domingo, 26 de noviembre de 2023

Hadas, brujas y hombres lobo en la Edad Media.- Claude Lecouteux (1943)

Claude Lecouteux – José J. de Olañeta, Editor
Anexos

III.-El proceso al hombre lobo (enero de 1691, Jürgensburg, Livonia)

 «Nos parece útil dar la traducción de este documento desconocido en nuestro país, pues presenta un múltiple interés: vemos a los jueces enviscados en sus preguntas rutinarias, que tienden a medirlo todo con el rasero del cristianismo; constatamos su incapacidad para comprender una mentalidad que no es la suya; descubrimos que algunos hombres lobo son los defensores de la sociedad. Hay sobre todo la aculturación casi completa de los antiguos datos referentes al Doble, bien documentados todavía en el caso de los Benandanti: ya no se trata de cuerpos en letargia, y la metamorfosis es sustituida por un traje de lobo. También encontramos las indicaciones del momento: el día de Santa Lucía, bien conocido en el mundo germánico por el paso del Cortejo salvaje y por el recrudecimiento de la actividad de los espíritus; el día de San Juan, fiesta del solsticio, una de las dos “puertas” (januae) del año, aunque no sepamos aquí si se trata del San Juan de verano (24 de junio) o del de invierno (27 de diciembre), y el día de Pentecostés, gran fiesta de la renovación primaveral.
 Traducimos las partes más importantes de las actas del proceso, tomándonos la única libertad de restablecer el diálogo, mientras que el escribano lo consignó todo en tercera persona. Se respeta la grafía de los nombres propios y sus variantes. Algunas dificultades léxicas se superan en función del sentido general. Seegen significa a la vez “bendición, suerte” y “fertilidad”; zauberer, “mago” y “brujo”; blüthe, “floración, flor, semilla”.
 In Puncto Licantropía y otros Actos prohibidos y nefastos. Jueces presentes: el Sr. asesor Bengt Johan Ackerstaff, sustituto del juez provincial. El Sr. asesor Gabriel Berger.
 Como Peter, posadero de Kaltenbrun, ha sonreído tras haber prestado juramento, se le pregunta la razón. Responsio: Veo que mi compadre, el viejo Thies, también tiene que jurar. Quaestio: ¿Y por qué no habría de prestar juramento como tú y prestar testimonio sobre el vuelo ahora en la iglesia? R.: Todo el mundo sabe que es amigo del diablo y que es un hombre lobo. ¿Cómo puede jurar si no niega haberlo sido durante largos años?
 Tras oír a los otros testigos, ad dandum testimonium, se reprocharon estos cargos al viejo Thies, que simplemente reconoció haber sido antaño hombre lobo, pero que ya no lo era desde hacía diez años; declaró además que ya lo habían interrogado sobre eso en Nitau, en la época en que todavía eran jueces el señor barón de Crohnstern y los señores Rosenthal y Caulich, cuando, por aquel entonces, Skeistan, campesino de Lemburg hoy difunto, le había partido la nariz porque el declarante había traído del infierno las semillas de trigo que el tal Skeistan había arrojado allí para evitar que creciese el trigo. Los jueces arriba mencionados no le habían hecho nada, se habían burlado de él y lo habían dejado libre porque Skeistan no se había presentado.
 Entonces, antes de seguir cualquier interrogatorio, se informaron de si Thies se encontraba en posesión de todos sus sentidos y de toda su razón y si no había estado loco, o si no lo seguía estando, a lo cual, además de aquellos que conocían bien a Thies, respondió el señor Bengt Johan Ackerstaff, en representación del juez provincial, diciendo que Thies había vivido antaño en sus tierras y había estado a su servicio varios años, que nunca había carecido de sentido común, que nunca había negado lo que era y que, como los jueces de aquella época no le habían hecho nada, Thies había sido hombre lobo tanto más libremente y que los campesinos lo habían tomado casi por un ídolo.
