4.-Los efectos de
territorio y del espacio personal
Densidad y
aglomeraciones
«Analicemos primero algunos interesantes ejemplos de comportamiento
animal en condiciones de gran densidad o superpoblación. Durante años, los
científicos se sintieron intrigados por la elevada tasa de suicidios de
conejillos árticos, conejos y ratas. El interés de estos científicos aumentó
debido a que en el momento del suicidio los animales parecían disponer de toda
la comida necesaria, no había depredadores a la vista ni contaminación alguna.
Un etnólogo con experiencia en patología médica formuló la hipótesis de que los
suicidios eran provocados por una reacción endocrina en los animales, resultado
de un estado de tensión que en ellos se había producido durante el crecimiento
de la población. Esta hipótesis se vio confirmada en un estudio realizado con
la población de ciervos de James Island, isla a una milla de a costa de
Maryland en la bahía de Chesapeake. Cuidadosos estudios históricos que se
prolongaron durante años mostraron que los ciervos de James Island morían por
sobreproducción de las glándulas suprarrenales como consecuencia de stress. Las glándulas suprarrenales
desempeñan una función importante en la regulación del crecimiento, la
reproducción y el nivel de defensas del organismo. Así pues, la superpoblación
causaba la muerte no por hambre, infección o agresión de otros animales sino
por una reacción fisiológica al stress
creado.
Los experimentos de Calhoun fueron más allá
aún y sugirieron modalidades peculiares de comportamiento en condiciones de
superpoblación. Calhoun observó que, con abundancia de comida y sin peligro de
depredadores, las ratas de Noruega, en un recinto al aire libre de un metro
cuadrado, estabilizaban su población en alrededor de 150 individuos. Estas
observaciones, realizadas durante un período de veintiocho meses, indicaron que
las relaciones espaciales eran extremadamente importantes. Luego Calhoun diseñó
un experimento en que pudo mantener una situación de stress en una
superpoblación mientras se criaban tres generaciones de ratas. Denominó a este
experimento “antro del comportamiento”, es decir, un área en que la mayoría de
las ratas exhibieron grandes distorsiones del comportamiento. Algunas de las
observaciones de Calhoun son dignas de mención: 1) Algunas ratas se retiraron
por completo del intercambio social y sexual mientras que otras comenzaron a
“montar” todo lo que se hallara a la vista; las pautas de cortejo se interrumpieron
totalmente y a menudo las hembras eran perseguidas por varios machos. 2) Las
pautas de nidificación –de ordinario nítidas- se volvieron muy desaliñadas o
directamente desaparecieron. 3) Los camastros de las ratas jóvenes se hicieron
mixtos; las ratas recién nacidas o jóvenes eran pisadas o comidas por machos
invasores hiperactivos. 4) Los machos dominantes, incapaces de establecer
territorios espaciales, peleaban por posiciones próximas a los comederos; los
territorios eran compartidos por “clases” de ratas, que exhibían conductas
similares; los machos hiperactivos violaban todos los derechos territoriales
corriendo por doquier en bandas, con total falta de respeto por todos los
límites salvo los que eran defendidos por la fuerza. 5) Las ratas preñadas a
menudo abortaban; eran numerosos los desórdenes en los órganos sexuales y sólo
la cuarta parte de los 558 recién nacidos en el antro lograron sobrevivir en el
destete. 6) La conducta agresiva creció significativamente.
¿Se puede generalizar a hombres y mujeres a
partir de ratas? Algunos estudios iniciales que hallaron correlaciones
moderadas entre diferentes resultados
socialmente indeseables –como crimen, delincuencia, desórdenes físicos y
mentales- y la gran densidad de población, parecen contestar afirmativamente
esta pregunta. Otros, en cambio, comentan irónicamente que la única
generalización que podemos extraer del trabajo de Calhoun es ésta: “¡No te
metas con una rata!” Sobre la base de la investigación realizada hasta aquí en
torno a la densidad humana y el hacinamiento, se desprende con claridad que no
contamos con una respuesta simple a la pregunta acerca de si “el hacinamiento
es bueno o malo”.
Uno de los problemas de interpretación de este cuerpo de investigaciones estriba en
la multitud de perspectivas desde las cuales ha sido estudiado el tema. Por
ejemplo, no son lo mismo densidad y hacinamiento. La densidad se refiere a la
cantidad de personas por unidad de espacio, mientras que el hacinamiento es un
estado de ánimo que puede sobrevenir en situaciones de alta o baja densidad. La
sensación de hacinamiento puede verse influida por: 1) factores ambientales
como, por ejemplo, espacio disponible, ruido y disponibilidad de recursos y el
acceso a ellos; 2) factores personales, como personalidad y estilos de
comportamiento o experiencias previas en situaciones de gran densidad; y 3)
factores sociales como, por ejemplo, la frecuencia y la duración del contacto,
la naturaleza del contacto (cooperativo o competitivo), las personas implicadas
(amigos o extraños), o la cantidad de personas implicada (uno, varios o toda
una comunidad). Las definiciones de densidad también son complejas y variadas.
