completo.
El respeto va unido al nombre.
Anonimato y respeto se excluyen entre sí. La comunicación anónima, que es
fomentada por el medio digital, destruye masivamente el respeto. Es, en parte,
responsable de la creciente cultura de la indiscreción y de la falta de
respeto. También la shitstorm[*] es
anónima. Ahí está su fuerza. Nombre y respeto están ligados entre sí. El nombre
es la base del reconocimiento, que siempre se produce nominalmente. Al carácter
nominal van unidas prácticas como la responsabilidad, la confianza o la
promesa. La confianza puede definirse como una fe en el nombre. Responsabilidad
y promesa son también un acto nominal. El medio digital, que separa el mensaje
del mensajero, la noticia del emisor, destruye el nombre.
La shitstorm tiene múltiples
causas. Es posible en una cultura de la falta de respeto y la indiscreción. Es,
sobre todo, un fenómeno genuino de la comunicación digital. De este modo se
distingue fundamentalmente de las cartas del lector, que están ligadas al medio
analógico de la escritura y se envían a la prensa con un nombre explícito. Las cartas anónimas de los lectores terminan con
rapidez en las papeleras de las redacciones de los periódicos. Y la carta del
lector está caracterizada también por otra temporalidad. Mientras la
redactamos, de manera laboriosa, a mano o a máquina, la excitación inmediata se
ha evaporado ya. En cambio, la comunicación digital hace posible un transporte
inmediato del afecto. En virtud de su temporalidad, transporta más afectos que
la comunicación analógica. En este aspecto el medio digital es un medio del afecto.
El tejido digital favorece la comunicación simétrica. Hoy en día los
participantes en la comunicación no consumen las informaciones de modo pasivo
sin más, sino que ellos mismos las engendran de forma activa. Ninguna jerarquía
inequívoca separa al emisor del receptor. Cada uno es emisor y receptor,
consumidor y productor a la vez. Pero esa simetría es perjudicial al poder. La
comunicación del poder transcurre en una sola dirección, a saber, desde arriba
hacia abajo. El reflujo comunicativo destruye el orden del poder. La shitstorm es una especie de reflujo, con todos sus efectos
destructivos.
La shitstorm guarda relación
con los desplazamientos de la economía del poder en la comunicación política.
Crece en el espacio que está débilmente ocupado por el poder y la autoridad.
Precisamente en jerarquías allanadas es posible atreverse con la shitstorm. El poder como medio de
comunicación se cuida de que esta fluya veloz en una dirección. La selección de
la acción hecha por los detentadores del poder es seguida por los sometidos, en
cierto modo, sin barullo. El barullo
o el ruido es una referencia acústica
a la incipiente descomposición del poder. También la shitstorm es un ruido comunicativo. El carisma como expresión
aurática del poder sería el mejor escudo protector contra shitstorms. No puede hincharse en absoluto.
La presencia del poder reduce la improbabilidad de la aceptación de mi
selección de la acción, de mi decisión de la voluntad por parte de otros. El
poder como medio de comunicación consiste en elevar la probabilidad del sí ante
la posibilidad del no. El sí es por esencia más carente de ruido que el no. El no es siempre alto. La comunicación del poder reduce considerablemente el barullo
y el ruido, es decir, la entropía comunicativa. Así, la palabra del poder elimina de golpe el ruido en aumento. Engendra un
silencio, a saber, el espacio de juego para acciones.
El respeto como medio de comunicación ejerce un efecto semejante al del
poder. El punto de vista de la persona respetable, o su selección de la acción,
es con frecuencia aceptado y asumido sin contradicción ni réplica. La persona
respetable incluso es imitada como modelo. La imitación corresponde a la
obediencia, pronta a ejercitarse ante el poder. Justo allí donde desaparece el
respeto surge la shitstorm ruidosa. A
una persona de respeto no la cubrimos con una shitstorm. El respeto se forma por la atribución de valores
personales y morales. La decadencia general de los valores erosiona la cultura
del respeto. Los modelos actuales carecen de valores interiores. Se distinguen
sobre todo por cualidades externas.
El poder es una relación asimétrica. Funda una relación jerárquica. La
comunicación del poder no es dialogística. El respeto, en contraposición al
poder, no es por definición una relación asimétrica. Es cierto que el respeto
se otorga con frecuencia a modelos o superiores, pero en principio es posible
un respeto recíproco, que se basa en una relación simétrica de reconocimiento.
Así, incluso una persona investida de poder puede tener respeto a los
subordinados. La shitstorm, que hoy
crece por doquier, indica que vivimos en una sociedad sin respeto recíproco. El
respeto impone distancia. Tanto el poder como el respeto son medios de
comunicación que producen distancia, que ejercen un efecto de distanciamiento.
Ante el fenómeno de la shitstorm
también habrá que definir de nuevo la soberanía. Según Carl Schmitt, es
soberano el que decide sobre el estado de excepción. Esta frase sobre la
soberanía puede traducirse a lo acústico. Es soberano el que tiene la capacidad
de engendrar un silencio absoluto, de
eliminar todo ruido, de hacer callar
a todos de golpe. Schmitt no pudo tener ninguna experiencia con las redes
digitales. Una experiencia de este tipo lo habría arrojado sin duda a una
crisis total. Es sabido que durante toda su vida Schmitt tuvo miedo a las ondas
electromagnéticas. Las shitstorms son
también una especie de onda, que escapa a todo control. Se cuenta que, por
miedo a las ondas, el anciano Schmitt alejó de su casa la radio y la
televisión. E incluso, a la vista de las ondas electromagnéticas, se vio
incitado a redactar de nuevo su famosa frase sobre la soberanía:
Después de la Primera Guerra
Mundial dije: "es soberano el que decide sobre el estado de excepción". Después
de la Segunda Guerra Mundial, con la vista puesta en mi muerte, digo ahora: “Es
soberano el que dispone sobre las ondas del espacio”.
Después de la revolución digital, habremos de redactar de nuevo la frase
de Schmitt sobre la soberanía: “Es soberano el que dispone sobre las shitstorms de la red”.»
*Shitstorm: significa literalmente “tormenta
de mierda”. Se usa en el sentido de “tormenta de indignación en un medio de
Internet”. [N. del T.]
[El
texto pertenece a la edición en español de Editorial Herder, 2014, en
traducción de Raúl Gabás. ISBN: 978-84-2543-368-9.]
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