Amable y silencioso
«Amable y silencioso
ve por la vida, hijo.
Amable y silencioso
como rayo de luna…
En tu faz, como
flores inmateriales, deben
florecer las
sonrisas.
Haz caridad a todos
de esas sonrisas, hijo.
Un rostro siempre
adusto es un día nublado,
es un paisaje lleno
de hosquedad, es un libro
en idioma extranjero.
Amable y silencioso
ve por la vida, hijo.
Escucha cuanto
quieran decirte, y tu sonrisa
sea elogio,
respuesta, objeción, comentario,
advertencia y misterio…
Marzo, 5 de 1915.
[…]
Se va una tarde más
Se va una tarde más…
¿Viviremos mañana?
¿Volveremos a veros,
crepúsculos de grana?
¿Tornaremos a oírte,
plañidera campana?
Se va una tarde más.
Suena en la ENCARNACIÓN,
incomparablemente
mística, la oración.
Se bañan ya de sombra
los muros del convento,
mientras que de la
esquila solloza el ritmo lento.
Quizás en este
instante, muchas monjas extáticas
con el divino Esposo
mantienen dulces pláticas,
y gozan de sublimes
caricias interiores…
En tanto que tú,
presa de continuos dolores,
con tus anhelos
libras la más porfiada lucha,
e inútilmente pides
la paz al escondido
Señor que mora en tu
alma; pero que no te escucha,
porque no lo mereces…
¡o porque está dormido!
¡Recuérdalo! Quién
sabe si su corazón vela
para que no zozobre
tu barca en la procela…
Sacúdelo con fuerza
si prosigue durmiendo;
clama en su oreja
misma con desusado brío.
Verás como a la
postre despierta sonriendo,
te ampara entre sus
brazos y murmura: «¡HIJO MÍO!».
Marzo, 16 de 1915.
[…]
En paz
Muy cerca de mi
ocaso, yo te bendigo, Vida,
ni trabajos injustos,
ni pena inmerecida.
Porque veo al final
de mi rudo camino
que yo fui el
arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las
mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas
puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales
coseché siempre rosas.
… Cierto, a mis
lozanías va a seguir el invierno;
¡mas tú no me dijiste
que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas
las noches de mis penas;
mas no me prometiste
tú sólo noches buenas,
y en cambio tuve
algunas santamente serenas…
Amé, fui amado, el
sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes!
¡Vida, estamos en paz!
Marzo, 20 de 1915.
[…]
Como el venero
Recibe el don del
cielo, y nunca pidas
nada a los hombres,
pero da si puedes;
da sonriendo y con
amor; no midas
jamás la magnitud de
tus mercedes.
Nada te debe aquél a
quien le diste;
por eso tú su
gratitud esquiva.
Él fue quien te hizo
bien, ya que pudiste
ejercer la mejor
prerrogativa,
que es el dar, y que
a pocos Dios depara.
Da, pues, como el
venero cristalino,
que siempre brinda
más, del agua clara
que le pide el
sediento peregrino.
Agosto, 16 de 1915
[…]
“Benedictus”
Dios os bendiga a
todos
los que me hicisteis
bien.
Dios os bendiga a
todos
los que me hicisteis
mal, y que a vosotros,
los que me hicisteis
mal, Dios os bendiga
más y mejor que a los
que bien me hicieron;
porque éstos,
ciertamente,
no han menester de
bendición ninguna,
ya que su bien en sí
mismo llevaba
toda la plenitud y
todo el premio.
¡Vosotros, sí, los de
mi mal autores,
necesitáis la
bendición del Padre
que hace nacer el Sol
para que alumbre
por igual a los malos
y a los buenos!
Que se derrame, pues, en vuestras almas
la más potente de las
bendiciones
divinas, y os dé el
don por excelencia:
el don de comprender…
Marzo, 28 de 1916.»
[El texto pertenece a la edición
en español de Editorial Espasa Calpe, 1973, en edición de Calixto Oyuela, pp.
54-55, 58, 60, 70 y 90. ]
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