sábado, 19 de febrero de 2022

El paraíso perdido.- John Milton (1608-1674)


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Libro IV


 «"Única compañera que conmigo / compartes sola estas delicias todas,
tú, más preciada que ellas todas juntas; / es preciso que el Poder que nos ha hecho
y este Mundo para nosotros ha creado, / sea totalmente bueno y de su bien
tan franco y liberal como infinito, / ya que del polvo nos ha levantado
y nos ha puesto aquí entre tanta dicha, / sin que nada de su mano merezcamos
y nada hacer podemos de que tenga / necesidad; él sólo nos exige
un único servicio y éste es fácil: / de todo árbol que en este Paraíso
da deleitoso fruto y tan variado, / uno solo no quiere que toquemos,
el fruto de ese Árbol de la Ciencia, / plantado junto al Árbol de la Vida,
tan cerca está la muerte de la vida, / sea la muerte lo que sea, algo
terrible debe ser sin duda; porque / bien sabes que Dios dijo que muerte era
probar de ese árbol, única prenda ésta / de nuestra obediencia, de entre todas
las muestras de poder y autoridad / que nos ha conferido, y el dominio
sobre todas las criaturas que habitan / la tierra, el mar y el aire. Siendo así,
que no nos aflija esta restricción / tan mínima, a nosotros que gozamos
de plena libertad para servirnos / de todo lo demás y de escoger
delicias infinitas y variadas; / antes loémosle siempre y ensalcemos
su generosidad, y prosigamos / la agradable tarea de podar
estas frondosas plantas y atender / estas flores, que si fuera onerosa,
contigo resultara placentera”.
 Entonces Eva le contestó: “Oh, tú, / para quien y de quien formada fui
con carne de tu carne, y sin el cual / objeto no tendría, guía y cabeza
mías, lo que has dicho es justo y cierto. / Porque a él debemos toda alabanza
y diaria acción de gracias, sobre todo / yo, que disfruto de la mejor parte
al poseerte a ti, preeminente / con tanta diferencia, mientras tú
una consorte que sea igual a ti / no es posible que halles en parte alguna.
Ese día recuerdo con frecuencia, / cuando por vez primera desperté
del sueño y me encontré recostada / y a la sombra, bajo un dosel de flores,
sin acertar quién era y dónde estaba, / y de dónde y cómo allí me habían traído.
Nada lejos de mí se oía un sonido / murmurante de aguas que brotaban
de una gruta y en líquida llanura / se esparcían y se remansaban
tan puras como el ámbito del cielo; / allí me encaminé sin experiencia
previa, y me asomé a la verde orilla / para mirar el claro y liso lago
que a mí me parecía un firmamento. / Al doblarme a mirar, apareció
justo enfrente, sobre el acuoso brillo, / una figura inclinada hacia mí:
retrocedí y ella retrocedió / mas complacida enseguida me volví
y ella, complacida, enseguida se volvió, / devolviéndome la mirada con
simpatía y amor; allí mis ojos / hubiera yo clavado hasta ahora,
lamentándome en un vano deseo / de no haberme una voz así advertido:
‘Lo que allí ves, hermosa criatura, / eres tú misma y contigo viene y va;
mas sígueme y te llevaré adonde / hay quien, no en sombra, aguarda tu llegada
y tus tiernos abrazos, aquél cuya / imagen eres tú, de él gozarás
inseparablemente, pues es tuyo; / y le darás una multitud de hijos
semejantes a ti: y te llamarán / por ello madre de la raza humana’.
¿Qué podía yo hacer sino seguir / la voz hacia adonde invisiblemente
me guiaba? Hasta que al fin te vi, / bello y erguido, es cierto, al pie de un plátano;
pero me pareciste menos bello, / menos suavemente atractivo, menos
delicadamente dulce que la plácida / imagen que había visto sobre el agua,
yo me volví, pero tú me seguiste / y en voz alta llamaste: ‘Vuelve, hermosa
Eva, ¿de quién huyes? Si de quien huyes / eres carne de su carne y huesos de
Resultado de imagen de john milton el paraiso perdidosus huesos; para darte el ser te di / el lado más cercano al corazón,
substancia viva, para así tenerte / a mi lado desde ahora en adelante,
mi inseparable y preciado consuelo. / Como parte de mi alma yo te busco
y te reclamo la otra mitad mía’. / Con tu mano gentil la mía cogiste
y yo accedí, y desde aquel momento, / vi cuánto a la belleza aventajaban
la gracia varonil y la sapiencia, / ya que es ésta lo único que es bello”.
 Así habló nuestra madre universal, / y con ojos de cándido atractivo
conyugal y de modesto abandono, / medio abrazada se inclinó hacia nuestro
primer padre; parte del pecho túrgido / y desnudo se encuentra junto al de él,
oculto bajo la cascada de oro / de su suelto cabello. Deleitado
por su belleza, Adán, y sus sumisos / encantos le sonrió lleno de amor,
igual que Júpiter sonríe a Juno / cuando hincha las nubes que derraman
las flores sobre mayo; y de besos /  puros colmó sus labios de mujer.
El Diablo se volvió preso de envidia, / y al mirarlos celoso y malicioso
de soslayo, se lamentó a sí mismo: / “¡Visión odiosa y atormentadora!
Así estos dos, encerrados en el / paraíso de sus propios brazos,
el Edén más feliz disfrutarán / de un cúmulo de dichas sobre dichas ,
mientras yo, arrojado en el Infierno, / carezco de felicidad y amor
y sólo una ansiedad feroz, que no es / el más leve de todos mis tormentos,
permanece aún insatisfecha / y me consume de pena e impaciencia:
sin embargo, conviene no olvidar / lo que he aprendido de su propia boca.
No parece que todo esto sea suyo: / allí se yergue un árbol que es fatal,
llamado de la Ciencia y les ha sido / prohibido probar. ¿Por qué prohibida
la ciencia? Esto es sospechoso y absurdo. / ¿Por qué a envidiar les iba esto el Señor?
¿Puede ser un delito el saber, puede / ser muerte?  ¿Acaso viven solamente
por la ignorancia? ¿Es el feliz estado / de que gozan prueba de su obediencia
y de su fe? ¡Oh, cuán hermosa base / para fundar en ella su ruina!
En su ánimo, por ende, excitaré / un deseo más grande de saber
y rechazar decretos envidiosos, / inspirados por la mera intención
de mantenerlos sometidos, cuando / la ciencia podría haberlos nivelado
con los dioses. De aspirar a tales, / gustarán de su fruto y morirán.
¿Qué puede suceder más verosímil? / Mas primero con cuidadoso celo
debo reconocer este jardín / y no dejar rincón sin explorar.
Sólo el acaso puede conducirme / donde pudiera hallar a algún errante
espíritu del Cielo, al margen de una / fuente, o retirado en la espesura
umbrosa, y consiga obtener de él / lo que aún me falta por saber.
Entretanto vivid lo que podáis, / feliz pareja; y hasta mi regreso
disfrutad de vuestros breves placeres, / pues largos sufrimientos seguirán”.»

     [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Cátedra, 2004, en traducción de Esteban Pujals, pp. 197-200. ISBN: 84-376-0591-1.]

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