 Ipse ad baec quaerebatur: ¿Cuándo y en qué lugar te golpeó Skeis-tan y con qué? R.: En el infierno, con un mango de escoba del que colgaban colas de caballo. El juez que presidía la sesión dio fe de que en aquella época Thies había tenido destrozada la nariz. Q: ¿Cómo fue el declarante al infierno y dónde se encuentra éste? R.: Los hombres lobo van a pie, con el aspecto de lobos; el infierno está en el extremo del lago llamado Puer Esser, en el pantano que hay junto a Limburg, a una media milla de Klingenberg, dominio del señor sustituto del presidente. Allí hay espléndidas mansiones y guardianes que golpean violentamente a los que quieren llevarse las semillas de trigo y el trigo llevados a aquel lugar por los brujos. Las semillas se conservan en una bolsa (?) y el trigo en otra.
 Q: ¿Qué aspecto teníais cuando os transformasteis en hombres lobo? R.: Teníamos una piel de lobo que simplemente nos poníamos encima. Un campesino de Marienburg, venido de Riga, me trajo una que luego di a un campesino de Alla, hace ya algunos años.
 Preguntado, Thies no quiso decir sus nombres y cuando se indagó specialius, varió (en sus declaraciones), diciendo que se iban a los matorrales, se quitaban las ropas habituales, se transformaban inmediatamente en hombres lobo y deambulaban como lobos, despedazando los caballos y el ganado que encontraban. Pero el declarante nunca despedazó animales grandes, tan sólo corderos, cabritos, cochinillos, etc. De todos modos, en la región de Seegewold, había un individuo muy destacado, ahora ya muerto, llamado Tyrummen —el declarante no era nada comparado con él porque el diablo da más poder a uno que a otro—, y aquel individuo se dedicaba al ganado crecido si lo encontraba, a los cerdos de engorde, se los llevaba de las granjas y los devoraba en compañía suya. A menudo eran veinte o treinta a la vez los que se llevaban un montón [de animales], luego comían en los caminos y asaban [sus presas].
 Q: ¿Cómo hacíais fuego y con qué? R.: Tomábamos el fuego en las granjas, y de los calderos, y nos hacíamos espetones con madera, quemábamos los pelos; no comíamos carne cruda. Q: ¿Participó a menudo el declarante en tales banquetes? R.: Sí, por supuesto. Q: ¿Qué hacían con los animales pequeños que cogían? R.: También los devorábamos. Q: Dado que os habíais transformado en lobos, ¿por qué no os comíais la carne cruda, como hacen los lobos? R.: No tenemos la costumbre. Nos la comemos asada, como hombres. Q: ¿Cómo la sujetabais, puesto que, según declaras, teníais cabeza y patas de lobo con las que no podíais sujetar un cuchillo ni preparar un espetón ni llevar a cabo los demás trabajos necesarios? R.: No teníamos necesidad de cuchillos, desgarrábamos la carne a dentelladas y fijábamos los pedazos de carne sobre trozos de madera, si encontrábamos, y cuando nos la comíamos éramos otra vez como hombres, pero, al hacerlo, no empleábamos pan. Cogíamos sal en las granjas, cuando nos íbamos. Q: ¿Os saciabais completamente y el diablo comía con vosotros? (Prius affirmat, posterior negat). R.: Los brujos comían en el infierno con el diablo, cosa que no se permitía a los hombres lobo, que entraban rápidamente, se apoderaban de algo y emprendían la huida con su botín, porque, si los cogían, los guardianes enviados por el diablo nos pegaban ferozmente con grandes azotes de hierro, que ellos llamaban vergas, y nos echaban del infierno como perros, porque el diablo, pro idiomate Lettico Ne eretz, no podía soportarnos.
