domingo, 27 de octubre de 2024

La Biblia.- Anónimo (900 a.C. - 100 d.C.)

 

Eclesiástico
5.- La falsa seguridad

  «1.-No te apoyes sobre las riquezas / y no digas: "Me basto a mí mismo".
 2.-No te apoyes en ti mismo y en tu fuerza / para vivir según los deseos de tu corazón.
 3.-No digas: "¿Quién me dominará?" / Porque sin duda te castigará el Señor.
 4.-No digas: "He pecado ¿y qué me ha sucedido?" / Porque el Señor es paciente.
 5.-Aun del pecado expiado no vivas sin temor / y no añadas pecados a pecados.
 6.-Y no digas. "Grande es su misericordia, / Él perdonará mis muchos pecados".
 7.-Porque en Él hay misericordia y cólera / y sobre los pecadores desahogará su furor.
 8.-No difieras convertirte al Señor / y no lo dejes de un día para otro.
 9.-Porque de repente se desfoga su ira / y en el día de la venganza, perecerás.
 10.-No te apoyes en las riquezas mal adquiridas, / porque nada te aprovecharán en el día de la ira.

Moderación de la lengua

 11.-No te dejes llevar de todo viento / y no camines por una senda cualquiera / que así es como obra el pecador de doble corazón.
 12.-Sé firme en tus juicios / y no tengas más que una palabra.
 13.-Sé pronto para oír / y lento para responder.
 14.-Si tienes que responder, responde; / si no, pon la mano a la boca.
 15.-En el hablar está la gloria o la deshonra / y la lengua del hombre es su ruina.
 16.-Que nadie te llame chismoso / y no tiendas lazos con tu lengua.
 17.-Porque sobre el ladrón vendrá la confusión / y la condenación sobre el de corazón doble.
 18.-No ofendas a nadie, ni en mucho ni en poco.

6 

 1.- Y no te hagas enemigo para con el amigo / porque mala fama trae como herencia vergüenza y oprobio; / tal es (lo que le espera) al pecador de lengua doble.

El orgullo

 2.-No te engrías en el consejo de tu alma / no sea que te destroce como un toro.
 3.-No devores las hojas para echar a perder tus frutos / pues te quedarás como leño seco.
 4.-El alma perversa se pierde a sí misma / y será el ludibrio de sus enemigos.
 5.-La palabra suave multiplica los amigos, / la lengua bien hablada es rica en afabilidad.

Los amigos
6.-Si tuvieres muchos amigos / uno entre mil sea tu consejero.
 7.-Si tienes un amigo, ponle a prueba / y no te confíes a él tan fácilmente.
 8.-Porque hay amigos de ocasión / que no son fieles en el día de la tribulación.
 9.-Hay amigo que se torna en enemigo / y que descubrirá tu querella ignominiosa.
 10.-Hay amigos que sólo son compañeros de mesa / y no te serán fieles en el día de la tribulación.
 11.-En tus días felices será otro tú / y hablará afablemente de los tuyos.
 12.-Pero si te viere humillado se volverá contra ti / y te ocultará su rostro.
 13.-Apártate de tus enemigos / y guárdate de tus amigos.
 14.-Un amigo fiel es poderoso protector; / el que le encuentra halla un tesoro.
 15.-Nada vale tanto como un amigo fiel; / su precio es incalculable.
 16.-Un amigo fiel es remedio saludable; / los que temen al Señor lo encontrarán.
 17.-El que teme al Señor es fiel a la amistad / y como fiel es él, así lo será su amigo.

