Segunda parte: La
ética del dinero
Capítulo 4: La
academia y el monasterio
El modelo hacker de
aprendizaje
«Huelga decir que la academia fue influyente
mucho antes de que hubiera hackers informáticos. Por ejemplo, a partir del
siglo XIX, toda la tecnología industrial (electricidad, teléfono, televisión,
etc.) hubiera sido impensable sin el sostén de la teoría científica. La
revolución industrial tardía marcó ya una transición hacia una sociedad que se
sostenía en resultados científicos; los hackers nos advierten que, en la era de
la información, más importante aún que los resultados científicos discretos, es
el modelo académico abierto que
permite su creación.
Se trata de un concepto esencial. De hecho, es
tan importante que la segunda razón de peso a favor del éxito pragmático del
modelo hacker parece estribar en que su aprendizaje se modela como si fuera un
nuevo software (que podría considerarse la frontera de su aprendizaje colectivo).
Por tanto, su modelo de aprendizaje tiene la misma solidez que el modelo de
desarrollo.
El proceso de aprendizaje característico del
hacker empieza con el planteamiento de un problema interesante, sigue con la
búsqueda de una solución mediante el uso de diversas fuentes, y culmina con la
comunicación del resultado para su exhaustiva composición. Aprender más sobre
un tema se convierte en la pasión del hacker. Linus Torvalds aprendió a
programar con un ordenador heredado de su abuelo. Supo plantearse los problemas
y descubrió que necesitaba saber cómo resolverlos. Muchos hackers han aprendido
a programar de un modo igualmente informal, dando curso a sus pasiones. El
ejemplo de la capacidad de niños de diez años para aprender cuestiones muy
complicadas de programación habla muy a las claras de la importancia de la
pasión en el proceso de aprendizaje, a diferencia de lo lenta que les resulta a
menudo la educación a sus coetáneos en las escuelas tradicionales.
Más tarde, los inicios del sistema operativo
de Torvalds surgieron de sus exploraciones en el procesador del ordenador que
adquirió en 1991. Como sucede en el caso de cualquier hacker, los simples
experimentos con un programa que se limitaba a probar las características del
procesador, haciendo que escribiera conjuntos de A o de B, pasaron
paulatinamente a expandirse en un proyecto de programa capaz de leer grupos de
noticias en Internet y, después, a la ambiciosa idea de un sistema operativo.
Si bien Torvalds es un programador autodidacta, en el sentido de que ha
adquirido sus conocimientos básicos sin asistir a clases, no lo aprendió todo
por sí mismo. Por ejemplo, para familiarizarse con los sistemas operativos,
estudió los códigos fuentes del Minix de Tanenbaum, así como otras fuentes de
información facilitadas por la comunidad hacker. Desde un principio, como
hacker genuino, no vaciló nunca en pedir ayuda para enfrentarse a preguntas de
áreas en las que aún no era experto.
Una fuerza primordial de este modelo de
aprendizaje estriba en que un hacker, al aprender, enseña a los demás. Cuando
se pone a estudiar el código fuente de un programa, a menudo lo desarrolla
hasta un estadio ulterior, y otros pueden aprender de su trabajo. Cuando un
hacker comprueba las fuentes de información de utilidad procedente de su propia
experiencia. Alrededor de diversos problemas se organiza un debate continuado,
crítico y en evolución. Y la recompensa por el hecho de participar en este
debate es el reconocimiento de los iguales.
Podría darse el nombre de “Academia red” a
este modelo de aprendizaje abierto, ya que se trata de un entorno de
aprendizaje en continuo estado de evolución que es creado por los propios
hackers. Este modelo de aprendizaje tiene muchas ventajas. En el mundo de la
programación hacker, los maestros o ensambladores de fuentes de información a
menudo son aquellos que acaban de aprender algo. Esto es beneficioso porque
alguien que acaba de adentrarse en el estudio de un tema suele estar en mejores
condiciones de enseñarlo a otros que el experto, que ya no lo aborda con el
mismo vigor y, en cierto sentido, ya no comprende tan bien cómo piensan los
novicios. Para un experto, compenetrarse con alguien que está aprendiendo
supone una inevitable simplificación, a la que suele resistirse por razones intelectuales.