 Q: Puesto que el diablo no podía sufriros, ¿por qué os transformabais en hombres lobo e ibais al infierno? R.: Porque queríamos traer del infierno lo que los brujos se habían llevado allí, ganado, trigo y otras semillas; porque yo y los demás habíamos tardado en hacerlo cierto año y no llegamos al infierno cuando las puertas todavía estaban abiertas, no pudimos traernos las semillas y el trigo cogidos por los brujos y hubo mala cosecha. Pero este año, yo y los otros hemos actuado a tiempo y hemos hecho lo que debíamos.
 Según eso, el declarante trajo personalmente del infierno tanta cebada, avena y centeno como podía llevar encima, y por lo tanto tuvimos excelentes cosechas, aunque más de avena que de centeno.
 Q: ¿Cuándo sucedió eso? R.: Antes de Navidad, la noche de Santa Lucía. Q: ¿Cuántas veces por año os reunís en el infierno? R.: Generalmente tres veces: las noches de Pentecostés, de San Juan y de Santa Lucía. Por lo que se refiere a las dos primeras veces, no siempre, pero sobre todo las noches en que el trigo está maduro, porque en ese momento los brujos lo toman enseguida y se lo llevan al infierno, y los hombres lobo se ponen manos a la obra para traerlo de nuevo. Q: ¿Con quién estabas la última noche de Santa Lucía? R.: Con gente venida de muchos pueblos, de la región de Rodenpei y de la de Sunszel; los conocíamos y les preguntábamos el nombre, porque había allí tropas diferentes. Skeis-tan Rein, hijo del hombre antes citado, había formado parte de una de ellas antes que yo, pero no lo he visto últimamente e ignoro la causa.
 Preguntado sobre los de Jürgensburg, Thies respondió que debían de formar parte de otra compañía, pues no había ninguno en la suya.
 Q: ¿Cómo puede decir el declarante que durante la última noche de Santa Lucía trajeron del infierno la buena cosecha de aquel año, que se habían llevado los brujos, si el trigo aún no está maduro y por tanto no se ha podido recoger? R.: Los brujos tienen su propio momento, y el diablo siembra mucho antes. Los brujos toman un poco, se lo llevan al infierno, y los hombres lobo lo traen de nuevo. Nuestra semilla ya no crece más, y lo mismo ocurre con los árboles frutales —también los hay en el infierno— y los peces. En Navidad, en el infierno, todos los trigos están ya completamente verdes, así como los árboles. Puesto que la última noche de Santa Lucía conseguimos traer una buena parte de los peces robados por los brujos, se puede estar seguro de que este año habrá buena pesca. Los brujos toman las semillas futuras y se las llevan al infierno, pero éstas no pueden crecer tanto como las que se siembran y crecen en el infierno.
 Q: ¿Habéis encontrado, cada vez que ibais al infierno, edificios que están allí permanentemente? Affirmat. Q: ¿Habéis podido ver gente que viviera alrededor? R.: Ese lugar no está en la tierra, sino debajo, y la entrada está protegida por una puerta que nadie puede encontrar si no forma parte de él. Q: ¿Hay mujeres y muchachas entre los hombres lobo, y alemanes? R.: Hay mujeres, pero no se admiten muchachas, porque si no, se convertirían en Puicken [¿variedad de demonios?] o en dragones, serían embrujadas y harían desaparecer la abundancia de leche y mantequilla. No hay alemanes en nuestra compañía; tienen un infierno particular.
 Q: ¿Qué sucede con los hombres lobo cuando mueren? R.: Son enterrados como los demás hombres, y sus almas suben al cielo. El diablo se lleva las de los brujos. Q: ¿Asiste el declarante a la iglesia, escucha con recogimiento la palabra divina, reza con celo y comulga? —Negat, no hace nada de eso—. Q: ¿Cómo puede ir a Dios tu alma si no lo sirves a él, sino al diablo, no vas a la iglesia ni para confesarte, y no comulgas, como tú mismo reconoces? R.: Los hombres lobo no sirven al diablo, pues le quitan lo que le llevan los brujos, por eso el diablo los odia, no los soporta y hace que los echen como perros, a golpes de azote de hierro. Los brujos sirven al diablo y cumplen su voluntad, por eso le pertenecen en cuerpo y alma. Todo lo que hacen los hombres lobo es por el bien de los hombres, y si ellos no existiesen ni robasen al diablo las promesas de cosecha, ya no quedaría nadie en el mundo.