Ventajas de la sabiduría 

 18.-Hijo mío, desde tu mocedad date a la doctrina / y hasta tu ancianidad hallarás sabiduría.
 19.-Allégate a ella como ara y siembra el labrador / y espera buenos frutos.
 20.-Porque el trabajo te fatigará un poco / pero pronto comerás de sus frutos.
 21.-Es muy duro para los indisciplinados / y el insensato no permanecerá en él.
 22.-Pesará sobre él como pesada piedra de prueba / y no tardará en arrojarla de sí.
 23.-Porque la sabiduría es conforme a su nombre / y no se manifiesta a muchos.
 24.-Escucha, hijo mío, y recibe mis avisos / y no rehúyas mis consejos.
 25.- Da tus pies a sus cepos / y tu cuello a su argolla.
 26.-Dale tu hombro / y no te molesten sus ataduras.
 27.-Allégate a ella con toda tu alma / y con todas tus fuerzas sigue sus caminos.
 28.-Sigue su rastro, busca y se te dará a conocer / y una vez apresada no la sueltes;
 29.-Porque al fin hallarás en ella tu descanso y tu gozo.
 30.- Y serán para ti sus cepos defensa poderosa, / y su argolla túnica de gloria.
 31.-Su yugo es ornamento de oro / y sus ataduras son cordón de jacinto.
 32.-Te la vestirás como túnica de gloria / y te la ceñirás como corona de exaltación.
 33.-Si quieres, hijo mío, adquirirás la doctrina / y si te entregas a ella, serás avisado.
 34.-Si con gusto la oyes, la tendrás; / si inclinas a ella tu oído, serás sabio.
 35.-Busca la compañía de los ancianos/ y si hallas algún sabio, allégate a él. / Toda conversación acerca de Dios, escúchala con gusto / y no rehúyas las sentencias de la sabiduría.
 36.-Si ves hombre discreto, apresúrate a unirte a él / y frecuenten tus pies la escalera de su puerta.
 37.-Medita en los preceptos del Señor / y ejercítate siempre en sus mandatos; / Él confirmará tu corazón / y te dará sabiduría a tu deseo.»

  [El texto pertenece a la edición en español de Biblioteca de Autores Cristianos, 1977, en versión de Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto, y revisión a cargo de una comisión de escrituristas presidida por Maximiliano García Cordero, pp. 888-890. ISBN: 84-220-0258-2.]

domingo, 20 de octubre de 2024

Critón o del deber.- Platón (427 - 327 a.C.)

 