Efectos de la gran densidad.
El aumento de la densidad no significa automáticamente el aumento de stress o comportamiento antisocial en
los seres humanos. A veces hasta buscamos placer en la densidad, como en
partidos de fútbol o conciertos de música rock. Si nos hacemos responsables de
nuestra presencia en una situación de gran densidad de población y si sabemos
que la misma concluirá en cuestión de horas, las oportunidades de efectos
negativos parecen mínimas. Ciertos estudios han llegado a resultados que
parecen adecuarse a la teoría del “antro de comportamiento” como, por ejemplo,
agresión, stress, actividad criminal,
hostilidad hacia los demás y un deterioro de la salud mental y física. Sin
embargo, en la mayoría de los casos encontramos otros estudios que no llegan a
los mismos resultados. Casi siempre la diferencia reside en que una o varias de
las variables mencionadas antes ejerció una influencia que redujo los efectos
indeseables. Rohe y Patterson, por ejemplo, descubrieron que si se proporciona
a los niños suficiente cantidad de los juguetes que desean, el aumento de la
densidad no provoca ni la retirada ni la agresión que los estudios previos
parecían sugerir. Ciertas vecindades de gran densidad y muy homogéneas
presentan en realidad un índice bajo de problemas de salud mental y física.
Galle y otros observaron cierta cantidad de medidas de densidad que previamente
se habían asociado con elevada actividad criminal. Pero a diferencia de sus
predecesores, este equipo de investigación trató de controlar el nivel d
educación, el marco étnico de diferencia, el estatus ocupacional, etc. La
cantidad de personas por habitación fue la medida que suministró la mayor
correlación entre densidad y delincuencia juvenil, las mayores tasas de
fallecimientos y crecimiento vegetativo, así como más asistencia pública. La
gran densidad puede producir enorme cantidad de problemas, pero los seres
humanos no permanecen pasivos en situaciones que exigen una convivencia
prolongada en condiciones de gran densidad. Por el contrario, ensayamos
diversos métodos para enfrentar o eliminar los efectos más perjudiciales de tal
situación.
Para
manejar la gran densidad. Milgram cree que los habitantes de las ciudades
están expuestos a una sobrecarga de información, personas, objetos, problemas y
muchas otras cosas. Como consecuencia de ello, los habitantes de las ciudades
se ven involucrados en conductas cuya finalidad es reducir esa sobrecarga, que
a veces lleva a los forasteros a verlos como distantes y emocionalmente
distanciados de los demás. Algunos de esos métodos para manejarse en ciudades
populosas son: 1) invertir menos tiempo en cada intervención (por ejemplo,
tener conversaciones más cortas con la gente); 2) no tomar en cuenta las
situaciones de escasa prioridad (por ejemplo, ignorar al borracho en la acera o
no hablar con la gente a la que se ve todos los días en el viaje al estudio o
al trabajo); 3) trasladar a otros la responsabilidad de ciertas transacciones
(por ejemplo, sustituir al conductor del autobús de la responsabilidad de dar
cambio); 4) eliminar ciertas situaciones, por ejemplo, por medio de porteros
que se ocupan de los edificios de apartamentos.
Desplazamos ahora la atención de las
relaciones espaciales en condiciones de superpoblación a las relaciones
implícitas en una conversación de dos personas.
Distancia
conversacional
Probablemente todos hemos tenido la
experiencia (tal vez no conciente) de retroceder o movernos hacia adelante
cuando hablamos a otra persona. A veces este movimiento se debe a una necesidad
de encontrar una distancia conversacional cómoda. En diferentes situaciones,
cuando analizamos diferentes temas, esta distancia “cómoda” varía. ¿Hay alguna
coherencia en las distancias elegidas? ¿Hay una distancia específica que la
mayoría de la gente escoge cuando habla a los demás?
El antropólogo Edward T. Hall ha realizado
agudas observaciones relacionadas con la conducta espacial humana,
observaciones que se publicaron en un libro que lleva por título The Silent Language. Este libro, más que
ningún otro trabajo probablemente, es responsable de una corriente de interés
académico en tratar de responder a estas y otras preguntas conexas. Hall
identificó varios tipos de espacio pero lo que aquí nos interesa es lo que él
llama “espacio personal” o “informal”. El espacio informal acompaña a todo
individuo y se expande o contrae bajo circunstancias diversas, en función del
tipo de encuentro, la relación de las personas intercomunicantes, sus
respectivas personalidades y muchos otros factores. A continuación clasifica
Hall el espacio informal en cuatro subcategorías: íntima, casual-personal,
social-consultiva y pública.»
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