Tampoco la enseñanza de los principios básicos le suele parecer especialmente
satisfactoria, mientras que para un estudiante puede ser en extremo
gratificadora, ya que por norma no disfruta de la posición de instructor y
generalmente no se le ofrecen suficientes oportunidades para ejercitar sus
aptitudes. El proceso de enseñanza comporta también, por su misma naturaleza,
el análisis comprensivo de su materia. Para que uno sea realmente capaz de
enseñar algo a los demás, debe tenerlo ante todo muy claro él mismo. Mientras
prepara el material, debe examinarlo con todo detalle teniendo en cuenta las
preguntas y los argumentos contrarios que puedan plantearse.
Una vez más, el modelo hacker se asemeja a la
Academia de Platón, donde los estudiantes no eran considerados puros receptores
del conocimiento transmitido, sino que eran tratados como compañeros en el
aprendizaje (synetheis). En el
enfoque de la Academia, la tarea central de la enseñanza consistía en
fortalecer la capacidad del alumno para plantear los problemas, desarrollar las
argumentaciones noéticas y avanzar críticas. En consecuencia, la calidad del
maestro se identificaba metafóricamente con el arte de la comadrona, de la
casamentera, y del maestro de ceremonias en los banquetes. No era tarea del
maestro inculcar en los estudiantes un conocimiento preestablecido sino ayudar
a que ellos mismos lo engendraran, cada uno desde su propio punto de partida.
En la comunidad hacker, asimismo, los expertos
se consideran neófitos que pueden actuar como críticos, comadronas y
simposiarcas en relación a los demás, gracias al conocimiento más profundo que
han alcanzado.
La Academia red
El espíritu de la academia griega y del modelo hacker, sintetizado en la
idea de Platón de que “ninguna persona libre debe aprender nada como un
esclavo”, difiere por completo del espíritu del monasterio (escuela), resumido
en la regla monástica de san Benito: “Al maestro corresponde hablar y enseñar;
al discípulo estar callado y escuchar”. La ironía ha querido que actualmente la
academia tienda a modelar su estructura de aprendizaje tomando como base el
modelo monástico del emisor-receptor. Ironía que, por lo demás, no hace sino
amplificarse cuando la academia empieza a construir una “universidad virtual” y
el resultado es una escuela monástica informatizada.
La importancia de la revolución científica del
siglo XVII se supone que estribó en el abandono de la escolástica y su
sustitución por una ciencia que se afanaba de forma constante en alcanzar
nuevos conocimientos. La universidad conservó, no obstante, la jerarquía y el
modelo escolástico de docencia, tal como refleja su vocabulario (por ejemplo,
«decano» era en su origen el titular de un monasterio). La revolución
científica tuvo lugar hace cuatro siglos, pero no encontró ni encuentra su
reflejo adecuado en las universidades como base para un aprendizaje basado en
la investigación. No parece lógico esperar que los métodos escolásticos de
enseñanza formen individuos modernos capaces de pensar por su propia cuenta ni generen
un nuevo saber.
La mayor relevancia del modelo hacker de
aprendizaje estriba en recordarnos el potencial existente en la idea original
de considerar idénticos el desarrollo académico y los modelos de aprendizaje.
Podríamos también utilizar esta idea para crear una Academia red generalizada,
en la cual todos los materiales de estudio estarían puestos a libre disposición
de cualquiera para su uso, crítica y desarrollo. Al mejorar el material
existente en nuevas direcciones, la red no dejaría de producir mejores recursos
para el estudio directo de esos temas. A los miembros de la red los impulsaría
su pasión por diversos temas y el reconocimiento de sus aportaciones por parte
de sus colegas.
Lógicamente, la expansión y el desarrollo
continuos de este material, así como su discusión y examen, serían también el
único modo que tendría la Academia red para garantizar los méritos de estudio;
y, fiel a su espíritu, los méritos superiores serían concedidos a aquellos
logros que demostraran ser los más valiosos para el conjunto de la comunidad de
aprendizaje. Una lectura al estilo hacker del material con vistas a criticarlo
y mejorarlo (es decir, con la perspectiva de hacer algo, y motivarse uno mismo,
con ese material) sería mucho más propicia al aprendizaje que la actual
tendencia a una lectura sin más.
La Academia red seguiría el modelo hacker al
crear un todo interrelacionado que abarcara desde el estudiante principiante
hasta el investigador más destacado en un campo concreto. Los estudiantes
aprenderían a ser aprendices de investigación desde el principio, debatiendo
asuntos con los investigadores, y pasarían luego a estudiar directamente las
publicaciones de su campo de investigación.