  «Sócrates: Nosotros, mi querido Critón, no debemos curarnos de lo que diga el pueblo sino sólo de lo que dirá aquél que conoce lo justo y lo injusto, y este juez único es la verdad. Ves por esto que sentaste malos principios cuando dijiste al comienzo que debíamos hacer caso de la opinión del pueblo sobre lo justo, lo bueno y lo honesto y sus contrarios. Quizá me dirás: pero el pueblo tiene el poder de hacernos morir.
 Critón: Seguramente que se dirá.
 Sócrates: Así es, pero mi querido Critón, esto no podrá variar la naturaleza de lo que acabamos de decir. Y si no, respóndeme: ¿no es un principio sentado que el hombre no debe desear tanto el vivir como el vivir bien?
 Critón: Estoy de acuerdo.
 Sócrates: ¿No admites igualmente que vivir bien no es otra cosa que vivir como lo reclaman la probidad y la justicia?
 Critón: Sí.
 Sócrates: Conforme a lo que acabas de concederme, es preciso examinar ante todo si hay justicia o injusticia en salir de aquí sin el permiso de los atenienses; porque si esto es justo, es preciso intentarlo; y si es injusto es preciso abandonar el proyecto. Porque con respecto a todas esas consideraciones que me has alegado, de dinero, de reputación, de familia, ¿qué otra cosa son que consideraciones de ese vil populacho que hace morir sin razón y que sin razón quisiera después hacer revivir, si le fuera posible? Pero respecto a nosotros, conforme a nuestro principio, todo lo que tenemos que considerar es si haremos una cosa justa dando dinero y contrayendo obligaciones con los que nos han de sacar de aquí, o bien si ellos y nosotros no cometeremos en esto injusticia; porque, si la cometemos, no hay más que razonar; es preciso morir aquí o sufrir cuantos males vengan antes que obrar injustamente.
 Critón: Tienes razón, Sócrates, veamos cómo hemos de obrar.
 Sócrates: Veámoslo juntos, amigo mío; y si tienes alguna objeción que hacerme cuando yo hable, házmela, para ver si puedo someterme, y en otro caso, cesa, te lo suplico, de estrecharme a salir de aquí contra la voluntad de los atenienses. Yo quedaría complacidísimo de que me persuadieras a hacerlo pero yo necesito convicciones. Mira, pues, si te satisface la manera con que voy a comenzar este examen y procura responder a mis preguntas lo más sinceramente que te sea posible.
 Critón: Lo haré.
 Sócrates: ¿Es cierto que jamás se pueden cometer injusticias? ¿O es permitido cometerlas en unas ocasiones y en otras no? ¿O bien es absolutamente cierto que la injusticia jamás es permitida, como muchas veces hemos convenido y ahora mismo acabamos de convenir? ¿Y todos estos juicios, con los que estamos de acuerdo, se han desvanecido en tan pocos días? ¿Sería posible, Critón, que en nuestros años, las conversaciones más serias se hayan hecho semejantes a las de los niños, sin que nos hayamos dado cuenta de ello? ¿O más bien es preciso atenernos estrictamente a lo que hemos dicho: que toda injusticia es vergonzosa y funesta al que la comete, digan lo que quieran los hombres, y sea bien o sea mal el que resulte?
 Critón: Estamos conformes.
 Sócrates: ¿Es preciso no cometer injusticia de ninguna manera?
 Critón: Sí, sin duda.
 Sócrates: ¿Entonces es preciso no hacer injusticia a los mismos que nos la hacen, aunque el vulgo crea que esto es permitido, puesto que convienes en que en ningún caso puede tener lugar la injusticia?
 Critón: Así me lo parece.
 Sócrates: ¡Pero qué! ¿Es permitido hacer mal a alguno o no lo es?
 Critón: No, sin duda, Sócrates.
 Sócrates: ¿Pero es justo volver el mal por el mal, como lo quiere el pueblo, o es injusto?
 Critón: Muy injusto.
 Sócrates: ¿Es cierto que no hay diferencia entre hacer el mal y ser injusto?
 Critón: Lo confieso.
 Sócrates: Es preciso, por consiguiente, no hacer jamás injusticia, ni volver el mal por el mal, cualquiera que haya sido el que hayamos recibido. Pero, ten presente, Critón, que confesando esto, acaso hables contra tu propio juicio, porque sé muy bien que hay muy pocas personas que lo admiten y siempre sucederá lo mismo. Desde el momento en que están discordes sobre este punto, es imposible entenderse sobre lo demás y la diferencia de opiniones conduce necesariamente a un desprecio recíproco. Reflexiona bien, y mira si realmente estás de acuerdo conmigo y si podemos discutir, partiendo de este principio: que en ninguna circunstancia es permitido ser injusto, ni volver injusticia por injusticia, mal por mal; o si piensas de otra manera, provoca como de nuevo la discusión. Con respecto a mí, pienso hoy como pensaba en otro tiempo. Si tú has mudado de parecer, dilo, y exponme los motivos, pero si permaneces fiel a tus primeras opiniones, escucha lo que te voy a decir.
 Critón: Permanezco fiel y pienso como tú; habla, ya te escucho.
 Sócrates: Prosigo, pues, o más bien te pregunto: ¿un hombre que ha prometido una cosa justa debe cumplirla o faltar a ella?
 Critón: Debe cumplirla.
 Sócrates: Conforme a esto, considera si saliendo de aquí sin el consentimiento de los atenienses haremos mal a alguno y a los mismos que no lo merecen. ¿Respetaremos o eludiremos el justo compromiso que hemos contraído?
 Critón: No puedo responder a lo que me preguntas, Sócrates, porque no te entiendo.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones EDAF, 1980, en versión de Patricio Azcárate, pp. 30-33. ISBN: 84-7166-656-1.]

domingo, 13 de octubre de 2024

Cómo se hace una tesis.- Umberto Eco (1932-2016)

 

II.- La elección del tema
II.6.- ¿Tesis científica o tesis política?
II.6.1.- ¿Qué es la cientificidad?

