5.-¿Quién se hace cargo del futuro? Una teoría de la responsabilidad
La responsabilidad del porvenir
«La idea de responsabilidad está más bien
inclinada hacia el pasado; tenemos que dar cuentas por lo que hemos hecho o
dejado de hacer, pero no solemos pensar que pueda existir una responsabilidad en
relación con el porvenir, que es siempre un conjunto incierto de posibilidades.
Jurídicamente reducido, el concepto de responsabilidad constituye un medio
efectivo para sancionar acciones del pasado, pero es limitado para configurar
el futuro. Por eso hay que ir más allá de un concepto de responsabilidad
limitado a las obligaciones respecto del pasado y ex post, abriéndolo a una orientación hacia el futuro. Tenemos que
pasar de la responsabilidad causal retrospectiva a la responsabilidad
prospectiva, como responsabilidad de anticipación, prevención y configuración.
Para ello hemos de modificar su base temporal y normativa. Se trataría de
subrayar una disposición positiva que no se agote en evitar daños o sancionar
la transgresión de reglas, sino que apunte a promover una situación mejor y
anticipe las consecuencias de las acciones (Birnbacher 1995, 145). En toda
forma de responsabilidad hay una referencia al futuro y esto vale especialmente
para la política, que no sólo gobierna lo existente sino que se adentra en el
espacio del futuro, anticipándolo mediante la prospectiva, gestionando los
riesgos o adelantándose a posibles fracasos futuros antes de que comparezcan.
¿Qué
sentido puede tener una responsabilidad en relación con el futuro? Lo que
llamamos responsabilidad está vinculado con la idea de la acción intencional,
es decir, un modo de actuar que no está predeterminado por las condiciones
exteriores. El grado de responsabilidad está en función del grado de
determinación y configurabilidad de los acontecimientos futuros. Por eso
la exigencia de responsabilidad sólo tiene sentido si el acontecer futuro no
está completamente abierto (si todo fuera igualmente posible no habría ninguna
anticipación del futuro) ni completamente decidido ( cuando todo está determinado no hay
intervención posible). Hay que responder no sólo de lo que acontece dentro de
un espacio de tiempo divisable, sino también, bajo determinadas circunstancias y
de acuerdo con criterios que habrán de establecerse como de lo que puede
suceder en un futuro lejano.
Los
límites de la responsabilidad son más amplios que los de nuestra competencia
inmediata. Para que pueda hablarse de responsabilidad tiene que tratarse de
algo que esté a nuestro alcance, por supuesto, pero los efectos de
nuestras acciones pueden ser unos u otros bien distintos en la medida en que se
actúe de una u otra manera. Incluso aquella constelación futura que se produzca
con independencia de nuestras intenciones puede ser examinada desde el
punto de vista de nuestra responsabilidad porque estuvo
en nuestro poder hacerlo configurable o al menos no impedir su
configuración deseable en el futuro. Además de las acciones coma están
también las posibilidades de configuración de los Marcos futuros de nuestras
acciones. Y este es un ámbito de responsabilidad que merece ser explorado
especialmente en una sociedad compleja: posibilitar, impedir, condicionar
acciones futuras. La política consiste precisamente en fortalecer nuestra
capacidad colectiva de anticipación y configuración.
Otro
ámbito de responsabilidad en un dominio en el que parecería que reina el azar
es la manera de gestionar las eventualidades cuyo origen no está en uno mismo.
Existe una responsabilidad en orden a las catástrofes, por ejemplo, cuando
estas han sido directa o indirectamente provocadas por acción humana. Pero
también cabe establecer responsabilidades, aunque no las haya en la producción
de esos sucesos, de acuerdo con la gestión que de ellos se haga. Somos
responsables frente a lo inevitable en aquello que tiene que ver con el modo
cómo nos preparamos o gestionamos lo que sucede sin nuestro consentimiento. El
azar y la contingencia disminuyen sus exigencias, pero no nos protegen en
absoluto frente a la cuestión de la responsabilidad.
La
incertidumbre acerca de las consecuencias futuras y el incremento de procesos
difícilmente controlables son propiedades de las sociedades complejas de las
que nadie es responsable. Pero no tienen el carácter de acontecimientos
míticos sugieran de poderes insondables, sino que son procesos sociales en
los que toman parte diversos actores. Aunque sean escasas las
posibilidades de intervención directa, hay muchos compromisos y procedimientos
que pueden ponerse en práctica para estimular su gobernanza en una dirección
que esté de acuerdo con un proyecto de sociedad deseable. En ese sentido tiene
razón Luhmann al considerar que el principio de responsabilidad puede ser una
buena perspectiva para que las sociedades actuales regulen su trato con la
inseguridad (Luhmann 2000, 43).
