José Muñoz |
«Pichi: "Pichi / es el chulo que castiga
del Portillo a la Arganzuela, / porque no hay una
chicuela
que no quiera ser amiga / de un seguro servidor...
Pichi,/ pero yo que me administro
cuando alguna se me cuela/ como no suelte la tela
dos morrás la suministro / que atizándolas candela
yo soy un flagelador.
Pichi, / no reparo en sacrificios:
las educo y estructuro / y les saco luego un duro
pa gastármelo en mis vicios / y quedar como un señor.
Chulas: Me has trastornao. / ¡Eres un sol!
Ponme un chalet, / dame un renard,
cómprame un Roll.
Pichi: Anda y que te ondulen / con la "permanén"
y pa suavizarte / que te den "col-crem".
Se lo pués pedir / a Victoria Kent
que lo que es a mí / no ha nacido quién.
Anda y que te ondulen / con la "permanén"
y si te sofocas / ¡tómalo con seltz!
Chulas: Eres, Pichi, para mí / de lo que no cabe más
y yo sé de algunas por ahí / que van desesperadas
detrás de ti.
Pichi: Pero a mí, no / porque "de nen"
bueno soy yo.
Todos: Anda y que te ondulen / con la "permanén"
y si te sofocas / ¡tómalo con seltz!
Los nardos (Acto segundo, cuadro tercero)
Aurelia: Por la calle de Alcalá / con la falda almidoná
y los nardos apoyaos en la cadera, / la florista viene y va
y sonríe descará / por la acera de la calle de Alcalá.
Tiples: Y el gomoso que la ve / va y le dice: Venga usté
a ponerme en la solapa lo que quiera, / que la flor que usté me da
con envidia la verá / todo el mundo por la calle de Alcalá.
Aurelia: Lleve usté nardos, caballero / si es que quiere a una mujer...
Nardos... no cuestan dinero / y son lo primero
para convencer... / Llévelos, y si se decide
no me moveré de aquí. / Luego, si alguien se los pide
nunca se le olvide / que yo se los di.
Todas: Una vara de nardos / al que quiera saber
si será por fin dueño / de un querer de mujer.
Aurelia: Llévelos usté, / no lo piense más,
mire que en amor / suerte le han de dar.
Tiples: Lleve usted nardos caballero / si es que quiere a una mujer...
Nardos... no cuestan dinero / y son lo primero
para convencer.
Aurelia: Nardos... / Si alguien se los pide
nunca se le olvide / que yo se los di.
El viejo del hongo (Acto segundo)
Seguramente no me recuerdan, / ya de mis tiempos quedan muy pocos.
Yo soy, señores, un pobre anciano: / el conocido viejo del hongo
que les pedía la perra chica / en la famosa cuarta de Apolo...,
sombrero en mano, porque ir a pelo / entonces era de muy mal tono.
¡Cuántas historias contar podría / de los alegres altos del Fornos,
de la aventura de amor galante / que, poco o mucho, tuvieron todos...!
Madrid entero se daba cita / en la famosa cuarta de Apolo...,
y ante sus puertas pasé los años... / Eran los tiempos de los gomosos,
de los simones, de las manuelas, / del café suizo y el café Pombo.
Eran los tiempos de las chulapas, / mantón, pañuelo, patillas y ¡ojos!,
de los motines de verduleras / con las guindillas, de los piropos...
Era..., el sainete que se ofrecía / ante la misma puerta de Apolo;
iban floristas vendiendo nardos, / iban los chulos, amantes hoscos
que les sacaban todo el dinero / para mostrarse después celosos.
Celos, achares, amor y risas, / mujeres guapas y hombres rumbosos,
eso fue siempre -yo soy testigo- / nuestra famosa cuarta de Apolo.
Quienes la vieron, que la recuerden, / porque eso siempre produce gozo;
quienes lo saben sólo de oídas / que nos perdonen. Los vejestorios,
por apegados a nuestro tiempo, / lo imaginamos el más hermoso.
¡Vuelva la vida! ¡Atrás los años! / Es una noche de San Antonio...
Las gentes bajan a la Florida / y el pobrecito viejo del hongo
pide limosna de unos aplausos / en la famosa puerta de Apolo».
[El texto pertenece a la edición en español de la obra Segunda noticia y antología de poetas bilbilitanos, de Antonio Sánchez Portero, editado por Centro de estudios bilbilitanos de la Institución "Fernando el Católico", 2005, pp. 165-168. ISBN: 84-7820-781-3.]
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