 «Una investigación es científica cuando cumple los siguientes requisitos:
 1) La investigación versa sobre un objeto reconocible y definido de tal modo que también sea reconocible por los demás. El término objeto no tiene necesariamente un significado físico. También la raíz cuadrada es un objeto aunque nadie la haya visto nunca. La clase social es un objeto de investigación, aunque alguno pudiera objetar que sólo se conocen individuos o medias estadísticas y no clases en sentido estricto. [...] Definir el objeto significa entonces definir las condiciones bajo las cuales podemos hablar en base a unas reglas que nosotros mismos estableceremos o que otros han establecido antes que nosotros. [...] Naturalmente, surgen problemas si tenemos que hablar, por ejemplo, de un ser fabuloso cuya inexistencia reconoce la opinión común, como por ejemplo el centauro. Llegados a este punto tenemos tres alternativas. En primer lugar, podemos decidirnos a hablar de los centauros tal y como se presentan en la mitología clásica, y así nuestro objeto llega a ser públicamente reconocible y localizable, pues tenemos que vérnoslas con textos (verbales o visuales) en que se habla de centauros [...] En segundo lugar podemos intentar una indagación hipotética sobre las características que tendría que tener una criatura viviente en un mundo posible (que no es el real) para poder ser un centauro. En tal caso habríamos de definir las condiciones de subsistencia de este mundo posible advirtiendo que toda nuestra disertación se desenvuelve en el ámbito de la hipótesis. [...] En tercer lugar podemos decidir que tenemos pruebas suficientes para demostrar que los centauros existen de verdad. Y, en tal caso, para constituir un objeto susceptible de discurso tendremos que presentar pruebas (esqueletos, restos óseos, huellas sobre lava solidificada, fotografías hechas con rayos infrarrojos en los bosques de Grecia o todo lo que queramos) tales que los demás puedan admitir que, por correcta o errónea que sea nuestra tesis, se trata de algo sobre lo que se puede hablar.
 Naturalmente, este ejemplo es paradójico y no creo que nadie quiera hacer tesis sobre los centauros, [...]
 2) La investigación tiene que decir sobre este objeto cosas que todavía no han sido dichas o bien revisar con óptica diferente las cosas que ya han sido dichas. Un trabajo matemáticamente exacto que viniera a demostrar con los métodos tradicionales el teorema de Pitágoras no sería un trabajo científico, pues no añadiría nada a nuestro conocimiento. [...] Hay que tener presente una cosa: que una obra de compilación sólo tiene sentido si no existe todavía ninguna parecida en ese campo. [...]
 3) La investigación tiene que ser útil a los demás. Es útil un artículo que presente un nuevo descubrimiento sobre el comportamiento de las partículas elementales. Es útil un artículo que cuente cómo ha sido descubierta una carta inédita de Leopardi y la transcriba por entero. Un trabajo es científico (una vez observados los requisitos de los puntos 1 y 2) si añade algo a lo que la comunidad ya sabía y si ha de ser tenido en cuenta, al menos en teoría, por todos los trabajos futuros sobre el tema. Naturalmente, la importancia científica es proporcional al grado de indispensabilidad que presenta la contribución. [...] Ahora bien, podría ocurrírsele a alguien sacar a la luz uno de esos documentos que suelen atribuirse burlonamente a los filósofos alemanes, de los que suelen llamarse "notas de lavandería"; se trata de textos de valor ínfimo en los que el autor había anotado las compras que tenía que hacer ese día. A veces también son útiles datos de este género, pues a pesar de todo dan un toque de humanidad a un autor que todos suponían aislado del mundo, o revelan que en aquel período él vivía bastante pobremente. A veces, en cambio, no añaden absolutamente nada a lo que ya se sabe, son pequeñas curiosidades biográficas y no tienen ningún valor científico, aunque lo tengan para las personas que consiguen fama de investigadores incansables sacando a la luz semejantes inepcias. [...]  
 4) La investigación debe suministrar elementos para la verificación y la refutación de las hipótesis que presenta y, por tanto tiene que suministrar los elementos necesarios para su seguimiento público. Este requisito es fundamental. Puedo pretender demostrar que hay centauros en el Peloponeso, pero tengo que hacer cuatro cosas precisas: a) presentar pruebas (como se ha dicho, por lo menos un hueso caudal); b) decir cómo he procedido para hacer el hallazgo; c) decir cómo habría que proceder para hacer otros; d) decir aproximadamente qué tipo de hueso (u otro hallazgo) mandaría al cuerno mi hipótesis el día que fuera encontrado.
 De este modo no sólo he suministrado las pruebas de mi hipótesis, sino que lo he hecho de modo que también otros puedan seguir buscando para confirmarla o ponerla en tela de juicio.
 Lo mismo sucede con cualquier otro tema. [...] Con lo cual he presentado una hipótesis, pruebas y procedimientos de verificación y de refutación. [...]
 Lo bueno de un procedimiento científico es que nunca hace perder el tiempo a los demás: también trabajar siguiendo el surco de una hipótesis científica para descubrir después que hay que refutarla es hacer algo útil bajo el impulso de una propuesta precedente. [...]
 Por otra parte, puede decirse que todo trabajo científico, en tanto que contribuye al desarrollo de los conocimientos de los demás, tiene siempre un valor político positivo (tiene valor político negativo toda acción que tienda a bloquear el proceso de conocimiento); mas por otra parte cabe decir con seguridad que toda empresa política con posibilidades de éxito ha de tener una base de seriedad científica.
 Ya habéis visto cómo se puede hacer una tesis "científica" sin hacer uso de logaritmos ni probetas.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Gedisa, 1985, en versión de Lucía Baranda y Alberto Clavería Ibáñez, pp. 48-53. ISBN: 84-7432-137-9.]