En la Academia red, cada hito de aprendizaje
enriquecería de forma permanente a los demás. En solitario o en compañía de
otros, el aprendiz añadiría algo al material compartido. Este modo de plantear
las cosas difiere de nuestro modo actual de aprendizaje de usar y tirar, en el
cual cada estudiante empieza desde el principio, pasa los mismos exámenes
aislado de los otros y nunca se beneficia de las ideas de los demás. Peor aún,
terminado el examen el examinador viene a tirar todas las ideas de los
individuos a la papelera. Es un proceder tan absurdo como lo sería que cada generación
de investigadores tomara la decisión de desechar todos sus resultados (“Ya veo,
E = mc2; ¡y qué!, ¡al cesto!”) y dejara que la siguiente generación volviera a
empezar desde cero.
Huelga decir que la realización práctica de la
Academia red supone un gran desafío. Por ejemplo, al igual que sucede en el
mundo de los hackers e investigadores, es necesaria una estructura guía para la
creación colectiva de materiales de aprendizaje. Cuando el material está siendo
continuamente adaptado y se expande en nuevas direcciones, aparecen versiones
que compiten entre sí. Siempre sucede de este modo en los campos de la
programación informática y la investigación científica. Los hackers han
resuelto los problemas prácticos que comporta esta dinámica desarrollando lo que
dan en llamar “sistemas de versiones concurrentes”: estos sistemas permiten
determinar en qué medida las versiones concurrentes difieren tanto respecto de
la versión ya existente como unas de otras entre sí. En un plano más teórico,
el problema puede resolverse mediante la introducción de evaluadores. Con la
ayuda de un sistema de versiones concurrente, un grupo autoorganizado de
evaluadores puede decidir entre las diversas versiones y combinar sus ideas, si
es necesario.
Una vez que el hacker nos ha recordado la
plena importancia que reviste el modelo académico, resultaría muy extraño que
continuáramos nuestra práctica actual de suministrar sobre todo resultados a
los estudiantes, sin llegar a inculcarles el modelo académico: un proceso
colectivo de planteamiento de problemas, de reflexión sobre los mismos y de
formulación de soluciones; un proceso impulsado por la pasión y por el reconocimiento,
de las aportaciones socialmente valiosas. La esencia de la academia no reside
en sus logros individuales, sino en el propio modelo académico.
El modelo social
Describir esta posible aplicación general del modelo hacker no implica,
por supuesto, esperar que los gobiernos o las empresas la lleven a cabo. Un
aspecto central del hackerismo es recordarnos lo mucho que se puede lograr a
través del modelo abierto gracias a la cooperación directa entre los
individuos. El único límite es nuestra imaginación. Pongamos un ejemplo. El
modelo abierto del hacker podría transformarse en un modelo social, llamémosle
modelo de libre acceso a los recursos, en el cual alguien anuncia: ¡tengo una
idea; esta puede ser mi contribución; por favor, uníos a mí! Si bien esta
versión del modelo abierto comportaría también actuación física en un lugar
concreto, Internet se utilizaría como un medio efectivo para unir fuerzas y,
posteriormente, expandir y desarrollar aún más la idea.
Por ejemplo, puedo anunciar en Internet mi
disponibilidad ocasional para echar una mano a una persona mayor en sus tareas
domésticas. Puedo anunciar que ofrezco mi casa para que los niños vengan a
jugar después de la escuela. Puedo decir que me encantaría sacar a pasear uno
de los perros del vecindario los fines de semana. Quizá la efectividad de este
modelo se podría reforzar añadiendo la condición de que la persona que
recibiera ayuda se comprometiera también a ayudar a otras. Internet puede
utilizarse como un medio para organizar recursos locales. De forma gradual,
otros se sumarán a la realización de grandes ideas sociales, y ello generará
otras aún más importantes. Se produciría un efecto de autoalimentación, como
sucede con el modelo hacker en informática.
Hemos visto cómo el modelo hacker puede dar
grandes frutos en el ciberespacio sin que intervengan como mediadores ni los
gobiernos ni las empresas. Queda por ver qué frutos conseguirá la cooperación
directa entre los individuos en la realidad de las personas concretas.»
[El texto pertenece a la
edición en español de Editorial Destino, 2004, en traducción de Ferran Meler
Ortí, pp. 64-68. ISBN: 978-8423336371.]
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