La articulación de la responsabilidad exige
una visibilidad determinada. “Se necesita una instancia que simbolice al menos
la pretensión de responsabilidad por el todo, una especie de responsabilidad
sistémica” (Mayntz 2004, 72). Se trata de una responsabilidad que, sin anular
la que haya de corresponder a los sujetos, no resulta de la suma de
responsabilidades individuales, sino que tiene una dimensión propia en el plano
moral, jurídico y político. Los conflictos de responsabilidad sistémica no se
resuelven, salvo en una escasa medida, mediante la autorregulación de los
actores. Cuando están en juego riesgos futuros que surgen como efectos de
sinergias imprevisibles, no es ni moral ni cognitivamente exigible imputar la
responsabilidad de las consecuencias únicamente a actores personales. Para las
emergencias sistémicamente producidas se requiere una combinación de la
autorregulación de los autores y las regulaciones institucionalizadas. Hay
decisiones que tienen que ver con el futuro, en materia ecológica, de energía y
tecnologías, de las que no pueden hacerse cargo los subsistemas funcionales
autónomos de una sociedad diferenciada.
Existe además algo así como una “responsabilidad
representativa”, una responsabilidad de quien ha de representar (Wolf 1993). Y
aquí cabe remitir a una función ejemplar de las políticas públicas, que también
tienen la función de afirmar valores y dar cuerpo a las aspiraciones públicas,
de ser vectores de movilización social, de mantener una imagen de la vida buena
común, de hacer legible la visión de conjunto, de organizar la compatibilidad y
facilitar que las responsabilidades sean todo lo visibles que se pueda.
El dilema de la política consiste en cómo
gobernar procesos que no son directamente gobernables. Para eso sirven esas
estrategias de promoción de responsabilidad social como las garantías jurídicas,
los incentivos económicos, las disposiciones de prevención o las regulaciones.
Los sistemas complejos han de ser concebidos de manera que permitan espacios de
juego para las decisiones responsables pero que al mismo tiempo estén abiertos
a las directivas vinculantes y a formas de coordinación exterior. Desde el
punto de vista de la responsabilidad, lo ideal es un sistema resistente a las
crisis que combine autogobierno procesual y capacidad de aprendizaje. Los
sistemas no son incitados a la responsabilidad a través de intervenciones de
gobierno inmediatas, sino combinando observación reflexiva y conducta
adaptativa. De lo que se trata en definitiva es de reducir así el riesgo de
dinámicas incontroladas. Para esto es muy importante la producción de capital
social, bajo la forma de saber compartido, estructuras de cooperación,
mediación e informalidad.
A la hora de organizar socialmente la
responsabilidad es fundamental, por supuesto, que se consiga pasar de la
supervisión externa al autocontrol, que los controles del Estado sean
sustituidos hasta donde sea posible por la auto-obligación voluntaria de los
actores sociales. Pero hemos de evitar que esto suponga una reducción de su
responsabilidad dejando fuera de consideración aquellas dimensiones que tienen
que ver con los efectos secundarios y las dinámicas sociales. De este modo se
produciría también una relajación de los actores sociales que está llena de
riesgos, en la medida en que se sentirían liberados de reflexionar acerca del
alcance de sus acciones.
Hemos pasado de una responsabilidad que podría
llamarse ejecutiva a una responsabilidad garantizadora o “infraestructural”. El
sujeto de la responsabilidad, por ejemplo, el Estado, no tiene por qué ser quien
ejecute las acciones en virtud de las cuales se consiguen los objetivos
respecto de los cuales él y nadie más es responsable. Lo que debe impedirse es
que esta transferencia de ejecución se convierta en una cesión de
responsabilidad. Por definición, la responsabilidad no es delegable, aunque las
acciones sí. El sujeto de la responsabilidad está obligado a hacerse cargo de
los resultados de la acción en la que delegó, vigilando su cumplimiento a
través de medidas de prevención y control. Y esa delegación a actores privados
o a subsistemas sociales únicamente se justifica como medida para cumplir
precisamente sus obligaciones respecto del interés colectivo. El hecho de que
el Estado pueda o deba delegar el ejercicio de determinadas funciones en el
mercado o en los actores privados no significa que deba abdicar de sus
responsabilidades, aunque sólo sea aquella responsabilidad en virtud de la cual
garantiza suficientemente la autoorganización de la sociedad, como es el caso
de la regulación de los mercados. El Estado puede reducir sus acciones si de
este modo las optimiza. La retirada del Estado de determinados ámbitos
únicamente se justifica en orden al mejor cumplimiento de sus responsabilidades
de configuración.
En cualquier caso, la política no podrá estar
a la altura de las responsabilidades que le competen, si no consigue introducir
reflexivamente el futuro en sus decisiones. Tiene por delante una tarea para la
que nadie le puede sustituir: mejorar el saber práctico del que dispone para
enfrentarse prospectivamente a los desafíos del futuro en lugar de limitarse a
la gestión improvisada de la crisis.»
[El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Paidós Ibérica, 2009, pp. 126-132.
ISBN: 978-84-493-2263-1.]
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