domingo, 6 de octubre de 2024

La voluntad de estilo: teoría e historia del ensayismo hispánico.- Juan Marichal (1922-2010)

El derecho a una voz propia: 
vislumbres del ensayo en la prosa del siglo XV

  «Las Epístolas de Mosén  Diego de Valera y los escritos de Fernando de la Torre y de Teresa de Cartagena (sobrina del obispo) -tres "cristianos nuevos"- revelan una misma actitud, dejando de lado ahora sus marcados contrastes; domina en ellos la voluntad de singularización y de individuación expresivas. Claro que este impulso individualizador se sustenta y justifica en nombre de un principio tradicional del origen religioso: "Todo hombre es de oír porque espíritu de Dios donde quiere expira; y muchas cosas se callaron por algunos grandes varones que se dijeron por otros menores"; así defendía Valera su derecho a la expresión literaria, a la enunciación de sus opiniones personales. [...] La novedad de Valera radica, ante todo, en presentarse como un "pobre caballero que sólo tiene un arnés y un pobre caballo" para exponer sus opiniones en materia política y social, equiparándolas a las de los religiosos y "hombres de consejo" que rodean al monarca castellano. Es así la suya una afirmación de la voz del "lego", del hombre alejado del centro del poder político -en contraste, por ejemplo, con la posición "central" de Alfonso de Cartagena-, pero que quiere, como él mismo dice, "entremeterse" en los asuntos públicos. Justifica también su osadía expresiva declarando modestamente que se dirige, en la mayoría de sus escritos, "a los que no tanto leyeron". Delimita así a su público, a su potencial auditorio, quitándose importancia y marcando el carácter casi "vulgar" de su función literaria. Pero, al mismo tiempo, indica que hay unos lectores, si se puede decir, poco leídos, que necesitan "guías" que estén a su mismo bajo nivel. Valera se convierte en su "pastor" mundano, en el intermediario entre ellos y la cultura. Para él, el escritor tiene el deber de "guiar a la humanidad e instruirla de buenas costumbres"; la conexión, que él no establece explícitamente, entre "los que no tanto leyeron" y "la humanidad" es manifiesta y apunta a su propósito literario, a la voluntad de enlazar su persona con las necesidades espirituales del mundo, del público "inculto". [...]
 La obra más interesante de Fernando de la Torre -el Libro de las veinte cartas y cuestiones, publicado por Paz y Melia en 1907- presenta una teoría y defensa de la literatura "mundana" mucho más sistemática que la de Valera. [...] Hasta hay en él una afirmación orgullosa -muy distinta a la actitud defensiva de Valera- de su condición de experto en materias de expresión mundana: "diciendo yo algo saber en la elocuencia común y plazible a los discretos". Ya no es, como en el caso de Valera, el escritor que aspira a vincularse con el "mundo", sino que se trata, ahora, del hombre que habla desde dentro del "mundo" y que se siente respaldado por el "mundo". Fernando de la Torre se complace así en referirse a las características propiamente "mundanas" de sus escritos, aludiendo a sus "desvaríos mal ordenados", a sus "letras de desvaríos". Señala, es verdad, que es "osado" al "escribir tantos desvaríos", pero -en contraste con Valera- la pretendida "osadía" está no en su condición personal, ni en el contenido de sus cartas, sino en la forma misma de éstas. Insistencia que revela manifiestamente su afán por mostrar el carácter natural de su composición literaria, su