domingo, 5 de enero de 2025

Naturalistas curiosos.- Nikolaas Tinbergen (1907-1988)

 

Epílogo
Naturalistas curiosos en el mundo moderno

 «Creo que es natural que el hombre tenga de vez en cuando dudas acerca del valor de lo que está haciendo; en cualquier caso, a mí me asaltan dudas de este género. Me parece un pasatiempo fascinante estudiar el comportamiento de los animales en su medio natural. Me permite vivir al aire libre y en un hermoso entorno; da alas a mi ansia de observar y reflexionar, y conduce a descubrimientos. Hasta el hallazgo más trivial proporciona gran placer. Sin embargo, una y otra vez vuelve la embarazosa cuestión: ¿y qué? Un diablillo parece mirar por encima de nuestro hombro, regocijándose en avivar esta chispa de duda. Reflexionemos sobre ello, tratando de ponderar los pros y los contras -y por lo general terminaremos concluyendo que ha merecido la pena. La confianza y la tranquilidad de ánimo se restablecen - sólo durante un tiempo, pues las dudas continúan acechando.
 Cuando lo hacen, pongo a mi diablillo en retirada con los siguientes argumentos. Creo que ningún hombre tiene por qué avergonzarse de sentir curiosidad por la naturaleza. Puede incluso argüirse que para eso tiene el cerebro y que no existe mayor insulto a la naturaleza (y a uno mismo) que mostrar indiferencia hacia ella. Hay ocupaciones con una importancia decididamente inferior.
 Creo que el principal beneficio que nos proporcionan estas investigaciones es de índole intelectual. Adquirimos creciente conciencia de la inmensa diversidad de la vida animal y de la interminable variedad de las pautas de comportamiento. Pero también descubrimos que muchos detalles de esas pautas, tan corrientes a primera vista, son en realidad cualquier cosa menos corrientes -que están adaptadas para cumplir funciones muy especiales. Una y otra vez, detalles de los que no hemos hecho caso alguno, quizá por haberlos visto muy a menudo, resultan vitales para el éxito del animal. El simple hecho de que un insecto mimetizado permanezca, por lo común inmóvil durante el día, y se alimente sólo por la noche, adquiere gran trascendencia en cuanto conocemos la presión que lo ha hecho necesario -que muchos de sus predadores pueden ver el más ligero movimiento. Una vez sabemos esto, nuestra curiosidad se aguza y nuestros pensamientos y esfuerzos se encaminan a una exploración más detenida -en intensidad y amplitud. Descubrimos que las pautas de comportamiento, así como los arquetipos de color, de estos animales están adaptados de un modo mucho más intrincado de lo que habíamos pensado; que además de la inmovilidad, la selección del substrato, la adopción de la postura adecuada sobre aquél y, como sabemos ahora, el vivir muy apartado de otros iguales, forman parte de una "estrategia global de defensa". Asimismo fascina descubrir, paso a paso, por qué unas gaviotas tienen la faz blanca y otras llevan una máscara oscura; cómo ambos tipos de coloración son útiles en el contexto del nicho de cada especie y cómo, por ejemplo, el volver la cara de la gaviota reidora es un corolario inevitable del hecho de llevar una máscara facial oscura. Estando tan bien equipada para la defensa del territorio, tiene que contrapesar su eficacia a este respecto, asegurándose de que esa eficacia, en otro terreno, no vaya a poner en peligro el éxito de una tarea tan radicalmente distinta como es la formación de la pareja.
 [...] Hoy día se están realizando estudios de este tipo por un número creciente de biólogos de campo. Una y otra vez, sorprende ver que detalles totalmente insospechados de "cómo viven en realidad los animales" forman parte a menudo de su dotación de supervivencia. Y sin embargo, cuanto más se descubre, más se da uno cuenta de que lo realizado hasta el momento no es sino un rasguño en la superficie de lo que la selección natural es realmente capaz de conseguir: ¡cuántas cosas quedan por descubrir! Por ejemplo, el hecho de que las gaviotas tridáctilas se emparejen con tanta frecuencia con el mismo cónyuge año tras año podría parecer, a primera vista, apenas un hábito curioso. Pero John Coulson, de la Universidad de Durham, ha demostrado de forma concluyente que esta "constancia de pareja" les permite conseguir un mayor éxito reproductivo que si cambiaban de cónyuge (como muchas han de hacer si el compañero original muere durante el invierno). Esto significa que ese "hábito curioso" tiene, en realidad, un sentido funcional que también ocupa un lugar en nuestro relato de la "estrategia pro éxito" de la gaviota tridáctila. Significa asimismo que, de una manera misteriosa, los miembros de una pareja acrecientan, año tras año, su habilidad para cooperar en la cría de la pollada.   
 Otra cosa es cómo realizan este "rodaje" -todavía no se sabe-; y así, cada descubrimiento plantea de inmediato un nuevo interrogante. Es el convencimiento de que estamos todavía muy lejos de conocer la historia completa, lo que me lleva a escribir incluso sobre nuestros hallazgos más simples; porque quiero que esta exploración continúe. Por ello hemos de alertar a otros y ayudarles a compartir nuestra sensación de maravilla, de belleza, incluso de reverencia ante "las riquezas de la creación" -ante lo que ha producido la evolución por medio de la selección natural. La palabra "reverencia" expresa, hasta donde se me alcanza, lo que siente el naturalista curioso. La cacareada "fría, incisiva mirada" que el científico dirige a sus animales, no tiene por qué, como tan a menudo se sostiene, cegar sus sentimientos estéticos e incluso religiosos; al contrario, puede intensificarlos.
 Mas, como señalaba brevemente en la introducción, poco a poco nos vamos dando cuenta de que podemos rebatir al diablillo de la duda con un argumento más utilitario, de esos que atraen a ese demonio de gente que se preocupa más de la utilidad que de nuestra peculiar y personal manera de pasarlo bien. Cada vez es mayor el número de personas que empiezan a reconocer que las investigaciones sobre el comportamiento de los animales tienen que ver con el conocimiento de nosotros mismos. En este sentido, los estudios de adaptación ocupan un lugar destacado.»

 [El texto pertenece a la edición en español de Salvat Editores, 1995, en traducción de Manuel Crespo, pp. 255-257. ISBN: 84-345-8965-6.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: