17 de marzo
«No sé por qué me he involucrado en actos
terroristas, pero sé cuál es la razón que impulsa a muchos otros. Heinrich está
convencido de que para conseguir la victoria del socialismo es necesario que se
desencadene una campaña de terror. Mataron a la mujer de Fiodor. Erna dice que
se siente avergonzada de continuar viva. Vania… Pero dejemos que Vania hable
por sí mismo.
Anoche me llevó por todo Moscú. Quedamos en
Sujarevka, en una taberna destartalada. Apareció ataviado con botas altas y un poddiovka*. Ahora lleva la barba
cuidadosamente recortada.
—¿Alguna vez piensas en Cristo? —me pregunta.
—¿En quién?
—En Cristo. Dios hecho hombre, Cristo… ¿Alguna
vez piensas en la forma que debe adoptar nuestra fe, nuestra vida? Cuando estoy
en casa leo los evangelios a menudo, ¿lo sabías? He llegado a la conclusión de
que sólo hay dos caminos posibles. En el primero se permite todo, ¿entiendes?
Todo. Es el camino de Smerdiakov**. Te sientes capaz de hacer cualquier cosa. Y
en ese camino no existe Dios, y Cristo no es más que un hombre, y tampoco
existen los sentimientos… Y el otro camino es el camino de Cristo. Es muy
sencillo: si eres capaz de amar, si de veras amas con todo tu ser, entonces
eres capaz hasta de matar. ¿Lo entiendes?
Y yo contesté:
—Uno siempre puede matar.
—No, no siempre. Matar es un pecado terrible.
Pero recuerda que no existe amor más sincero que el de entregar tu alma a tus
camaradas. No me refiero a tu vida, sino a tu alma. ¿Lo comprendes? Tienes que
ser capaz de aceptar el sufrimiento de la cruz, tienes que decidir hacerlo todo
por amor, y como signo de amor. Pero debe ser así, como te digo. Si no cumples
estos preceptos, vuelves a ser como Smerdiakov, o al menos a encontrarte en su
camino. Así es como rijo yo mi vida. Y, ¿para qué? Es posible que viva cada día
esperando la hora de mi muerte. Mi único ruego, Señor, es que se me conceda la
muerte en el nombre del amor. En tu caso, en cambio, tus plegarias no incluyen
el asesinato. Tú matas, pero luego no te pones a rezar… A pesar de todo, sé que
en realidad poseo muy poco amor dentro mí, y que por ello la cruz que cargo es
pesada. No te rías —añadió tras un minuto—. ¿Qué tiene esto de divertido? Me
limito a explicarte las palabras del Señor, y tú lo único que piensas es que
estoy delirando. ¿Me equivoco?
Permanecí en silencio.
—Recuerda lo que Juan escribió en el
Apocalipsis: “Los hombres buscarán en aquellos días la muerte, y no la
hallarán, y desearán morir, y la muerte huirá de ellos”. ¿Qué puede ser peor
que la muerte escapándose de ti cuando la llamas y la buscas? Y la buscarás,
todos lo haremos. ¿Cómo serías capaz de derramar sangre si no buscaras la
muerte? ¿Cómo te resultaría posible vivir al margen de la ley? Porque
derramamos sangre, e incumplimos las leyes. Tú no sigues ninguna ley, y la
sangre para ti es como el agua. Pero, escúchame, llegará el día en que
recordarás estas palabras. Intentarás encontrar el final del túnel, y no serás
capaz de hallarlo. La muerte se escapará de ti. Creo en Cristo. Creo en Él.
Pero no estoy con Él. No soy digno de estar con Él en la porquería y en la
sangre. Pero Cristo, en su misericordia, estará conmigo.
Lo miré fijamente. Y entonces dije:
—Entonces no mates. Abandona el terrorismo.
Vania empalideció:
“Y te perdonará”, repitió suspirando.
—Vania, eso no son más que tonterías. No
pienses en ello.
Dejó de hablar.
Cuando salí a la calle ya me había olvidado de
todo lo que me había dicho.
[…]
3 de septiembre
Hoy sentenciarán a Vania. Estoy tumbado en
un diván, entre almohadas cálidas, en un apartamento de fortuna. Es de noche.
La ventana enmarca un firmamento nocturno. En el cielo hay un collar de
estrellas. La Osa Mayor.
Sé que Vania se habrá pasado todo el día
echado sobre su litera de la prisión; de cuando en cuando se habrá levantado,
se habrá acercado a la mesa y habrá escrito algo. Y ahora la Osa Mayor brilla
para él como lo hace para mí. Y, como yo, no podrá dormir.
Sé otra cosa: mañana mismo ejecutarán la
sentencia. El verdugo llegará en su camisa roja, con su túnica y su látigo,
atará las manos de Vania detrás de su espalda, y enrollará una cuerda alrededor
de su cuerpo. Mientras camine, sus espuelas tintinearán; el vigilante ajustara
perezosamente el seguro de su pistola. Las verjas se abrirán… Una neblina
caliente colgará sobre el área cubierta de sol, y los pies de Vania
trastabillarán sobre la hierba mojada. El este se tornará rosa. Y sobre el
cielo rosa pálido, se recorta una estructura alargada y ennegrecida que se
eleva. Esto es la horca. Esto es la ley.
Vania
será conducido hacia el cadalso. En la penumbra de la mañana su silueta será
grisácea, sus ojos y su pelo del mismo color. Hará frío, y Vania se enroscará
sobre sí mismo, hundirá sus mejillas profundamente en su cuello echado hacia
arriba. A continuación el verdugo se pondrá una máscara y anudará la soga. Una
blanca mortaja y el verdugo de rojo en el fondo. De repente, el tambor funeral
hará sonar su música monótona con fuerza. Y el cuerpo estará colgado; Vania
estará colgado.
Las almohadas me queman el rostro. Las sábanas
se han caído al suelo. No es cómodo estar aquí echado. Veo a Vania, sus ojos
alegres, su pelo rizado. Y me pregunto con furia: ¿Por qué las horcas? ¿Por qué
la sangre? ¿Por qué la muerte?
Y de repente recuerdo: «También nosotros
debemos ofrecer nuestras vidas por los hermanos». Eso es lo que dijo Vania.
Pero Vania no está ya entre nosotros.
5 de septiembre
Me digo a mí mismo que Vania se ha ido. Son
palabras simples, pero no las creo. No puedo creer que Vania ya haya muerto.
Llamará a la puerta, entrará en silencio, y le oiré decir, como siempre: «El
que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor».
Vania creía en Cristo, yo no. ¿Por qué somos
tan diferentes? Yo digo mentiras, espío a la gente y asesino. Vania dijo
mentiras, espió a la gente y asesinó. Los dos vivimos rodeados del engaño y la
sangre. ¿En el nombre del amor?
Cristo subió al Gólgota. No mató, le dio la
vida a los hombres. No mintió, le dijo a la gente la verdad. No traicionó a los
otros, él mismo fue traicionado. Y he aquí la alternativa: o bien el camino
hacia Cristo… o como Vania dijo: Smerdiakov… De manera que yo soy Smerdiakov.
Conozco esta única verdad: Vania ha sido
bendecido con la muerte y su calvario es verdadero; esta bendición y esta
verdad son cosas que no puedo entender, son incomprensibles. Yo moriré, como
él, pero mi muerte será sombría, pues las aguas amargas saben a ajenjo.»
*
Tipo de levita propia de los que trabajan en la calle. [N. del T.]
**
Personaje de Los hermanos Karamazov
de Dostoievski, hijo ilegítimo de Fiodor Karamazov, nihilista y asesino de su
padre. [N. del T.]
[El texto pertenece a la edición en español
de Editorial Impedimenta, 2009, en traducción de James Womack y Marian Womack, pp.
17-18 y 79-80 . ISBN: 978-84-937110-8-5.]
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