 Y Thies confirmó esto mediante juramento, agregando que, el año pasado, los hombres lobo rusos llegaron antes y habían conseguido la bendición de su país (ihres landes seegen). Por eso creció allí tan bien el grano, al contrario que en nuestro país, porque nosotros llegamos demasiado tarde. Pero este año nos hemos adelantado a los rusos y tendremos un año fértil y bueno para el lino. ¿Por qué no va a aceptar Dios mi alma sólo porque no voy a la iglesia y no comulgo? Cuando era joven no me dijeron nada de eso, no me instruyeron. Yo no hago ningún mal.
 Se le prodigaron explicaciones con gran celo y finalmente se le hizo comprender.
Claude Lecouteux – José J. de Olañeta, Editor Q: ¿No es hacer mal robar ganado al prójimo, como has reconocido, y transformar imaginativamente la imagen de Dios, el hombre, en lobo? ¿Y faltar al juramento hecho en el momento del bautismo a Cristo tu Salvador, a saber, renunciar a Satanás, a sus obras y a sus pompas? ¿Y olvidar a Dios, cometer pecados muy prohibidos, que disgustan y ofuscan a los demás hombres? ¿Y no ir a la iglesia, donde, gracias a los sermones y a los sacerdotes, podrías alcanzar el conocimiento de Dios y servirlo? ¡Prefieres precipitarte camino del infierno cuando nuestro pastor pasa por las granjas y exhorta a rezar, a asistir asiduamente a la iglesia y a dejarse instruir! R.: He causado poco daño al ganado. Los demás han causado mucho más que yo. Es verdad que el señor pastor pasa por las granjas, instruye a la gente y reza con los que allí están. También yo repetía con ellos lo que decía el señor pastor, pero resultó que no pudo venir más. Y ahora que soy viejo, tengo que aprender todo eso.
 Q: ¿Qué edad tienes y dónde naciste? R.: Cuando los suecos tomaron Riga (1691) yo ya sabía rastrillar y labrar. Nací en Curlandia. Q: Puesto que la última noche de Santa Lucía fuiste otra vez al infierno, ¿por qué has pretendido que habías cedido tu condición de hombre lobo a un campesino de Allá hace tiempo? R.: No he dicho la verdad porque ya no tengo fuerza y soy viejo, pero ahora lo haré. Q: ¿Qué provecho has sacado de ser hombre lobo? Todo el mundo sabe que mendigas y no tienes ningún bien. R.: ¡Ninguno! Un individuo de Marienburg me convirtió en hombre lobo bebiendo a mi salud, y a partir de entonces tuve que comportarme como hombre lobo. Q: ¿Reciben los hombres lobo un signo del diablo para que pueda reconocerlos? R.: (Negat). Marca a los brujos, los trata y los alimenta de cabezas de caballos muertos, sapos, serpientes y otras alimañas. Q: Puesto que eres viejo y careces de medios, debes de pensar cada día en la muerte: entonces, ¿quieres morir como hombre lobo? R.: No, antes de morir le pasaré mi condición de hombre lobo a otro, si es que puedo. Q: ¿Cómo lo vas a hacer? R.: Haré como me lo hicieron a mí: brindaré a la salud de alguno, soplaré tres veces en el vaso, diciendo: “Que te ocurra lo que me ocurrió”. Si el otro toma el vaso, ya no seré hombre lobo, y estaré liberado. Q: ¿No crees que eso también es un pecado y una ilusión diabólica, y que no puedes darle eso a nadie, salvo a aquel que, como tú, no sabe nada de Dios y siente inclinación a ello? R.: Es verdad que no puedo convertir en hombre lobo a nadie en contra de su voluntad. Pero muchos, al ver que soy viejo y estoy