domingo, 8 de septiembre de 2024

Sonetos completos.- Luis de Góngora (1561-1627)

116 (1610)

 «Señores Corteggiantes, ¿quién sus días
de cudicioso gasta o lisonjero
con todos estos príncipes de acero,
que me han desempedrado las encías?

Nunca yo tope con Sus Señorías,
sino con media libra de carnero,
tope manso, alimento verdadero
de Jesuitas sanctas Compañías.

Con nadie hablo, todos son mis amos;
quien no me da, no quiero que me cueste,
que un árbol grande tiene gruesos ramos.

No me pidan que fíe ni que preste,
sino que algunas veces nos veamos,
y sea el fin de mi soneto éste.

117 [CH 1611] 1610
En la partida del conde de Lemus y del duque de Feria a Nápoles y a Francia

 El Conde mi señor se fue a Nápoles;
el Duque mi señor se fue a Francia:
príncipes, buen viaje, que este día
pesadumbre daré a unos caracoles.

Como sobran tan doctos españoles,
a ninguno ofrecí la Musa mía,
a un pobre albergue sí, de Andalucía,
que ha resistido a grandes, digo Soles.

Con pocos libros libres (libres digo
de expurgaciones) paso y me paseo,
ya que el tiempo me pasa como higo.

No espero en mi verdad lo que no creo;
espero en mi consciencia lo que sigo:
mi salvación, que es lo que más deseo.
[...]


162. 19 de agosto de 1623
Infiere, de los achaques de la vejez, cercano el fin a que católico se alienta

 En este occidental, en este, oh Licio,
climatérico lustro de tu vida
todo mal afirmado pie es caída,
toda fácil caída es precipicio.

¿Caduca el paso? Ilústrese el juïcio.
Desatándose va la tierra unida;
¿qué prudencia, del polvo prevenida,
la ruina aguardó del edificio?

La piel no sólo, sierpe venenosa,
mas con la piel los años se desnuda,
y el hombre, no. ¡Ciego discurso humano!

¡Oh aquel dichoso, que la ponderosa
porción depuesta en una piedra muda,
la leve da al zafiro soberano!



163. 29 de agosto de 1623
De la brevedad engañosa de la vida

  Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta,
a su fin nuestra edad. A quien lo duda
(fiera que sea de razón desnuda)
cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cártago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.


164. 1623
Dilatándose una pensión que pretendía

 Camina mi pensión con pie de plomo,
el mío, como dicen, en la huesa;
a ojos yo cerrados, tenue o gruesa,
por dar más luz al mediodía la tomo.

Merced de la tijera a punta o lomo
nos conhorta aun de murtas una mesa;
ollai la mejor voz es portuguesa,
y la mejor ciudad de Francia, Como.

No más, no, borceguí; mi chimenea,
basten los años que ni aun breve raja
de encina la perfuma o de aceituno.

¡Oh cuánto tarda lo que se desea!
Llegue; que no es pequeña la ventaja
del comer tarde al acostarse ayuno.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Castalia, 1981, en edición de Biruté Ciplijauskaité, pp.184-185 y 246-249. ISBN: 84-7039-086-4.]
 

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