contraste obvio con la "manera de ordenar" eclesiástica. [...] En él los "desvaríos" apuntan sobre todo a dar un tono ameno, a conseguir lo que él llama "estilo gracioso" en su prosa, más que a reflejar fielmente el discurrir interno. Esta aspiración a escribir "graciosas lecturas" debe enlazarse además con el carácter de su auditorio: Fernando de la Torre se dirige preferentemente a las damas de la corte. [...] Porque, para el desarrollo de una prosa personalizada, era indispensable la participación, casi diríamos que el amparo, de un auditorio femenino; los "desvaríos" de Fernando de la Torre eran el reflejo directo de la demanda emocional de las lectoras. Éstas, las damas de la corte, consagraban así un estilo expresivo que representaba un nuevo grado de personalización en la prosa discursiva castellana, regida hasta entonces por los principios de la elocuencia que Fernando de la Torre llamaba "frairiega". Es probable que este escritor fuera un personaje semi-bufonesco para aquellas damas; y, desde luego, sus escritos marcaron una relativa "feminización" de la expresión literaria. [...]
 En el proceso articulador del siglo XV, Teresa de Cartagena representa quizás el mejor ejemplo de la persona "desgarrada" de su mundo que vence su aislamiento social mediante la creación de una obra semi-literaria. A su condición de cristiana nueva -y, en cierta medida, de mujer- se añadía en su caso un obstáculo físico: Teresa de Cartagena se había quedado sorda en su temprana juventud. Sus escritos -Arboleda de los enfermos y Admiración de las cosas de Dios- respondieron a su necesidad de comunicar al menos consigo mismo. Decide escribir, decía, para "hacer guerra a la ociosidad", aunque sentía que su obrita (la Arboleda) no era "comunal". En ella, por lo tanto, la expresión literaria no es enlace con los demás, sino ante todo vía de conocimiento propio; [...] "más sola me veréis en compañía de muchos que no cuando sola me retraigo a mi celda". Ya no es simplemente la conciencia del apartamiento social -ser cristiana nueva- de su antiguo grupo religioso, ni la sensación de no pertenecer enteramente a la nueva comunidad, sino también la real separación física. Por eso, en su prosa se sienten como aberturas que profundizan la interioridad personal, como esas vedutas de los cuadros prerrenacentistas que el pintor utilizaba para dar perspectivas interiores al espacio representado; Teresa de Cartagena decide poblar de "arboleda graciosa" la "ínsula" donde se recoge espiritualmente y allí, "so la sombra", logrará descansar su persona. Y, sobre todo, en esa soledad fecunda tiene el privilegio de aprender mucho gracias a la ayuda divina. Dios es como un libro abierto para ella: "Él solo me leyó ['enseñó']". Declaración que responde también al deseo de defenderse de las acusaciones que la "maliciosa admiración" ha difundido: que Teresa había derivado su librito de numerosas y diversas lecturas. Ella afirma que, malo o bueno, todo lo que dice procede de sí misma, de lo que ha leído "en Dios". Añadiendo también el mismo argumento que Valera: los seres pequeños tanto pueden revelar como los mayores. En su caso esta defensa de la voz del ser humano "pequeño" asume un nuevo significado, pues se identifica Teresa con el "estado femenino". Y así sus escritos resultan ser también una intensa defensa del derecho a la voz literaria de la mujer.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Revista de Occidente, 1971, pp. 37-43.]