incapacitado, me han pedido que les pase mi condición de hombre lobo. Q: ¿Quién te lo ha pedido? R.: Están lejos de aquí, unos, en los dominios del señor juez, otros, en Sunszel, y no puedo decir los nombres. Q: Puesto que dices que hay grandes perros feroces cerca del infierno, cuando tú y otros os habíais transformado en hombres lobo y teníais el aspecto de los lobos, ¿os atacaban los perros, y os alcanzaban los tiradores? R.: Podíamos escapar fácilmente de los perros, pero los tiradores podían alcanzarnos. Los perros del infierno no nos hacían nada. Q: Según has dicho, Tyrummen, de Seegewold, entraba en las granjas de los campesinos y se llevaba cerdos de engorde; estas granjas no carecen de perros: ¿no fue atacado y mordido por ellos? R.: ¡Si los perros se diesen cuenta! Cuando eso ocurría, los hombres lobo corrían mucho más deprisa que ellos y los perros no podían alcanzarlos. Tyrummen era muy malo y causaba mucho daño a la gente. Por eso Dios lo hizo morir joven. Q: ¿Qué fue de su alma? R.: Ignoro si la tomó Dios o la tomó el diablo. Q: ¿Qué hacíais de las semillas de trigo y de árboles y de todo cuanto le quitabais al diablo? R.: Las lanzábamos al aire, y caía la bendición sobre la tierra, sobre ricos y pobres.
 En este punto, volvieron a amonestarlo y lo persuadieron de que todo eso no eran más que ilusiones y engaño diabólico, cosa que él mismo podía ver, por ejemplo, en el hecho de que la gente que de aquel modo perdía ganado y cerdos de engorde no dejarían de hacer investigaciones y terminarían encontrando el rastro, sobre todo de los cerdos, allí donde éstos habían sido asados y devorados.
 R.: No robábamos cerca [de las granjas], sino lejos, ¿quién hubiera podido descubrirnos? Q: ¿Cómo puede ser que uno de esos cerdos grandes y gordos, y grandes animales con cuernos puedan ser llevados por un lobo a veinte o treinta millas, o más, por entre zarzas y eriales, e incluso fuera de Estonia como dices? ¿Ves como todo eso no son más que falsas imaginaciones, engaño diabólico e ilusión? R.: Es la verdad. Tyrummen de Seegewold partía a veces toda una semana. Yo esperaba con mi compañía en los matorrales y, cuando había traído un cerdo bien gordo, nos lo comíamos juntos. Entretanto, comíamos liebres y otros animales salvajes que capturábamos en los matorrales. Ahora ya no tengo fuerza para ir tan lejos y capturar y traer algo. Puedo tener tanto pescado como quiero, aunque no puedan tenerlo los otros, pues tengo un don particular para eso. Q: ¿No tienes intención de volverte a Dios antes de la muerte, de dejarte instruir sobre Su voluntad y Su ser, de renunciar a esas prácticas diabólicas, de arrepentirte de tus pecados y salvar así tu alma de la condenación eterna y de las penas del infierno?
 R.: (Thies no quiso responder francamente) ¿Quién sabe adónde irá mi alma? Soy viejo, ¿qué puedo entender yo de estas cosas?
 Finalmente, muy presionado, afirmó estar dispuesto a abandonar todo aquello y volverse hacia Dios.

(Texto original en O. Höfler, Kultische Geheimbünde der Germanen, Frankfurt, 1934, p. 345-351).»

  [El texto pertenece a la edición en español de José J. de Olañeta editor, 2005, en traducción de Plácido de Prada, pp. 166-171. ISBN: 978-84-9716-066-7.]

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